“Al final vamos a cantar porque queremos hacerlo, porque queremos ser escuchadas”

La soprano considera que los músicos tienen la responsabilidad de que Alma Mahler siga sonando en más orquestas

Alma no podía acudir a la clase de ninguna academia de música, pues las mujeres lo tenían prohibido; pero ella ya transpiraba las notas, las partituras, la armonía. La música estaba en todos sus pensamientos: “No hay nada que me haga más feliz que terminar una canción y tocarla entera. La toco una y otra vez, y soy capaz de escuchar mi propio reflejo en el sonido”. Y añade Cate Haste en su libro Alma Mahler. Un carácter apasionado: “Esperaba encontrar un cielo azul sobre la tierra, pero en cambio encontré la música”.

El pasado fin de semana, la soprano Cecilia Eguiarte, egresada de la Facultad de Música, cantó en la Sala Nezahualcóyotl con la Orquesta Filarmónica de la UNAM como parte del programa 9, titulado Foco Austria, los Cuatro Lieder (1915) de Alma Mahler, quien incorporó las plumas de poetas como Gustav Falke y Richard Dehmel, impregnadas del Impresionismo francés y la Segunda Escuela de Viena.

Eguiarte señaló que Alma a pesar de las adversidades “supo navegar las aguas para hoy también estar presente. No se censuró, por eso están estas canciones y otras más”.

Su obra no logró trascender en su época, pero lo está haciendo ahora, añadió. “Y tenemos la responsabilidad de que siga sonando en más orquestas, también que haya grabaciones de su música, porque existen muy pocas”.

La dificultad más grande que tuvo Eguiarte en esta interpretación fue ponerse en el papel de Alma. “Sentir lo que ella sintió es muy doloroso”. Su intención es seguir con este empoderamiento. “Me imagino que un día ella percibía esta luz en la noche y dijo: siento este dolor. Creo que a todos nos ha pasado que cuando estás melancólico, o alguien se muere, o cuando te deja alguien, sentimos este vacío interno. En la primera canción el desafío que vi fue traer y abandonar ese dolor, porque al final se desprende de él”.

En lo personal, acotó: “Sí he tenido muertes cercanas que me han provocado ese vacío en el corazón; pero el de ella es diferente, porque tenía una relación de amor-odio con Gustav Mahler. Y es un dolor, creo, de enojo, que nos muestra un poco en la tercera canción”.

En esa primera canción decide parar su corazón: duerme corazón; parar su dolor y dice: “tú ya no escucharás nada de esta voz”.

Eguiarte siente que Alma se dice a sí misma: voy a empezar de nuevo. “Los colores de la orquesta son muy profundos, oscuros, y al final te dejan una gran pregunta: ¿qué sigue? Y lo que sigue es la felicidad en el bosque, una felicidad que ella encuentra en una nueva etapa de su vida que es cuando se casa con Gropius en 1915. Se da cuenta que en esta soledad que ella vivía después de la muerte de Mahler está feliz. Esto ahora lo podemos traducir al amor propio”.

Y este amor propio hace su música, su voz, su ser como mujer, la hace compartirse como alguien nuevo, añadió. “Y es lo que yo encontré en la segunda canción, y quiero transmitir estas nuevas ganas de compartirme. La tercera canción son todos sus ires y venires en la vida y la última es en la que cosecha, el momento en donde ella se libera de las ataduras y está viviendo su presente”.

Es un ciclo que viene desde la oscuridad hacia esta luz, concluye. “Y sí me remite a empezar con dolor, que es difícil porque casi siempre en las óperas acabas con dolor. Aquí es al revés, arrancas con el dolor y terminas con la luz. Hay que cuidar mucho el cuerpo del cierre, que no se quede cerrado, porque el dolor te imprime estar desde tus entrañas, pero desde un lugar más de noche, más oscuro. Y transitar estas canciones para arribar a esta felicidad, me parece que se va abriendo y abriendo hasta que llega esa ave gloriosa”.

Si traemos a Alma Mahler a este presente es también por el valor que le estamos dando a las compositoras mujeres: de escucha, igualdad, liberación, presencia, considera Eguiarte. “Al final vamos a cantar porque queremos hacerlo, porque queremos ser escuchadas”.

Cecilia Eguiarte ha ganado los concursos Francisco Araiza (2013) y el distrital de la Ópera Metropolitana de Nueva York (2021). Ha participado en varios estrenos, entre ellos Luciérnaga de Gabriela Ortiz (2018) y La sed de los cometas (2022) de Antonio Juan-Marcos, así como la primera representación en México de El gran macabro (2019) de György Ligeti. Forma parte del Estudio de Ópera de Bellas Artes. Ha sido solista con la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, la Sinfónica del Estado de México, la Sinfónica de Minería y la Filarmónica de la UNAM.

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