Huracanes y El Niño

La llegada del huracán Otis arrasó hace dos meses la costa de Guerrero y nos recordó que su estudio sigue presentando desafíos

La llegada del huracán Otis arrasó hace dos meses la costa de Guerrero y nos recordó que su estudio sigue presentando desafíos, lo que adquiere una dimensión importante considerando que México es uno de los países que más daños enfrentan por el embate de los huracanes. ¿Cómo podemos explicar este comportamiento errático? ¿Por qué es importante seguir de cerca al fenómeno de El Niño?

Los huracanes han sido estudiados desde la antigüedad y su actividad está relacionada con desastres y pérdida de vidas. En los últimos años se ha avanzado considerablemente en la predicción de su trayectoria e intensidad una vez que se forman. Sin embargo, a largo y muy corto plazo su predicción sigue siendo un desafío y los daños materiales y pérdida de vidas son considerables, como es el caso del huracán Otis. Es importante hacer un mayor esfuerzo en el estudio de los huracanes para reducir sus daños.

Según el Servicio Meteorológico Nacional, hasta el 1 de septiembre de 2021, 270 huracanes impactaron las costas de México en los últimos 50 años, en promedio 5.4 por año, por lo que en términos de seguridad nacional el tema es relevante, justificando mayor inversión en su estudio. El monitoreo se realiza principalmente mediante el uso de sensores remotos, como satélites y radares meteorológicos, labor efectuada básicamente por el Sistema Nacional de Huracanes de los Estados Unidos de América; en nuestro país los esfuerzos son limitados, no obstante que México es uno de los países que más daños tienen por el embate de los huracanes.

Los huracanes son sistemas complejos que transportan grandes cantidades de energía. Su impacto a menudo produce desastres que implican la pérdida de vidas humanas y daños materiales, como infraestructura, valorados en miles de millones de dólares. Sin embargo, no todo es negativo, pues los huracanes son la principal fuente de agua de lluvia.

Históricamente se han usado diferentes métodos para estudiar la formación y trayectoria de los huracanes, para alertar de forma temprana a la población donde estos pueden impactar. Los métodos van desde el monitoreo de la temperatura superficial del mar, hasta la solución de complejos modelos matemáticos. No obstante, el potencial matemático y computacional, en algunas ocasiones los pronósticos no son certeros, como fue el caso del huracán Otis.

Los huracanes se forman en la zona marítima tropical en verano y otoño, cuando la temperatura de la capa superficial del océano es mayor a 26 °C se favorece la formación de estos procesos.

Foto: Reuters.

En el Pacífico se presenta el fenómeno de El Niño, el cual no es periódico, pero muestra recurrencia entre 2 y 7 años y se manifiesta en las costas de América con un incremento en la temperatura y espesor de la capa superficial del océano en la zona costera, lo que favorece la formación de huracanes, ya que esta capa de agua cálida representa una fuente de energía para dichos fenómenos. Si bien no todos los huracanes pueden estar asociados a la presencia de El Niño, existen varios ejemplos que ponen en evidencia su efecto, como el huracán Paulina de categoría 4 en escala de Saffir-Simpson y que provocó grandes desastres en Oaxaca al tocar tierra en octubre de 1997, durante El Niño 1997/1998, el cual se ha considerado como El Niño del siglo.

Este año se ha evidenciado la presencia de El Niño 2023/2024 y se predice que llegará a su máxima intensidad durante el invierno de 2023-2024. El huracán Otis de categoría 5 tocó tierra en Guerrero en octubre de 2023, obtuvo su energía de la capa superficial de gran espesor que contiene agua cálida en las costas del Pacífico mexicano y su comportamiento errático pudo deberse a procesos no lineales de interacción entre el océano y la atmósfera incrementados por el exceso de calor en el océano debido a El Niño.

En un estudio realizado por investigadores del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, sobre series de tiempo del número de huracanes, se encontró que estos sistemas se mantienen en un borde caótico, lo que hace que a mediano plazo sea posible predecirlos, no así para largo y muy corto plazo, como sucedió con el huracán Otis. Un borde caótico, en sistemas complejos, puede ejemplificarse como cuando ponemos una moneda de canto, que puede caerse hacia un lado u otro dependiendo de condiciones externas, como serían el viento o movimientos imperceptibles del lugar donde está la moneda. O bien como una persona que viaja todos los días en el metro de la ciudad para ir a su trabajo, sabemos su trayectoria promedio, pero no sus movimientos en escalas de tiempo corto. Por otro lado, el número de huracanes en escalas de tiempo grande tampoco es fácil de predecir por esa misma propiedad.

La fuente de energía de los huracanes es el calor del océano, su formación y evolución es resultado de un complejo acoplamiento entre el océano y atmósfera. Entre mayor calor tenga el océano, más energía habrá para la formación del huracán, por eso es la gran preocupación que se tiene por el calentamiento global, pues representa una mayor cantidad de calor disponible en el océano para la formación e intensificación de los huracanes. El problema no se queda sólo ahí, los movimientos ascendentes del aire calentado por el calor del océano se hacen más rápidos y turbulentos, disminuyendo la capacidad de predecir dichos movimientos, lo que conlleva a que el sistema océano-atmósfera se vuelva más complejo, resultando en huracanes que se forman más rápido, con mayor energía, de mayor tamaño y con movimientos más erráticos.

En este nivel surgen varias preguntas: ¿fue el huracán Otis el primero de una nueva clase de comportamientos en huracanes? ¿Por qué se comportó así el huracán Otis?, entre otras. Las respuestas a estas y otras preguntas con respecto a los huracanes y los desastres que ocasionan están en el campo de la investigación en el mar; recordemos que la fuente de energía de los huracanes está en el mar, y en la atmósfera, que es donde se producen las mayores alteraciones en el comportamiento de los huracanes.

*Académicos del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología.

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