Ayuda para un corazón destrozado

Desde hace algunos años los neurocientíficos nos explicaron que durante el enamoramiento se producen montones de neurotransmisores relacionados con las adicciones, pero que después de cierto tiempo volvemos a la normalidad

Poetas, compositores de boleros, de baladas románticas, de canciones de amor en general, tienen razón: durante un rompimiento amoroso nuestro corazón se apachurra, pero ahora sabemos que no metafóricamente.

Cuando rompemos o terminamos una relación amorosa el dolor que experimentamos es tan intenso que sentimos el corazón destrozado, y se dice que el ser amado nos rompió el corazón.

En 1970, The Bee Gees, un grupo pop australiano, puso de moda How Can You Mend a Broken Heart?, canción cuyo título en México fue ¿Cómo ayudar a un corazón destrozado? Hoy, la respuesta a esta pregunta la tienen las ciencias médicas.

Desde hace algunos años los neurocientíficos nos explicaron que durante el enamoramiento se producen montones de neurotransmisores relacionados con las adicciones, pero que después de cierto tiempo volvemos a la normalidad. Sin embargo, al corazón no se le mencionaba.

Los investigadores han sospechado que el padecimiento -aunque puede ser mortal, suele sanar con el tiempo- está relacionado con el cerebro y con la manera en cómo el sistema nervioso maneja el estrés.

En un trabajo publicado en European Heart Journal –“Altered limbic and autonomic processing supports brain-heart axis in Takotsubo syndrome”– investigadores del Hospital de la Universidad de Zurich y de la Universidad de Zurich encontraron que el cerebro de personas con una enfermedad poco común conocida como “síndrome del corazón destrozado” funciona distinto al de personas que no tienen ese síntoma; es decir, lo que ocurre en la cabeza puede dañar al corazón.

En efecto, en algunas personas cuando pasan por momentos de tensión extrema, como la pérdida de la persona amada o del empleo, su corazón se debilita e inflama, y esto llega a ser tan grave que el ventrículo izquierdo se deforma y empieza a tomar la forma de una trampa que en Japón utilizan para pescar pulpos, conocida como takotsubo.

De ahí el nombre de esta miocardiopatía: síndrome de takotsubo, en la cual, el impacto de las emociones en el cerebro afecta el funcionamiento cardiaco.

Fue precisamente en Japón donde se describió por vez primera este síndrome, en la década de 1990, y con los años se ha visto que es muy poco frecuente pues sólo en uno por ciento de los pacientes con sospecha de síndrome coronario agudo se ha detectado, en especial mujeres posmenopáusicas.

El sistema nervioso simpático hace que nuestro organismo –por supuesto, incluido el corazón–, funcione más rápido como respuesta al peligro; por su parte, el sistema nervioso parasimpático regresa todo a la calma, mientras el sistema límbico controla las respuestas emocionales.

En las regiones del cerebro que regulan estos sistemas hay una comunicación muy cercana con el fin de que procesos autónomos y básicos, como el latido del corazón, sigan funcionando sin complicaciones.

Recientemente, un grupo de cardiólogos suizos se preguntó si una interrupción en la interacción de estos sistemas estaría relacionada con el síndrome del corazón destrozado. Para esto reunieron a quince voluntarios que habían sobrevivido al síndrome de takotsubo en años recientes; también hubo 39 participantes que no lo habían padecido.

Un grupo de neurocientíficos practicó una resonancia magnética funcional al cerebro de los participantes; encontraron que en los voluntarios sanos las zonas del cerebro relacionadas con las emociones y los sistemas nerviosos simpático y parasimpático se iluminaron de forma sincronizada, tal como se esperaba.

En el caso de los sobrevivientes del síndrome del corazón destrozado, la comunicación entre esas áreas fue más bien escasa y la actividad neuronal entre las regiones del cerebro que controlan los sistemas nerviosos simpáticos y parasimpáticos fue muy reducida; la probabilidad de que en estos pacientes ocurriera la calma fisiológica después de un episodio de intenso estrés, como el que ocurre durante una pérdida amorosa, era mucho menor.

De acuerdo con Christian Templin, profesor de cardiología en el Hospital Universitario de Zurich, quien dirigió el estudio, las resonancias indicaron que el síndrome del corazón destrozado posiblemente comienza en el cerebro, que reacciona de manera excesiva frente al estrés.

Sin embargo, los investigadores no están seguros de si el estrés cambió el cerebro de las personas con síndrome de takotsubo de tal manera que luego produjo un daño en el corazón, o si su cerebro ya estaba predispuesto a manejar el estrés de manera deficiente.

Tampoco queda claro cómo el cerebro alterado cambia al corazón, pero según Templin “se liberan hormonas del estrés, lo cual podría afectar la respuesta cardiovascular”.

En todo caso, su trabajo muestra que el cerebro y el corazón trabajan de una manera más cercana de lo que han pensado los científicos porque el intercambio bioquímico entre los dos les afecta a ambos.

Todos conocemos casos en los que la tristeza o dolor emocional puede destrozar a una persona, por eso, a la pregunta de cómo ayudar a un corazón destrozado la respuesta está en buscar ayuda para manejar este sentimiento de inmensa pérdida cuando el ser amado se aleja. Muy apropiadamente a esas personas se les conoce como “rompecorazones”.

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