Amor líquido y los objetos
Las relaciones humanas y amorosas han pasado de ser objetales, a ser líquidas, donde un individuo se relaciona con alguno otro, y luego lo desecha para relacionarse con otro de otras características, para volverlo a desechar y repetir la historia, señala el Maestro Óscar Clavellina, Académico de la Facultad de Psicología y de la de Ciencias Políticas y Sociales.
Todas las relaciones humanas se manejan de distinta forma, pero en todas se tienen aspectos biológicos y sociales, En el biológico entra el cerebro, la sensación y percepción, las hormonas, las reacciones, químicas, las eléctricas, que involucran al ser humano como ente, y también está el componente social, un ser complejo que se relaciona con el mundo como individuo y como colectivo, esos son los componentes culturales, señala el maestro Óscar Clavellina, académico de la Facultad de Psicología y de la de Ciencias Políticas y Sociales.
Ninguna de estas, distan de otra, se trata de un constructo muy complejo, comenta Clavellina, que tiene muchas aristas pero ninguna es más que otra, esto es una relación objetal. Un objeto puede incorporar muchos otros objetos, pero no puede ser un ente vacío. Nos relacionamos nombrando esos objetos, de allí la riqueza de estas relaciones: Un hombre o una mujer con otro objeto, que puede ser otro hombre u otra mujer. Los objetos se construyen a partir de ciertas características en las cuales entran otros elementos de tiempo y espacio.
Zygmunt Bauman habla del amor líquido, que se caracteriza por la fragilidad de lo vínculos humanos desarrollados en la postmodernidad, si antes las relaciones objetales eran más largas, ahora son desechables. Me relaciono con alguno y lo desecho y me debo relacionar con otro, de otras características. Me posibilitan tener ese otro objeto, luego otro, y otro, vínculo, y esa es una historia de nunca acabar.
Éstas son relaciones a las que el propio sujeto le da a un objeto, se lo da a partir de toda la concepción cultural y biológica, nos permiten relacionarnos y crear vínculos con otra persona, crecer, pero entre más líquido es el vínculo, es más efímero. El deseo se nutre, pero cuando tenemos lo que deseamos, no vamos a poder desear porque lo tenemos todo. Una relación de este tipo le permite al individuo vincularse al mundo, tener un deseo lo hace ir al fin del mundo, si toda mi vida trabajo para ello, va a tener un trayecto, en el sentir de mi existencia, comenta el maestro Clavellina.
Las características de una relación objetal nunca serán completadas, siempre se van a reconfigurar y ese objeto va a envejecer. El contexto, la condición de posibilidad va a cambiar, el deseo se descompone y se desdibuja; nos da la posibilidad de construirnos, reconstruirnos y deconstruirnos. En toda la historia vivimos como sujetos en virtud de relaciones objetales, porque las podemos enriquecer, el vínculo se enriquece. La liquidez hace que se descomponga, ya no valora se valora el vínculo, ya no hay una relación duradera y el deseo se desvanece.
Las redes sociales virtuales como Tínder, FB, o cualquiera otra, tienen otro fenómeno, pues el ser humano crea sus herramientas, crea sus mecanismos de economía, y entonces surgen los deseos perversos, es decir las cosas que queremos pero que no podemos tener. Sin embargo, logramos satisfacer deseos perversos, por ejemplo, alguien desea un oso polar, le paga a alguien y lo consigue, pero me surgió de un deseo que me vendieron, eso me lo dio la economía.
La economía incorpora la venta de algo tan básico como la comunicación. En lugar de hacerlo en persona, lo hacemos por whatsapp, o Messenger y los consumimos. Llega a tal extremo de consumismo inmediato que no podemos relacionarnos sin redes sociales virtuales, señala el experto.
Hay un problema de inmediatez, lo pido y ya lo tengo enfrente. El intermediario que entra en un sistema económico, pervierte al ser humano.
¿Se puede amar a las cosas, en lugar de a las personas?
Amar no, comenta Clavellina, “se puede desear, todas las relaciones objetales obedecen al deseo, pero de eso amar, es otra cosa, el querer es otra cosa, el deseo implica una energía interna con una relación hacia otro objeto, en el cual le incorporamos elementos de nuestra cultura, cuando decimos amar, en términos poéticos, una relación con otro objeto que tiene que ver con un deseo, con coincidencia, el amar es respetar al otro objeto con las características y entender ese objeto, amar implica respeto.
El amor líquido se presta a la discriminación, los deseos perversos discriminan, yo deseo algo con ciertas características, el punto es que, si lo llevamos a un deseo alcanzable, lo escalamos a lo inalcanzable.
Cuando entramos a la sicología, es algo que sucede mucho, catalogamos o categorizamos al sujeto, entonces cuando el sujeto está sustituyendo por un coche, o sustituyen hijos por perros, no están enfermos, ni trastornados, simplemente son relaciones objetales, que pueden evocar una falta o una carencia. Se trata de una proyección de la falta, unos la cubren con intelecto, sexo, o dinero, pero todos estamos en falta y hay que respetarla siempre y cuando no impacte en mi integridad, el que tiene “perrijos”, que no quiera los míos, o el que acumula dinero, que no quiera explotarte para conseguir más.
Hay que recordar lo que nos nutre, por ejemplo, un amigo crece conmigo y esa es una relación objetal, pero Facebook, o Whatsapp no van a crecer conmigo, después habrá otra, no podemos decir que eso es una enfermedad, pero es un síntoma en términos de la humanidad y ese síntoma es la liquidez, termina el maestro Clavellina.