La inteligencia artificial (IA) genera tal entusiasmo que se espera de ella mucho más de lo que en realidad puede hacer, por lo que sería prudente distinguir entre lo que es factible y aquello que pertenece a la ciencia ficción, apuntó Carlos Gershenson, del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS), al impartir la conferencia ¿Qué es la IA?
“Ésta nos llevará a desarrollar nuevas tecnologías, hará que tengamos vehículos autónomos e incluso modificará nuestra sociedad y economía; sin embargo, dichos cambios no serán tan radicales como para quitarnos nuestro trabajo y dejarnos en el desempleo.”
Invitado por el Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) para charlar con docentes y alumnos, el académico indicó que la literatura y el cine son proclives a fantasear sobre los alcances de la IA y que mucho de lo planteado en cuentos y películas podría ser factible en un muy largo plazo, pero quienes hablan con seriedad sobre el tema rara vez hacen predicciones que superen los cinco o 10 años.
“Simplemente asuntos como el reconocimiento de voz plantean muchos problemas todavía. Yo le puedo verbalizar una orden a mi iPhone y es muy probable que éste termine por hacer una cosa muy distinta a la que le dije. Son muchos los avances, pero también demasiado lo que resta por hacer.”
La rebelión de las máquinas
En opinión de Carlos Gershenson, hay actividades que las máquinas ejecutan sorprendentemente bien, como hacer cálculos aritméticos o demostrar teoremas. “Todo aquello que se pueda formalizar o automatizar, ellas lo hacen mucho mejor que nosotros”.
Eso explica por qué el 11 de mayo de 1997 sucedió lo que algunos creían imposible: el ordenador Deep Blue venció en ajedrez a uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, Garry Kasparov, y por qué el 15 de marzo de 2016 un software de la compañía DeepMind derrotó al sudcoreano Lee-Se-Dol, campeón mundial de go.
“Cuando esto se dio muchos aseguraron que las computadoras ya nos habían superado y que sustituirían a los humanos, pero es importante señalar que ambas pruebas eran cerradas, es decir, los dos juegos tienen reglas preestablecidas e inmutables, un principio, un fin y una medida de progreso, lo cual le sienta bien a un algoritmo.”
En contraste, el mundo real no sigue esquemas tan precisos y por eso la IA suele fallar cuando se ve frente a problemas reales y, si tiene éxito y se le encomienda acometer una tarea diferente, ya no puede, pues lo que en un inicio hizo adecuadamente no es generalizable ni efectivo al ser trasladado a otros dominios.
“De tal modo, resulta descabellado pensar en futuros apocalípticos en los que las máquinas conquistan el planeta. Aunque nos gusta ponerlas a competir contra los seres humanos (de hecho, hay una justa, la RoboCup, cuyo propósito es que en 2050 haya robots capaces de vencer a futbolistas reales), la tendencia apunta a una simbiosis.”
Cada vez dependemos más de la tecnología, pero no por ello las computadoras y los autómatas nos reemplazarán en el trabajo, advirtió Carlos Gershenson. “A fin de cuentas son muchas más las cosas que una máquina no puede hacer que aquellas que sí puede”.