Relegados, los niños con síndrome de Tourette

En México la salud mental es poco valorada: Hugo Sánchez Castillo, de la Facultad de Psicología

Presentar movimientos involuntarios, no controlar decir groserías y ser vistos como bichos raros por quienes los rodean son motivos de sufrimiento para los pequeños que padecen el síndrome de Tourette, explicó el investigador de la Facultad de Psicología (FP), Hugo Sánchez Castillo.

En el contexto del Día Mundial de Concientización del Síndrome de Tourette, que se conmemoró el 7 de junio, el también profesor de la FP apuntó que debido al desconocimiento que se tiene de esta condición mental, que afecta al 1 % de la población, y al hecho de que en México se tiene miedo a admitir los problemas de salud mental, los niños pueden ser relegados y aislados socialmente.

Sánchez Castillo aclaró: “Nos da miedo aceptar que en nuestra familia hay alguien psicótico, esquizofrénico o con alzhéimer; simplemente se señala que es holgazán o que no quiere hacer las cosas. La salud mental es poco valorada. Una persona con un trastorno mental creemos que es débil y que no se ha adaptado, lo cual ha llevado justo a que los niños con el síndrome de Tourette sean más relegados”.

El experto en trastornos neurodegenerativos y de la conducta precisó que el síndrome de Tourette es una enfermedad antigua, en términos de registro. Fue descrito por primera vez por el neurólogo francés Georges Gilles de la Tourette en 1885, quien atendía a una marquesa que decía groserías y cuyo rostro parecía contracturado. Hoy se sabe que es una afectación en el nivel del ganglio basal y de la corteza prefrontal.

Padecen más frecuentemente esta enfermedad niños varones. Aparece en etapas tempranas del desarrollo, entre los 10 u 11 años, aunque hay algunos casos en los que los síntomas perduran hasta la edad adulta; sin embargo, cuando la corteza prefrontal madura, el paciente es capaz de regular su conducta.

Este padecimiento se caracteriza por la presencia de movimientos físicos involuntarios, que van desde alzar las manos o los pies repetitivamente, y la variante más complicada que es considerada maligna, porque implica conductas repetitivas de autolesión; por ejemplo, los niños se golpean y pueden romperse huesos o clavarse objetos punzocortantes, por lo que pueden ser confundidos sus síntomas con posesiones satánicas.

Sánchez Castillo enfatizó que los infantes reportan que antes de un episodio sienten un “aura”, empiezan a temblar o a ver luces. Al tratar de regular la conducta sufren mucho porque no es posible detenerla. Lo anterior les causa un problema de adaptación muy importante; son vistos como raros, problemáticos y en casos extremos monstruos.

Otros síntomas son repetir todo lo que otra persona dice (ecolalia); decir palabras obscenas o impropias (coprolalia), y hablar, hablar y hablar (palilalia).

Sánchez Castillo comentó que los problemas relacionados con la mente no se curan, se controlan. La depresión, la ansiedad son padecimientos con los cuales se debe aprender a vivir. En el caso del síndrome de Tourette, cuando los niños tienen esta disfunción por lo regular al crecer se les quita, pero si es crónico al desarrollarse se les puede tratar con fármacos antipsicóticos para que no se sobreexiten.

Importancia de un buen diagnóstico

El investigador precisó que, debido a la naturaleza de esta afección es posible confundirla con un trastorno de déficit de atención por hiperactividad, ansiedad (por los gritos o exasperaciones) o autismo (por la actitud repetitiva y los movimientos constantes).

Por lo anterior, dijo, debe haber un reconocimiento correcto de la sintomatología, para que los niños sean diagnosticados de manera precisa.

Recomendó a los padres observar si su hijo tiene un problema de adaptación, bajo rendimiento escolar, se encuentra retraído, no se junta con amigos; si está con las manos bajo la mesa agarrándolas fuertemente es probable que lo que pretenda sea tratar de controlar el tic motor, o si empieza a hacer ruidos extraños varias veces, es posible que esté fuera de su control, por lo que en lugar de regañarlo o castigarlo lo primero que tienen que hacer es acercarse y preguntarle abiertamente si lo puede controlar o no.

Adicionalmente, se debe buscar ayuda especializada. La Facultad de Psicología cuenta con profesionales que ofrecen servicios en sus clínicas y en hospitales públicos con los que colaboran. Esto no lo cura un médico, un yerbero, un chamán o una pseudociencia, por lo que enfatizó que no es necesario tener miedo de las instituciones y es posible acercarse en busca de ayuda profesional.

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