Arquitectura aborda la discapacidad desde distintas perspectivas

Se trabaja en ello tanto en el Centro de Investigaciones de Diseño Industrial como en un seminario especializado en aspectos incluyentes

La atención de las personas con discapacidad es uno de los temas de interés del Centro de Investigaciones de Diseño Industrial (CIDI) de la Facultad de Arquitectura (FA).

En esa Facultad también se cuenta con el Seminario de Arquitectura y Diseño Incluyentes (SADI), donde se atienden problemas de accesibilidad y participan profesores de las cuatro licenciaturas que se imparten: Arquitectura, Diseño Industrial, Arquitectura del Paisaje y Urbanismo, “y nos apoyamos en el trabajo de otros especialistas como diseñadores gráficos, psicólogos, economistas o sociólogos”, compartió su coordinador, Mauricio Moyssén Chávez.

En ese espacio académico, creado en 2005, se llevan a cabo tres ejes de acción: investigación aplicada sobre discapacidad y accesibilidad; educación y divulgación; y diagnóstico y recomendaciones sobre accesibilidad. Por ejemplo, “hemos logrado que se incluya como asignatura el tema de la accesibilidad en tres de los planes de estudio de la Facultad”.

Al dictar la conferencia Oportunidades de las nuevas tecnologías para atender a las personas con discapacidad, añadió que en ese Seminario se atienden cuatro grandes grupos de discapacidades: física (de miembros superiores e inferiores), sensorial, cognitiva y psicosocial. Pero también se consideran otros grupos vulnerables, entre los que se encuentran las personas de la tercera edad, mujeres embarazadas, niños, personas de tallas extremas (con obesidad, tallas pequeñas o gigantes), e incluso la población zurda, que en ocasiones es desatendida al momento de diseñar objetos.

Al participar en el Martes Coloquial del Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología (ICAT), el experto señaló que “para nosotros es fundamental que las personas usen un objeto de manera cómoda, con seguridad y autonomía, elementos que sumados nos llevan al concepto de dignidad”.

Explicó que es importante distinguir entre igualdad (dar lo mismo a todos) y equidad (dar a cada quien lo que necesita). Por ejemplo, desde el año 2000 se incluyeron en el entonces Distrito Federal las mascarillas braille, para que las personas ciegas puedan emitir su voto durante las elecciones, o un embudo con el cual colocan las boletas en la urna, o módulos móviles para personas con discapacidad o de la tercera edad, gracias al diseño de una egresada del CIDI.

El profesor de la FA alertó que hay muchas personas con discapacidad temporal, permanente o progresiva, que requieren auxiliares de marcha, por factores como la edad; son quienes necesitan muletas, andaderas, sillas de ruedas, etcétera.

Desde la antigüedad, recordó Moyssén Chávez, no sólo se ha tratado de atender esta necesidad, sino que se ha buscado la similitud con el miembro amputado. Hoy los egresados diseñan triciclos para niños con problemas de motricidad y coordinación, muletas adaptables o un juego que permite a un pequeño con capacidades diferentes jugar con otros infantes, haciendo posible su integración social, al tiempo que en el ICAT se ha desarrollado un “sistema wearable para evaluación biomecánica de movilidad de la columna y articulaciones finas por sensores inerciales”, a fin de mejorar la calidad de vida de las personas.

El ingenio de los diseñadores del CIDI es notable: tomando como base un juguete mexicano, el “atrapa-novios”, Juan Carlos Sebastián diseñó el socket de prótesis, “que es la parte más delicada porque está en contacto directo con el cuerpo, y el muñón cambia de forma y volumen, e implica un gasto cada vez que se modifican las medidas del brazo o miembro amputado”. Gracias a este sistema, que fue motivo de una patente, se puede ajustar de manera natural.

En el ICAT, resaltó Mauricio Moyssén, se desarrolla investigación que puede servir de fundamento “para los trabajos de investigación aplicada que hacemos nosotros”.

Así, el académico propuso crear una Red de Investigación Aplicada de la UNAM que permita desarrollar proyectos conjuntos, fomentar el trabajo colaborativo entre distintas entidades, sumar conocimientos y habilidades, compartir experiencias y aprendizajes, ofrecer soluciones integrales a los problemas, optimizar los recursos humanos y materiales, aumentar la eficiencia, la productividad y la difusión.

En la Universidad, que responde a la realidad del país, se enfrentan diversos retos. “Hacemos esfuerzos muy importantes, cada quién desde su posición, para mejorar las condiciones de vida de las personas. Ejemplo de ello es el CIDI y el SADI, donde hemos desarrollado proyectos de investigación con distintas dependencias, como las facultades de Ingeniería o Psicología, la Escuela Nacional de Trabajo Social, institutos como el de Ingeniería o instancias como el Laboratorio de Aplicaciones Interactivas para la Neuro-Rehabilitación del Instituto de Fisiología Celular”.

Sin embargo, reconoció, “por ello se requieren más proyectos colaborativos que impidan desaprovechar los recursos internos y externos”.

En la consecución de esa meta, el CIDI y el SADI pueden aportar 14 profesores de carrera y 19 técnicos académicos, laboratorios de investigación aplicada y de materiales, impresoras 3D y capacidad de conjuntar información y propuestas de diversas especialidades, concluyó.

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