La Cátedra Extraordinaria Rubén Bonifaz Nuño, instrumento institucional de investigación, edición de textos, traducción de los clásicos griegos y latinos, estudio de las expresiones culturales y artísticas de los pueblos originarios de Mesoamérica, de las lenguas latina y griega, de la tradición hispanoamericana y de la obra del propio universitario para proyectar nuevas vías por las cuales el humanismo puede transitar, comenzó actividades.
En la apertura de la cátedra, Guadalupe Valencia, coordinadora de Humanidades, afirmó que Bonifaz (Córdoba, Veracruz, 12 de noviembre de 1923 – Ciudad de México, 31 de enero de 2013) fue un hombre ejemplar y un intelectual inclasificable porque fue filólogo, estudioso y traductor de las letras clásicas, abogado, prodigioso poeta y universitario de alcance universal.
Hoy queda instalada de manera formal la cátedra –creada por acuerdo del rector el 19 de agosto de 2019– que en su nombre lleva su magnífico destino, expresó la funcionaria.
Intelectual cosmopolita y erudito
Al dictar la conferencia inaugural, Diego Valadés Ríos, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Jurídicas, sostuvo que Bonifaz fue un intelectual cosmopolita y un erudito que entendía y dialogaba con la cultura universal.
La vida de un poderoso intelectual y un excepcional escritor va más allá de lo físico. Cuando el legado cultural tiene la magnitud de la que él dejó, su presencia se extiende a través de la lectura de sus ensayos, sus poemas, sus versiones clásicas. “Lo encontrará quien busque su compañía para visitar a los antiguos mexicanos, para saber de sus amores y sus dolores, para oír ahora cómo se escuchaba en tiempo de Homero, a Homero; de Ovidio, a Ovidio; de Virgilio o de Cicerón, a ambos, porque en sus traducciones buscaba la equivalencia de la palabra y también la del ritmo”.
En la conferencia magistral Rubén Bonifaz Nuño, un Clásico de Nuestro Tiempo, añadió que de él es posible hablar como de un excepcional poeta, de un erudito investigador o de un admirable universitario. “Él enseñaba con la palabra y también con el silencio, porque su solo ejemplo era suficiente para inspirar conductas”.
Perteneció a una de las grandes estirpes de la Universidad Nacional, a la que se entregó sin reticencias. Su fascinante personalidad iluminó toda una etapa de la cultura mexicana y, en especial, simbolizó la excelencia académica, la devoción por la enseñanza y la adhesión inconmovible a los principios y los valores universitarios, abundó Diego Valadés.
El jurista recordó que, como muchos de nuestros más ilustres escritores, Rubén Bonifaz estudió en la Facultad de Derecho de la UNAM. Para el humanista mexicano, los órdenes cultural y normativo entraban en síntesis perfecta en el espacio universitario. “La idea constitucional del Estado estaba presente en sus juicios sobre la realidad nacional, y su adhesión a la causa universitaria asociaba las ideas de libertad, equidad y justicia”.
Bonifaz se conservará como una figura inspiradora para los universitarios. “La ausencia tiene una dimensión diferente para los inmortales. Los clásicos triunfan sobre el tiempo; entre ellos está él, que habita en la gloria que dan las letras mayores. Mientras haya poesía, Horacio, Ovidio, Dante, Rubén, contarán siempre entre los vivos”, concluyó Valadés Ríos.
David García Pérez, director del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) y coordinador de la cátedra, mencionó que los clásicos griegos y latinos fueron la meridiana luz que alumbró los afanes, proyectos y dilemas de Bonifaz, y prueba de ello es el dilatado tiempo en el que estuvo al frente de la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana.
Su humanismo abrevó de manera cuantiosa en Lucrecio, Catulo, Virgilio, Horacio, Ovidio, Cicerón, Homero, Píndaro y Eurípides, y el dardo certero de su intelecto fue capaz de establecer procesos de comparación entre las tres grandes raíces que nutren a la cultura mexicana: Grecia y Roma, España, y los pueblos prehispánicos.
A la par de la construcción del conocimiento y del cultivo del humanismo Bonifaz estuvo al frente de diversos proyectos, como la reforma al plan de estudios del Colegio de Letras Clásicas, o la gestión al frente de la Coordinación de Humanidades de la UNAM, espacio desde el que pergeñó la creación del IIFL.
Los muchos reconocimientos que recibió quien fue integrante de la Junta de Gobierno de la UNAM, retratan los diversos ámbitos de la cultura en los que dejó profunda huella; entre ellos se encuentran: doctor honoris causa e investigador emérito de nuestra Universidad, emérito de los sistemas nacionales de Investigadores y de Creadores, y premios como el Nacional de Letras (1974) y el Alfonso Reyes (1984).