Actualmente tiene proyectos internacionales

95 años de descubrimientos estelares desde la UNAM

Se han hecho relevantes aportes observacionales, trabajos teóricos y modelos de cómputo; Guillermo Haro ubicó los objetos que serían llamados justamente Herbig-Haro, en 1954, y encontró galaxias muy azules con una actividad muy particular en su centro

En una zona montañosa, con un cielo oscuro y estrellado, una atmósfera transparente y estable, sin turbulencia y con poca humedad, se ubica el Observatorio Astronómico Nacional (OAN) de San Pedro Mártir. Un sitio con las condiciones perfectas para estudiar el universo, aunque no siempre se ubicó ahí.

Todo empezó hace 95 años, cuando la UNAM obtuvo su autonomía; el OAN pasó a su resguardo junto con todos los servicios nacionales. En su larga historia se ha ubicado en varias sedes. Se inauguró en 1878 en el alcázar del Castillo de Chapultepec; en 1883 pasó a Tacubaya; en 1942 llegó a Puebla y, finalmente, en 1971 se abrió la sede en San Pedro Mártir, Baja California.

Al incorporarse a la UNAM en 1929, el OAN se enriqueció porque entró al ámbito universitario con la docencia y, además de brindar el servicio de la hora, realizó investigación en astrofísica.

Para dar a conocer más sobre el OAN, José de Jesús González y José Franco, investigadores del Instituto de Astronomía de la UNAM, hablaron sobre el tema.

Hoy en día, San Pedro Mártir tiene 10 telescopios, y en su historia ha sido escenario de grandes avances astronómicos, reconocidos en todo el mundo, dijo José de Jesús González.

Por ejemplo, de 1887 hasta 1947 participó en el proyecto de la “Carta del Cielo”, que es un catálogo para identificar las magnitudes y coordenadas de las estrellas más brillantes.

Con la incorporación de nuevos instrumentos en Tonantzintla, Puebla, se estudiaron estrellas y nebulosas, y el entonces director del Instituto de Astronomía (que pertenecía al gobierno federal), Guillermo Haro, descubrió en 1954 los objetos que serían llamados Herbig-Haro.

Se trata de nebulosas asociadas a la actividad de la formación estelar, donde también se forman los sistemas planetarios. Llevan el nombre de Guillermo Haro y de George Herbig, quien hizo el mismo descubrimiento desde Estados Unidos. En otro aporte fundamental, Haro encontró galaxias muy azules con una actividad muy particular en su centro.

A finales de los 60 del siglo XX se estudiaron las nebulosas llamadas regiones H II, que están ionizadas por la radiación de estrellas jóvenes, asociadas a la formación de estrellas masivas. También, las llamadas nebulosas planetarias, que son ionizadas por enanas blancas y marcan el final de la vida de estrellas de baja masa, explicó José Franco.

Durante algún tiempo, la investigación interestelar en México fue una piedra angular para sus aportaciones, y se utilizaron computadoras a fin de apoyar el trabajo teórico dentro del Instituto. Así que, aunado a sus relevantes aportes observacionales, también hicieron trabajos teóricos y modelos de cómputo.

Además, la contribución técnica ha sido notable. Por ejemplo, destacan instrumentos desarrollados por los ingenieros del Instituto de Astronomía, quienes tienen una participación significativa en el telescopio óptico más grande del mundo, el Gran Telescopio Canarias, ubicado en el Observatorio Roque de los Muchachos, en la isla de La Palma, España. México es socio fundador del mismo y posee el 5 % de su tiempo de observación.

Hasta la fecha, el OAN ha sido el semillero de ciencias e ingenierías importantes como la óptica, la electrónica, la mecánica de precisión y hasta el internet, que han florecido en México gracias al Instituto de Astronomía.

San Pedro Mártir

El Observatorio de San Pedro Mártir es muy especial porque se ubica en una zona bastante grande, con las cualidades geográficas y climáticas necesarias para la observación astronómica.

Esas condiciones se dan dentro de una cordillera montañosa ubicada entre el océano Pacífico y el golfo de California. De hecho, en el mundo únicamente hay cuatro lugares con características similares: las islas de Hawái, los Andes en Chile, las islas Canarias en España y Baja California en México.

A partir de la década de los 70 del siglo pasado, la Universidad Nacional realizó un gran esfuerzo para obtener telescopios y aprovecharlos de manera más competitiva, de modo que para 1979 la sede del OAN en San Pedro Mártir ya contaba con tres: uno de 0.84 m, otro de 1.5 m y el recientemente inaugurado telescopio de 2.1 m. Desde entonces, se han desarrollado varios con sus respectivos instrumentos, siendo el más reciente el realizado mediante una colaboración internacional con Francia y que lleva el nombre de Colibrí.

Observatorio Astronómico Nacional en Tonantzintla, Puebla, hoy en día y la inauguración en 1962 de su Telescopio Schmidt Cassegrain de 2 m de diámetro; en la imagen, Adolfo López Mateos e Ignacio Chávez. Foto izquierda: Observatorio Astronómico Nacional Tonantzintla, Puebla. Foto derecha: IISUE / Archivo Histórico / Colección Universidad.

La importancia del OAN

Desde el siglo XIX, los observatorios astronómicos de Latinoamérica han sido piedras fundamentales para desarrollar las ciencias, no sólo para la astronomía, sino también para iniciar otras áreas como la meteorología, la hidrología, la óptica, los estudios del magnetismo y varias más, afirmó José Franco.

En ese siglo, los ingenieros topógrafos mexicanos tenían la encomienda de ubicar los puntos geográficos importantes de todo el país y localizar de forma precisa ciudades, montañas, ríos, etcétera. Para ello necesitaban un conocimiento detallado de la bóveda celeste, así que se convirtieron en las personas mejor capacitadas en astronomía de posición.

Una figura importante en esos menesteres fue el ingeniero y geógrafo Francisco Díaz Covarrubias, quien convenció al entonces presidente Lerdo de Tejada de llevar una expedición a Japón, en donde verían el paso de Venus por el disco solar. Compraron los instrumentos necesarios, fueron a Japón y su actividad fue todo un éxito.

A su regreso a México, y con el cambio de administración de 1876 de la presidencia, Díaz Covarrubias persuadió a Porfirio Díaz para desarrollar la astronomía en nuestro país.

Así se fundó el OAN en el Castillo de Chapultepec, pero el crecimiento de Ciudad de México generó una contaminación lumínica que lo hizo moverse a Tacubaya en 1883. Ahí estuvo hasta 1942, cuando por la misma razón se mudó a Tonantzintla, Puebla, siendo su director Guillermo Haro.

A mediados de la década de los 60 se cambia la estructura de los Servicios Nacionales y se transforman en institutos; así en 1967 surge el Instituto de Astronomía de la UNAM. Con su nacimiento se incorpora el OAN de forma directa a esa nueva organización universitaria.

Hoy en día, la UNAM tiene proyectos internacionales, no sólo en San Pedro Mártir, sino que también utiliza el Gran Telescopio Canarias, el más grande del mundo en su tipo, en el cual México participa como socio. Además, realiza investigaciones en el Gran Telescopio Milimétrico Alfonso Serrano, que está en Puebla, donde colaboró en la obtención de la primera imagen de un agujero negro en la galaxia M87 y, posteriormente, en la imagen del agujero negro que está en el centro de nuestra galaxia. Asimismo, desde hace varias décadas los investigadores de la UNAM contribuyen con observaciones realizadas desde los satélites ubicados en el espacio.

La última adquisición del OAN es el Telescopio Colibrí, que congrega grupos de investigación del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional, con apoyo del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías; y de Francia, de las universidades de Aix-Marsella, de Toulouse y de Grenoble-Alpes, así como del Centro Nacional de Estudios Espaciales y del Centro Nacional para la Investigación Científica.

Aunque el OAN es manejado por la UNAM, cualquier científico con una propuesta de investigación astronómica (de una institución nacional o extranjera con quien se tenga convenio) puede mandar una solicitud para usar sus telescopios.

José de Jesús González y José Franco. Fotos: Archivo Gaceta UNAM.
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