Junta de Gobierno designa rector a Javier Barros Sierra
Los acontecimientos que pusieron fin al rectorado de Ignacio Chávez en 1966 fueron producto de una lucha faccional por la rectoría, la cual enfrentó a los partidarios de la universidad política con los partidarios de la universidad académica.
Dos factores políticos externos se distinguen. Uno, la participación decisiva del Partido Comunista en el derribamiento del rector, en alianza con estudiantes y porros priístas de la (anticomunista) facción alemanista que durante años pugnó por la rectoría. El segundo, la intervención del presidente Díaz Ordaz contra el rector y su proyecto, un movimiento financiado y dirigido desde Los Pinos.
El 5 de mayo de 1966, la Junta de Gobierno nombró rector a Javier Barros Sierra, quien el 12 tomó posesión y se negó a ser escoltado hacia la rectoría por el recién formado Consejo Estudiantil Universitario (CEU). Al tomar posesión pronunció un discurso conciliatorio. Aquí, algunos párrafos.
«He aceptado el honroso cargo de rector de nuestra Universidad a sabiendas de la ingente responsabilidad que comporta; sobre todo en estos momentos de crisis; pero consciente también de que me debo a esta casa, no podía menos que entregarme sin condiciones a su servicio al ser ungido por la mayoría de sus profesores y alumnos…
«Llego sin compromiso alguno, salvo el que contraigo con la misma Universidad; que tendré la humildad necesaria para servirle y la firmeza y la convicción suficientes para no convertirme en agente de ninguna facción y que no trataré de hacer, ni permitiré que otros hagan de nuestra comunidad un instrumento de vanidades, intereses egoístas o pasiones espurias. Porque, no hay que olvidarlo, los hombres somos transitorios y los valores institucionales están muy por encima de nosotros…»
Habló también de la necesidad de revisar a fondo la estructura, la docencia y la investigación, el gobierno interno y lo administrativo a fin de ponerlos al día y cumplir con la misión que veía como la más importante e inaplazable: «Servir al pueblo para su desenvolvimiento, proceso éste que, si bien presenta claros signos de esperanza, infortunadamente no está exento de escollos, de dolor y de injusticias. Y en esa empresa, nuestra Universidad debe ocupar un puesto de vanguardia».
Año olímpico, calma aparente
El año de 1968 fue recibido por el país con la expectación de la Olimpiada que se celebraría a partir del 12 de octubre.
La vida de la Universidad, en general, no mostraba mayores trastornos.
La Gaceta de la Universidad, en enero de 1968 anunciaba el número de estudiantes que recibiría la institución: 94 mil. Los nuevos profesores titulares serían mil 611.
Sin embargo, acontecimientos, dentro y fuera de la UNAM alterarían el orden.
Se consignan, en orden cronológico, las noticias más importantes durante el rectorado de Barros Sierra:
El 3 de marzo se sustraen, de los archivos del Departamento de Psicología Médica y Salud Mental de la Facultad de Medicina, dos mil 300 expedientes con los resultados «de los exámenes globales y psicológicopedagógicos de estudiantes de primer ingreso y de alumnos con problemas», con un costo de 300 mil pesos.
A principios de abril se presenta un episodio más, propicio al clima de violencia, por la destitución de 60 maestros, dispuesta por el director de la Escuela de Odontología. Como respuesta, los estudiantes inconformes ocupan el plantel.
La prensa da cuenta de una pelea entre los estudiantes de la Vocacional 2 y de la preparatoria particular Isaac Ochoterena, incorporada a la UNAM, el 22 de julio. Como al día siguiente continúa la riña, el jefe de la policía preventiva del DF, general Luis Cueto Ramírez, manda a los granaderos a que entren en la Vocacional. Los uniformados golpean a cuantas personas encuentran a su paso.
El 26 de julio, estudiantes realizan un desfile conmemorativo del ataque de Fidel Castro al cuartel Moncada. El mismo día, en el Casco de Santo Tomás, los politécnicos protestan por los hechos de la Voca 2.
Se dirigen a la Plaza de la Constitución. En la Avenida Madero, la policía y los granaderos atacan. Alrededor de San Ildefonso se organiza la resistencia: piedras, varillas, apropiación y posterior quema de camiones. Hay varios detenidos.
Sábado 27 y domingo 28: Continúa el combate en la zona estudiantil de San Ildefonso, con abordaje de camiones y cargas esporádicas de granaderos. Hay 43 detenidos y 16 consignados acusados de varios delitos.
Se celebran las primeras asambleas estudiantiles y se formulan las tres demandas iniciales:
Renuncia del general Luis Cueto Ramírez, jefe de la policía capitalina. Desaparición del Cuerpo de Granaderos e indemnización para las víctimas.
Cueto declara: “Los agitadores crean zozobra para dañar la Olimpiada. La Cámara de Comercio condena los disturbios».
El lunes 29 continúa la lucha de granaderos y estudiantes de Prepa y Voca. Se secuestran camiones. En San Ildefonso se encona el pleito. No entran los autobuses al Centro. Los granaderos no controlan la situación.
El bazucazo y la protesta de rector
El mismo 29, en la noche, los preparatorianos de San Ildefonso protestan en el Zócalo por los ataques del 26. Nueva lucha con policías y granaderos, el Ejército se presenta en vista de que la ventaja parece estar de parte de los estudiantes. Éstos huyen hacia la Preparatoria y el Ejército, al encontrar la puerta cerrada, la abre de un bazucazo, la madrugada del día 30.
Por la mañana, el rector Barros se pronuncia desde la explanada de la Torre de rectoría. «Hoy es un día de luto para la Universidad; la autonomía está amenazada gravemente… La autonomía no es una idea abstracta; es un ejercicio responsable que debe ser respetable y respetado por todos. En el camino a este lugar he escuchado un clamor por la reanudación de las clases. No cedamos a provocaciones, vengan de fuera o de adentro: entre nosotros hay muchos enmascarados que no respetan, no aman y no aprecian a la autonomía universitaria…».
El 31 de julio, un documento firmado por el rector y los directores de las facultades, escuelas e institutos de la UNAM, de fecha 1 de agosto, es leído por Barros Sierra en el campo universitario ante 30 mil estudiantes, profesores, autoridades y empleados.
«Varios planteles de la UNAM han sido ocupados por el Ejército. Durante casi 40 años la autonomía de nuestra institución no se había visto tan seriamente amenazada.
«Culmina así una serie de hechos en los que la violencia de la fuerza pública coincidió con la acción de los provocadores de dentro y de fuera de la Universidad. La autonomía de la Universidad es, esencialmente, la libertad de enseñar, investigar y difundir la cultura. Estas funciones deben respetarse. Los problemas académicos, administrativos y políticos internos deben ser resueltos exclusivamente por los universitarios. En ningún caso es admisible la intervención de agentes exteriores… Nada favorecería más a los enemigos de la autonomía que la acción irreflexiva. Hoy más que nunca es necesario mantener una enérgica prudencia y fortalecer la unidad de los universitarios. »
La marcha del rector
El primero de agosto el rector encabeza una manifestación de protesta con cerca de 80 mil participantes, desde CU hasta la calle de Félix Cuevas, regresando a su lugar de origen. Al iniciarse la caminata manifiesta: «Necesitamos demostrar al pueblo de México que somos una comunidad responsable, que merecemos la autonomía, pero no sólo será la defensa de la autonomía la bandera nuestra en esta expresión pública; será también la demanda, la exigencia por la libertad de nuestros compañeros presos, la cesación de las represiones.
«Sin ánimo de exagerar, podemos decir que se juegan en esta jornada no sólo los destinos de la Universidad y el Politécnico, sino las causas más importantes, más entrañables para el pueblo de México… estemos alertas sobre la actuación de posibles provocadores. Jamás en mi vida me he sentido más orgulloso de ser universitario…»
El 2 de agosto se conforma el Consejo Nacional de Huelga (CNH), con representantes de la UNAM, el IPN, El Colegio de México, la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, la Normal Superior, la Universidad Iberoamericana, la Universidad La Salle y otros centros educativos del interior de la República.
El 13 de agosto se efectúa la primera manifestación al Zócalo, con reclamos agresivos, tanto en las pancartas como en los discursos.
Ocupación de CU
El 17 de agosto la Universidad publica en la Gaceta los puntos que fija y aclara su posición en el conflicto.
1. Respeto irrestricto a la autonomía universitaria «garantizada por el orden legal de la República; la observación del artículo 16 constitucional en relación con la inviolabilidad de los recintos universitarios, y el reconocimiento de que la libertad de expresión es esencial para el cabal cumplimiento de las funciones propias de todos los centros de enseñanza superior del país… (El artículo 16 exige que para que haya ocupación de un domicilio, se necesita un mandamiento escrito por la autoridad competente, «que funde y motive la causa legal del procedimiento»).
2. La no intervención del Ejército y de otras fuerzas del orden público para la resolución de problemas que son de la exclusiva competencia de la Universidad y demás centros de educación superior.
3. Reparación de daños materiales sufridos por los planteles universitarios…
4. Respeto de las garantías individuales y sociales.
5. La libertad de los estudiantes presos y la indemnización en favor de las víctimas de los recientes acontecimientos.
6. Determinación de responsabilidades y aplicación de sanciones a las autoridades involucradas.
7. La sujeción de las funciones de las fuerzas públicas a los lineamientos de la Constitución… supresión de los cuerpos policiacos represivos y la derogación de los artículos relativos al llamado delito de ‘disolución social’.
8. La libertad de los ciudadanos presos por motivos políticos o ideológicos.
El día 18 de septiembre, el Ejército entra a CU.
Son aprehendidas muchas personas, algunas que asisten a exámenes profesionales, o, como en el caso de Ifigenia Martínez de Navarrete, directora de la Escuela Nacional de Economía en ese entonces, que despacha en su oficina.
El día 19, el rector protesta: «La ocupación militar de la Ciudad Universitaria ha sido un acto excesivo de fuerza que nuestra casa de estudios no merecía. De la misma manera que no mereció nunca el uso que quisieron hacer de ella algunos universitarios y grupos ajenos a nuestra institución.
«Habrá que repetir que el conflicto estudiantil no fue engendrado por la Universidad.
«La atención y solución de los problemas de los jóvenes requieren comprensión antes que violencia. Seguramente podrían haberse empleado otros medios. De las instituciones mexicanas y de nuestras leyes y tradiciones se derivan instrumentos más adecuados que la fuerza armada.
«Así como apelé a los universitarios para que se normalizara la vida de nuestra institución, hoy los exhorto a que asuman, donde quiera que se encuentren, la defensa moral de la Universidad Nacional Autónoma de México y a que no abandonen sus responsabilidades.»
2 de octubre, matanza en Tlatelolco
Octubre 2 en la mañana: Conversaciones entre representantes del presidente y líderes estudiantiles.
La tarde de ese día se realiza un mitin de unas cinco mil personas en la Plaza de las Tres Culturas. Los policías, el Ejército y los granaderos vigilan. A las 6 comienzan los discursos. Después de haber volado un helicóptero que lanza luces de bengala, los tiros empiezan y Ejército y policía entran en acción.
El saldo de muertos y heridos no ha logrado ser determinado.
En noviembre siguiente, el Consejo Universitario elabora una declaración:
«La autonomía universitaria es parte del orden jurídico de la nación. Sin ella, la Universidad no puede cumplir sus funciones y se vulnera gravemente la democracia nacional. La defensa de la Universidad y de su autonomía es defensa de la democracia y nos compete a todos: estudiantes, profesores y autoridades en el cumplimiento de las leyes de la República.
«La Universidad, centro de investigación y de cultura, no es ajena a los problemas económicos, políticos y sociales del país. Su tarea es científica y no partidista… Pero es indispensable que la acción política que tienen derecho a ejercer como ciudadanos no impida las tareas docentes y de sus miembros o, al menos, ofrece el pretexto esperado por quienes pretenden que se cambien sus bases legales y su espíritu actual.
“Esta Universidad está en peligro y, por eso mismo, lo están el desarrollo democrático y la independencia del país. De ahí la enorme responsabilidad de todos los universitarios.”
Días después el rector Barros Sierra se dirige a los universitarios solidarizándose con la declaración del Consejo Universitario.
El documento hace un análisis de los peligros a que la prolongada suspensión de las labores docentes expone a la Universidad, como pieza vital del sistema educativo y democrático de México.
«Desde que acepté en mayo de 1966 encargarme de la rectoría, decidí que orientarían mi acción dos normas fundamentales: el fortalecimiento de una convivencia democrática interior, basada en la libre discusión, el diálogo y el respeto mutuo, y la renovación de nuestros sistemas de enseñanza y de los medios de administración. Habíamos logrado juntos muy apreciables avances en ese sentido…
«Quede bien claro que, con este nuevo llamado, planteo a la Universidad, en mi calidad de rector, una cuestión de confianza.»
Los universitarios respondieron. Durante 16 meses más, el rector Barros Sierra estuvo al frente de la Universidad. En 1970, el 20 de abril, terminó su gestión. No aceptó la reelección, alrededor de la cual se habían unificado las opiniones.
A la rectoría llegó, el 6 de mayo de 1970, el abogado y sociólogo Pablo González Casanova, quien mantuvo en calma a la UNAM y durante su rectorado se profundizó la reforma académica de la Universidad, y se crearon los Colegios de Ciencias y Humanidades y el Sistema de Universidad Abierta.
El 15 de agosto falleció el ingeniero Javier Barros Sierra, quien condujo los destinos universitarios en, quizá, la época más aciaga de la UNAM.