Centenario de la pesadilla expresionista: El gabinete del doctor Caligari
La aparición de la película dirigida por Robert Wiene en 1920 marcó un hito para la incipiente industria fílmica alemana y abrió la puerta para que la audiencia enfrentara sus más profundos temores en pantalla
El fantasma y los horrores de la Primera Guerra Mundial no habían abandonado la Alemania de 1920, a dos años de la firma del armisticio que puso fin al conflicto el recuerdo de lo vivido seguía atemorizando a miles de personas, alimentando sus pesadillas y su vida entre las ruinas. Era terreno fértil para que la más joven de las artes, el cine, plasmara en pantalla las sombras de una cotidianeidad hecha pedazos.
El expresionismo alemán se originó de esas ruinas y de las heridas de la guerra, así lo explica Ronald Bergan en su libro Cine. Ismos… para entender el cine, este fue un movimiento artístico “nacido en Alemania del pesimismo que siguió a la Primera Guerra Mundial” que incluyó al “teatro, arquitectura, música, pintura y el cine”, siendo en ésta última en la que causó mayor resonancia gracias a sus “películas altamente estilizadas, atmosféricas y simbólicas”.
Dentro de esta vanguardia aparecieron algunos de los cineastas más importantes en la historia de la cinematografía alemana, nombres como Paul Leni, FW Murnau, Fritz Lang o GW Pabst dieron los primeros pasos de sus legendarias carreras arropados por el movimiento. Sin embargo, a la distancia una película se distinguió por sobre las otras e impactó de manera permanente a los espectadores: El gabinete del doctor Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari), de Robert Wiene, la cual tuvo su premiere el 26 de febrero de 1920 en Berlín.
Caligari apareció en un momento en que la Universum Film AG (UFA), el estudio más importante de Alemania durante la República de Weimar, triunfaba con las comedias de Ernst Lubitsch y controlaba la mayoría del mercado cinematográfico. Gracias a sus alargadas sombras, alto contraste y estética pesadillesca, la cinta de Wiene no podría ser más distinta de las de Lubitsch, esto le daba a DECLA, la productora de la película, un toque que la distinguió. Así lo apunta el historiador Georges Sadoul en su Historia del cine mundial desde los orígenes publicada en 1967:
“A la corriente originada por los éxitos de Lubitsch se opuso el expresionismo, que fue más original y más típicamente nacional. Caligari, que llegó a ser universal como Harpagón o Don Juan, fue el primer tipo trágico creado exclusivamente por el cine. Más que un hombre es un estado de alma, una mezcla de crueldad y de inquietud, de fantasía y de frenesí. Este film famoso se ha convertido hoy en una de las claves del alma alemana.”
Otro de los grandes aportes del trabajo de Wiene tiene que ver con su total subjetividad, el realizador no busca retratar la realidad o mostrar de la manera más natural posible a sus personajes. Caligari es una pesadilla y como tal se desarrolla. Este es un punto que remarca el sociólogo alemán Siegfried Kracauer en su Teoría del cine: la redención de la realidad física:
“…el narrador de la historia de Caligari se mezcla en persona con los otros personajes de la película, aun así no podemos evitar sentir que son productos de su imaginación y que el extraño mundo que lo envuelve, así como estos fantasmas, emanan del núcleo de él mismo. Toda la película parece surgir de la vida interior del narrador, reflejando su luz en el universo que crea.”
La influencia de Caligari es tal que algunos historiadores separan al largometraje del expresionismo alemán en general, colocándolo en su propia categoría: el caligarismo. “El gabinete del doctor Caligari constituyó un éxito sin precedentes, que consiguió romper el bloqueo impuesto por los aliados al cine alemán al acabar la guerra, dándole un extraordinario prestigio en el extranjero. Caligari fue, junto con Charlot, el primer mito universal creado por el cine y los críticos franceses acuñaron la palabra caligarismo para designar las películas alemanas tributarias de la nueva estética”, recuerda el académico catalán Román Gubern en su Historia del cine.
Para Eric Ortiz García, quien imparte un curso dedicado a la historia del cine de terror en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, aunque han pasado 100 años desde el estreno de Caligari la fuerza de sus imágenes la mantiene vigente, sobre todo en aquellos jóvenes deseosos de aventurarse más allá de la oferta cinematográfica hollywoodense.
“Es imborrable, es de esas obras maestras del cine que son atemporales, más allá de tener un valor histórico, hasta la fecha, y lo he comprobado porque se la pongo a mis alumnos, sigue llamando la atención gracias a lo visual, su puesta en escena muy particular, alejada de la realidad, muy propia de la corriente expresionista a la que pertenece”, argumenta Ortiz y agrega:
“Es un película muy sorpresiva, que sigue conquistando con su final, uno que décadas antes de que M. Night Shyamalan pusiera de moda los giros en la trama que cambian el sentido de lo visto en la historia. Le añade una capa temática, que toca tópicos como la salud mental. La permanencia de los horrores de la Gran Guerra.”
“Cuando revisas la historia del cine de terror es posible ver una cadena, cierta corriente o cierto cineasta influye a los que siguen y así sucesivamente. Hay otros antecedentes en el cine de terror, cortos de Melies que tocan el género, una versión de Frankenstein o El Golem. Caligari es la primera película 100% de terror, la primera genuinamente del género. El inicio del terror psicológico“, concluye el profesor de la FES Aragón.
Una película incomprendida
Caligari (interpretado por Werner Krauss) es el extraño conductor de una espectáculo de feria centrado en el sonámbulo Cesare (un estoico Conrad Veidt), él predice el futuro de aquellos que osan hacerle una pregunta. Sin embargo, Caligari no sólo usa a Cesare como un entretenimiento, éste lo hipnotiza para que el sonámbulo despierte de su sueño y cometa los crímenes que su amo ordena.
Partiendo de esas breves líneas, no es complicado descubrir por qué más de un estudioso ha visto en El gabinete del doctor Caligari una metáfora de los mecanismos usados por la extrema derecha y el fascismo para manipular al pueblo alemán antes de la Primera Guerra Mundial y durante la República de Weimar, temas que incrementaron su relevancia con la llegada al poder del nazismo.
La aparición de ese tema en el guión de la película no es una casualidad, sus autores, Carl Mayer y Hans Janowitz, pelearon durante la Primera Guerra Mundial y los horrores de la misma nunca los abandonaron. Su libreto no era sino la búsqueda por lidiar con dichos demonios. Como lo remarca Ronald Bergan en Cine. Ismos… para entender el cine:
“El guión original de El gabinete del doctor Caligari […] pretendía ser una metáfora de la Primera Guerra Mundial, en la que Caligari representaba un gobierno que hipnotiza a su pueblo para que caminen dormidos hacia la guerra. Sin embargo, el final muestra a Caligari como un benevolente director de un manicomio, con el héroe como un paciente que ha imaginado toda la historia.”
Janowitz declaró en más de una ocasión a lo largo de su vida –y en sus memorias– que Robert Wiene –quién tomó el proyecto después de que Fritz Lang tuvo que abandonarlo– y altos dirigentes de la UFA impusieron dicho final a la historia, consternados de que el opresivo y poco naturalista diseño de producción creado por Hermann Warm, Walter Reimann y Walter Röhrig combinado con el final original (donde Caligari, como director de la clínica, era descubierto como la mente maestra detrás de los crímenes y era arrojado a una de las celdas del psiquiátrico) era demasiado pesimista para la sociedad alemana de la época.
Este “ligero” cambio transformó por completo el mensaje detrás de la película y, como argumenta Siegfried Kracauer en De Caligari a Hitler: historia psicológica del cine alemán, terminó ayudando tangencialmente a la consolidación del partido Nazi, porque al convertir los crímenes en el delirio de un loco evitó que la audiencia notara con claridad los peligros de la manipulación impuesta por Caligari a Cesare.
“Mientras que la historia original exponía la locura inherente a la autoridad, Caligari la glorificó y condenó a su antagonista como loco. Una película revolucionaria se convirtió así en una conformista”, subraya Kracauer.
El nuevo final también provocó que la cinta fuera abrazada por los psicólogos de la primera mitad del Siglo XX, quienes vieron en ella, y en el joven fenómeno cinematográfico, una nueva herramienta de análisis para la mente humana. Punto que recupera Gubern en la Historia del cine:
“El éxito (de Caligari) fue enorme, a pesar de que las secretas intenciones de la película no fueron comprendidas. Un crítico alemán escribió: ‘Se trata de un homenaje a la desinteresada y meritoria labor de los psiquiatras’. No lo era, pero lo cierto es que la película interesó vivamente a los círculos psiquiátricos y a partir de esta revelación los cenáculos intelectuales europeos comenzaron a interesarse seriamente por el cine, considerándolo como una manifestación artística de vanguardia, pletórica de posibilidades”.