Ricardo Pablo Pedro parece tres personas a la vez, y en esto lo delata su nombre. Quienes lo escuchan no pueden negarlo, debido a su aguda destreza para afrontar los obstáculos, de su apego a los sueños y a la aspiración. Su llaneza e ingenio lo revelan como el mismo chico que migró de La Mina, en Tuxtepec, Oaxaca, donde las piñas riegan con su aroma la tierra solar.
«Yo soy de La Mina, ahora ya muchas personas saben dónde es. Dormir en hamaca es bastante cómodo, mi historia es como la de miles de mexicanos, y en mi pueblo había una ley: naces y mueres pobre… Ahora no me siento alguien extraordinario, sólo soy feliz. Les recomiendo que nunca dejen de estudiar.”
Ricardo es egresado de la licenciatura en Química, y en mayo será el único mexicano y universitario de origen indígena (zapoteco) en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) con el grado de doctor. Ahí desarrolló materiales bidimensionales para hacer microchips y paneles solares.
“¿Qué sigue? Quiero aplicar para ver si puedo hacer un posdoctorado, y a largo plazo deseo ser docente, ya sea aquí o en el extranjero. Mi siguiente sueño es ir a Corea, pero ante todo ser feliz”, reiteró.
Al impartir la conferencia Cómo la Ciencia ha Cambiado mi Vida. Los Sueños se Pueden Cumplir, en el Auditorio B de la Facultad de Química, Pablo Pedro aseguró que la ciencia le ha ayudado a cumplir su anhelo, aun cuando no se considera lo suficientemente bueno para hacerla.
“En Boston me he dado cuenta que los universitarios tenemos suficiente potencial. La UNAM lo tiene, ojalá los medios de comunicación subrayaran eso. Esta Universidad nos da todo, y todo es prácticamente gratis. Por ello hay que esforzarnos, no decir ‘no puedo’, arriesgarnos, salir de la zona de confort.”
From Tuxtepec
Justo al cumplir cien días de serle conferido el Premio Nacional de la Juventud, Ricardo Pablo dijo que asiste de lunes a domingo al MIT, con pocas horas de sueño. Ha llegado a pernoctar en su mismo lugar de estudio para rentar el departamento donde vive, y así obtener recursos para ayudar a su hermana que está en Tuxtepec y que vive día a día como si no hubiera otro, enferma de cáncer cerebral.
“Nací en casa de mis abuelos, pasé mi infancia entre Morelos y Oaxaca. Vendí limones, aguacates, fui canastero. En la preparatoria me enteré que existía la UNAM, pero no tenía dinero para pagar el examen de admisión, así que botee en un recipiente del Teletón, para una buena causa, ¿no?”
Ya en la Facultad vendía dulces para mantenerse, dormía en casa de sus compañeros, algunos lo invitaban a comer. “Mi dieta fue de bolillo o torta de tamal con agua, y cuando no resistía el hambre mejor dormía y asunto arreglado. Hagan la prueba”.
En Ciudad de México vivió en Culhuacán, en Santo Domingo, en cuartos que ni ventanas tenían; pudo morir y nadie se daría cuenta. Cuando llegó su carta de aceptación al MIT se dijo: “Yo creo que se equivocaron”. No se la creía, hasta que llegó allá y preguntó por el lavadero. Se rieron, allá no hay eso”, relató.
“Hay días que me levanto y me pregunto si merezco estar en Boston. Tardé tres años y medio en ir de nuevo a mi pueblo. Le llamaba a mi madre por teléfono, porque mis hermanos migraron a Estados Unidos para trabajar, y todo mundo se enteraba porque sólo hay uno en todo el lugar. A veces he querido dejar la escuela porque me he sentido solo, y a mí me encantan las fiestas… y sí, voy al antro”, sonrió.
Ricardo Pablo Pedro dice que en mayo “todos se graduarán con él”, incluida su madre, a quien admira totalmente: ella nunca estudió, no sabe leer ni escribir. “Yo he cumplido su sueño”. En ocasiones le pregunta: “¿Cómo vas en la escuela?, ¿no terminas de estudiar?, ¡cuándo vas a trabajar, eh!”
Transmisión de la conferencia Cómo la Ciencia ha Cambiado mi Vida. Los Sueños se Pueden Cumplir.