A treinta años de la Declaración y la Plataforma de Acción en Beijing…

En septiembre de 1995 tuvo lugar la IV Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing, China. En ese marco, se aprobaron la Declaración y la Plataforma de Acción que desde entonces impulsa Naciones Unidas a través de los gobiernos de los Estados parte para “promover los objetivos de igualdad, desarrollo y paz para todas las mujeres del mundo, en interés de toda la humanidad” (numeral 2 de la Declaración).

A casi 30 años, la situación de las mujeres muestra indudables avances en las áreas que atañen de forma más directa a los derechos sociales generales –educación, trabajo, salud, participación política– pero también se observan dificultades para tener un avance sostenido en los derechos específicos de las mujeres, en particular cuando se analiza desde una perspectiva interseccional e intercultural.

Así, temas como la pobreza, la deuda, el ejercicio del poder y la toma de decisiones de forma autónoma, la protección a las niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres adultas mayores, así como la erradicación de la violencia, además de derechos humanos clave como los sexuales y los reproductivos, siguen siendo problemas cuya solución se continúa vislumbrando lejana.

La preocupación por el peso que tienen los contextos mundial, nacional, regional y local en las posibilidades de lograr avances reales y sostenidos en todos los aspectos que garantizarían la igualdad, el desarrollo y la paz para todas las mujeres, en su amplia y compleja diversidad, estuvo presente desde 1995. Uno de los problemas de particular atención fue la permanencia de guerras en distintas latitudes del orbe.

Treinta años después, el escenario es similar, con la agravante de que hemos transitado de la Caída del Muro de Berlín a la antesala de lo que distintas/os analistas consideran las primeras escaramuzas de una conflagración mundial de dimensiones inéditas, porque esta vez sería multilocalizada y se imbricaría con las guerras que están en cursos desde hace décadas.

Además, autoras tan agudas como Nancy Fraser han insistido en varias ocasiones en señalar que vivimos un periodo de crisis generalizada en el que a las crisis económica, política y social se sumó de forma decisiva la climática. Esto ha generado un ambiente adverso para cumplir los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, acuerdo programático que actualizó la Plataforma de Acción de Beijing.

La Agenda 2030, aprobada en septiembre de 2015, constituye una aspiración de alcance global para reconfigurar los objetivos que las instancias internacionales perfilan como deseables para lograr que la humanidad se dirija de forma conjunta hacia la erradicación del hambre, la pobreza y la desigualdad, así como hacia la construcción de sociedades justas, igualitarias, equitativas, incluyentes, respetuosas de los derechos humanos –en particular de los que corresponden a las mujeres–, protectoras de la naturaleza y del medio ambiente, con énfasis en la promoción de la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas. Para lograrlo, se establecieron 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que se convirtieron en el faro y, a la vez, el baremo para medir el cumplimiento de los compromisos adquiridos por los gobiernos en cada una de esas materias.

La UNAM se ha sumado a esos esfuerzos, combinando las necesidades internas de solución de los problemas que afectan a las mujeres universitarias (estudiantes, académicas y trabajadoras administrativas) con la alineación a las políticas públicas establecidas a nivel federal y de Ciudad de México para impulsar la igualdad sustantiva, la no discriminación y la erradicación de toda forma de violencia. Lo ha hecho a través de acciones al interior de la institución y de vinculación con instancias internas.

En relación con lo anterior, corresponde a la comunidad universitaria recordar que el 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, es una fecha propicia para hacer un paro en el camino, revisar los avances, los logros, las tareas pendientes, los retos y las acciones a tomar para contribuir a que tanto en la vida universitaria como en la cotidiana de cada persona universitaria se sigan y fortalezcan los avances logrados en la construcción de la igualdad sustantiva y de género, se amplíen los derechos humanos y universitarios de las mujeres, y se cuente con la fortaleza necesaria para evitar que se reproduzcan los mecanismos antiderechos, antidemocráticos y anticientíficos presentes dentro y fuera del país que podrían revertirlos.

*CEIICH – CIGU / UNAM

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