UN MURAL ABSTRACTO EN CIUDAD UNIVERSITARIA

Es el único mural exento, es decir, que se puede rodear por todos sus lados. Foto: Rafael Paz.

En 1957 la periodista Alma Reed publicó una de las primeras guías monográficas sobre la entonces flamante Ciudad Universitaria; ilustrados con fotografías de Mark Turok, sus textos narraban la historia de la Universidad, desde su fundación como Real y Pontificia, pasando por la historia de su autonomía para terminar en una detallada descripción del nuevo campus. Con fotografías a página completa y a todo color, la publicación enumeró y comentó los murales del Campus Central, todos menos uno: el de la entrada de la entonces Escuela de Veterinaria, a un costado de la Facultad de Medicina.

La publicación de Reed fue la primera de muchas en ignorar por completo a este mural. A pesar de insertarse de lleno en las tendencias de la arquitectura moderna mexicana, este objeto ha sido completamente borrado de la historiografía, su formato, ubicación, tamaño, técnica y, sobre todo, su contexto, nos ayudan a entender la posición del arte abstracto en el movimiento de integración plástica al momento de la concepción y construcción de Ciudad Universitaria.

Sus figuras bien podrían hacer referencia a la diversidad de animales que se estudiaban y resguardaban en Veterinaria. Fotos: Juan Antonio López.

El mural que nos ocupa vestibula el edificio diseñado por los arquitectos Félix Tena, Carlos Solórzano y Fernando Barbará Zetina, pensado como un anexo a la Facultad de Medicina. Se trata de la única obra de arte abstracto de todo el Campus Central de la Ciudad Universitaria y el único mural exento, es decir, que se puede rodear por todos sus lados ya que no está adosado al muro del edificio. Siguiendo el ancho de la fachada norte, el mural se compone de 18 figuras irregulares, de distintos tamaños y colores –verde, amarillo, azul, rojo y blanco con manchas azul marino– sobre un fondo color gris, todo esto en mosaico de vidrio sobre concreto, sostenido por pilotis de metal. Aunque el mural es completamente abstracto, sus figuras bien podrían hacer referencia a la diversidad de animales que se estudiaban y resguardaban en Veterinaria.

A pesar de que en muchas publicaciones que cronicaban los avances constructivos e informaban sobre los edificios de Ciudad Universitaria reparaban una y otra vez en los autores, dando crédito hasta a los jardineros, plomeros y electricistas, nada se sabe sobre el autor de este mural. Éste, aunque es tan diferente a los demás construidos en Ciudad Universitaria no es una excepción en la arquitectura e integración plástica que se estaba construyendo en ese momento en México, aunque sí es uno de los más tempranos ejemplos de este tipo de aplicaciones. En la década de 1950 varios arquitectos integraban murales abstractos de mosaicos de vidrio a sus edificios, la mayoría de las veces con resultados exitosos. En 1953, por ejemplo, Carlos Mérida proyectó un extenso mural en la entrada del edificio de Reaseguros Alianza, obra de Enrique del Moral, dos años después Mario Pani comisionó a Guillermo González para la decoración, también abstracta, de la plaza cívica de la Unidad Santa Fe; en 1959 José Luis Benlliure diseñó dos murales de mosaico para su Conjunto Aristos, estos, además de ser abstractos, también funcionan como objetos que vestibulan las entradas a los diferentes cuerpos arquitectónicos, guardan las mismas proporciones, están sostenidos en pilotis y, como el de Ciudad Universitaria, tampoco están firmados. Los murales del Aristos son sorprendentemente similares al mural de Veterinaria, posiblemente también de su autoría ya que Benlliure participó en la construcción del nuevo campus universitario, siendo el dibujante predilecto de Pani y del Moral.

Gerardo Vázquez/AFMT/IIE/UNAM

El de Veterinaria se inserta cómodamente en las tendencias arquitectónicas del momento, pero no con lo que se pensó para Ciudad Universitaria: figuración e iconografía cercanas a los discursos posrevolucionarios, títulos ilustrativos y nacionalismo explícito en composición y hasta en los materiales. Al ser completamente abstracto y no tener un título que conozcamos este mural fue fácilmente identificado como un objeto meramente decorativo, posible razón por la que fue ignorado en publicaciones y guías del patrimonio universitario. Al parecer, la preferencia por el realismo socialista fue más allá de los artistas, también influyó a los historiadores del arte y de la arquitectura.

Este mural es evidencia de la importancia que el Estado le dio al arte público como una herramienta de educación y propaganda, resistiéndose a asimilar el arte abstracto, el cual podría llegar a ser menos inmediato al momento de transmitir un mensaje específico. Esto sucedió en medio de las confrontaciones entre los muralistas Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros y los jóvenes artistas liderados por Mathias Goeritz que querían romper con el arte oficial y experimentar con la abstracción que a los ojos de los primeros provenían de esferas burguesas y capitalistas; ninguno de estos artistas abstractos fue contratado para intervenir los edificios del nuevo campus.

Es muy probable que el mural de Veterinaria haya sido encargado a un arquitecto joven y que su tímido tamaño y composición se deban al dominio de la figuración en todo el complejo. Ciudad Universitaria resguarda en este mural un importante antecedente de lo que pocos años después sería una fórmula muy exitosa y, finalmente, la integración plástica que más cerca estuvo de los ciudadanos, depositada en edificios de oficinas, condominios, departamentos, así como dependencias públicas, muchas veces llenos de mosaicos coloridos y por lo general, también abstractos.

Esta formado de mosaico de vidrio sobre concreto. Foto: cortesía AFMT / IIE / UNAM.
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