¿Te ha dado miedo hacer estas crónicas periodísticas?
– Sí, cómo no. Pero pesa más la curiosidad.
¿Has sido perseguida?
– En Centroamérica sí, mucho. Un presidente me denunció en un noticiero en una época en la que estaban matando gente. Antes de la guerra.
¿Cómo le haces para poder sobrevivir tanto dolor?
– No sé. Pues todo mundo sobrevive y ya, ¿no?
¿Quién responde así? La voz de la experiencia. La voz de alguien que ha visto, vivido y conocido las entrañas del miedo. La voz de alguien valiente y con coraje que comunica de forma clara, profunda, comprometida: la periodista Alma Guillermoprieto quien conversó sobre 40 años de su oficio retratando la realidad latinoamericana mediante sus crónicas, en una conversación que sostuvo con la escritora Rosa Beltrán en la UNAM.
Alma Guillermoprieto presenció los horrores de la guerra en El Salvador y Nicaragua; respiró los olores más nauseabundos de los basureros de Ciudad de México; vivió la violencia del narco en Colombia; el terror y la captura del líder de Sendero Luminoso en Perú; la lucha de los mineros y cocaleros en Bolivia; la crisis económica del corralito en Argentina, y la destitución de Fernando Collor de Mello en Brasil, entre muchas otras historias.
Carrera exitosa
La cronista puede hablar de casi cualquier rincón de lo acontecido en América Latina, es una mujer con una carrera exitosa –como pocas en México– en el arte de la crónica periodística. Con un estilo muy personal que entremezcla reportaje, ensayo e investigación con humor, ironía y malicia.
Siempre respetando la palabra y los valores éticos del oficio. Entregando cuerpo y alma. Con la misma exigencia y disciplina con la que practicó la danza, su primera pasión y profesión que la llevó incluso a estudiar en Cuba.
“La crónica te ayuda a digerir la información (…) Si vas buscando la nota, estás perdido”, destacó la periodista en la conferencia que a ratos parecía más una charla íntima en la que sólo faltó el café. Su sencillez y voz tenue despiertan de inmediato la empatía del público.
La franqueza con la que se dirige y cuenta sus experiencias como reportera, sus retos como mujer al ser discriminada por las fuentes y su amor por el oficio, la convierten en una voz de autoridad en el tema. Sensible y analítica. Sin recetas mágicas, pero optimista y que sin duda ve la lectura como “un espacio de silencio en un mundo muy ruidoso. Un espacio para entender realmente, lentamente, un mundo tan difícil. La lectura es una manera de tener esperanza”, considera.
Sobre todo en momentos de rabia como el que vivimos hoy en día en el ámbito global, encarnado por Donald Trump, en momentos de fake news, posverdades e hiperconsumo. “El periodismo de crónica es una contribución a la sociedad”, indicó.
En 2017, Guillermoprieto fue galardonada con el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria y este año recibió el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades por su profundo conocimiento de la compleja realidad iberoamericana.
Su carrera periodística inició en los años 70 del siglo pasado, cuando cubrió la revolución sandinista para The Guardian; en los 80, escribió para The Washington Post sobre la masacre de El Mozote, durante la guerra civil en El Salvador; más adelante trabajó para la revista Newsweek, y, en los 90, hizo largas crónicas para The New Yorker y The New York Review of Books. También pertenece a la Fundación para el Nuevo Periodismo, creada por Gabriel García Márquez en 1995.
Entre sus libros destacan: El año en que no fuimos felices (1998); Al pie de un volcán te escribo (1995); Las guerras en Colombia: Tres ensayos (1999); La Habana en un espejo (2005), y, el más reciente, Los Placeres y los días (2015).