Antón Chéjov, retratista de la complejidad humana
A 115 años de su fallecimiento, la obra del cuentista y dramaturgo ruso sigue conmoviendo de manera sutil y profunda
Iván Ivánovich Husmeadórov es esposo de la dueña de una academia de artes y de una pensión para señoritas. Ella le ha encargado dictar una conferencia sobre los efectos dañinos del tabaco. Sin ser médico o científico, el hombre se para frente a su público con aplomo y comienza con su exposición… que se va alejando cada vez más de una charla sobre salud. En torno a esta situación se desenvuelve el monólogo Sobre el daño que causa el tabaco, que escribió Antón Chéjov (1860-1904) en 1886, cuando tenía 26 años.
En éste como en la mayoría de sus textos se pone de manifiesto ese estilo de humor irónico pero no ácido, sino más bien piadoso y empático, que le dio personalidad a su obra; un humor con el que al mismo tiempo puedes reír y llorar porque surge de la desesperación, la miseria y el dolor. Este aspecto fue uno de los que cautivó al actor Héctor Sandoval desde su primer acercamiento con la obra del escritor ruso, cuando en 2012 vio en escena Tío Vania, montado por David Olguín en el Foro Sor Juana del Centro Cultural Universitario: “Ese humor es de una finura artística cautivante, es algo que le da un cariz muy interesante a las obras de Chéjov”, asegura.
Héctor Sandoval, egresado del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, interpreta la versión teatralizada de Sobre el daño que causa el tabaco, estrenada recientemente en la plataforma Descarga Cultura.UNAM (https://www.descargacultura.unam.mx/), monólogo con el cual ya se había puesto el saco del apesadumbrado Iván Ivánovich durante una temporada en la Sala Julián Carrillo de Radio UNAM, en 2014. Para él, Chéjov es el gran retratista de la complejidad humana desde un punto de vista piadoso; sin grandes historias ni héroes, simplemente con su ojo puesto en la cotidianidad, que también está llena de dramatismo: “Uno convive con dolores discretos, con frustraciones discretas, con sueños que se van quedando en el tintero porque la vida va corriendo; esa parte de la condición humana es la que permea todos los cuentos de Chéjov”, dice el artista escénico, quien participó en el montaje Vine a Rusia porque me dijeron que acá vivía un tal Antón Chéjov, en 2018.
Aunque el corpus de sus relatos es mucho mayor al de sus obras de teatro, el autor de textos como La tristeza o Vanka tiene también un lugar reconocido en la dramaturgia. Cuatro son sus obras más sobresalientes: Tío Vania, La gaviota, El jardín de los cerezos y Las tres hermanas. En estas obras, Chéjov introdujo mecanismos revolucionarios para el teatro de su época, como la llamada “no acción directa”, con la que, aunque aparentemente no está pasando nada, el personaje en realidad se está transformando, va poco a poco en decadencia “lo que le permite al actor ir a la parte más sensible, a ser empático con el dolor del personaje; esto se vuelve verdaderamente conmovedor”.
Para Héctor Sandoval, lejos de que Chéjov sea un autor que está muy lejos en el tiempo y en el espacio, es un autor muy humano y totalmente vigente que nos dice que el verdadero sentido de la vida está en seguir adelante, en no quedarse en el letargo: Tengo la sensación de que a nivel global estamos en el mismo clima en el que Chéjov escribió obras en las que ya vaticinaba la caída del imperio zarista; este clima de algo en decadencia y algo que está surgiendo y que puede venir a reformar muchas cosas. Ante eso, lo que Chéjov nos aconseja en sus obras es que hay que ponerse a trabajar”.