Compromiso por el cambio y la igualdad de género
Este 8 de marzo fue un día inédito para México. En la antesala del paro y las marchas convocadas a propósito del Día Internacional de la Mujer se respiró un intenso clima de descontento y debate que hizo confluir como nunca antes a los feminismos, a grupos de mujeres, a múltiples colectivas, a organizaciones civiles y a personas que a título propio exijen un alto al que acaso sea el síntoma más evidente y repudiable de la desigualdad de género: la violencia contra las mujeres.
La UNAM se inscribe en este ríspido panorama porque participa de las reflexiones sobre el problema y, sobre todo, porque es uno de los tantos espacios donde la violencia de género se reproduce. Los datos que disponemos de tres informes de implementación del Protocolo para la atención de casos de violencia de género son muy claros: más de 98% de las quejas son presentadas por mujeres y más de 95% de los denunciados son hombres. Esta realidad, de la que cada vez más se habla y cada vez más se queja la comunidad universitaria, ha sido el objeto de una acalorada lucha en que las estudiantes han jugado un papel protagónico y ha permitido gestar transformaciones notables a la normatividad y la estructura universitaria, como las aprobadas el 12 de febrero de 2020 en el pleno del Consejo Universitario, que incluyen la clasificación de la violencia de género como causa grave de responsabilidad en el Estatuto General y cambios en la integración del Tribunal Universitario.
No se puede negar que en la UNAM se han tomado distintas iniciativas, a lo largo de los últimos años, para avanzar en temas de género. Se han creado instrumentos normativos e instancias destinadas a atender las desigualdades entre mujeres y hombres: los Lineamientos Generales para la Igualdad de Género, el Protocolo para la Atención de Casos de Violencia de Género, el Documento Básico para el Fortalecimiento de la Política Institucional de Género, la Comisión Especial de Equidad de Género del Consejo Universitario, el Centro de Investigaciones y Estudios de Género, con su Secretaría de Igualdad; las Comisiones Internas de Equidad de Género y, recientemente, la Coordinación para la Igualdad de Género como una nueva dependencia de la administración central.
Pero tampoco se puede negar que este andamiaje todavía es insuficiente ante las condiciones de desigualdad y de violencia que viven las estudiantes, académicas y administrativas universitarias. Y esto es así porque se requieren cambios normativos, estructurales y culturales profundos que permitan la atención altamente especializada de la violencia de género y la implementación eficaz de la política institucional de género en todas las entidades y dependencias de la UNAM. Estos cambios abonarán a que tengamos una Universidad más justa, democrática e igualitaria. Una Universidad más productiva e innovadora, porque la igualdad de género y la erradicación de la violencia permitirán la contribución plena de todas y todos sus integrantes y el máximo aprovechamiento del talento de las mujeres y los hombres universitarios.
La transformación de nuestra Universidad en esta dirección se apega a los acuerdos internacionales suscritos por México en la materia y a las leyes nacionales para la Igualdad entre Mujeres y Hombres y para el Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
Hoy la Universidad está movilizada con estos temas y se discuten acaloradamente en distintos espacios de la UNAM. Desde la Rectoría se están tomando nuevas iniciativas y valorando nuevas propuestas.
En este momento, es necesario escuchar la voz del movimiento estudiantil, cuya participación es fundamental en estas reformas. La UNAM está entrando a una etapa sin precedentes en la visibilización y el combate de las desigualdades y la violencia de género. Es necesario reconocer, en los cambios que se están produciendo hoy en la UNAM, el papel que están jugando sus alumnas, en particular las Mujeres Organizadas de Filosofía y de otros planteles.
En el Centro de Investigaciones y Estudios de Género estamos comprometidas con estos cambios y hemos dedicado una buena parte de nuestro trabajo a contribuir al avance de las condiciones de igualdad de género en la UNAM. A través de la Secretaría de Igualdad de Género del CIEG, nos ocupamos de actualizar el conocimiento sobre los principales problemas a que se enfrenta la UNAM en temas de género, de dotar a la Universidad de herramientas para el desarrollo y la implementación de normatividad, estructuras y políticas e impulsar la transformación de sus dinámicas desde un enfoque de igualdad de oportunidades y no discriminación.
En nuestro país se cometen 10 feminicidios al día, es decir que asesinan a 10 personas cada día por el hecho de ser mujeres o niñas. Ante esta terrible realidad, nos enfrentamos además al carácter conservador y machista que subyace en muchas declaraciones oficiales, por ejemplo, cuando se plantea que las mujeres somos un grupo que no puede defenderse y que estamos en situación de muy alta vulnerabilidad, como los ancianos y los niños; o que el tema del feminicidio se está usando para manipular u opacar otros intereses del gobierno.
Esta narrativa gubernamental reproduce el sistema patriarcal y nos muestra la falta de entendimiento sobre las causas y las consecuencias de las desventajas estructurales en las que vivimos las mujeres.
La violencia de género no es solo una forma de sometimiento; funciona como un mecanismo disciplinario para disuadir a las mujeres de vulnerar o desafiar las normas y expectativas asociadas con la feminidad, y al mismo tiempo constituye una reafirmación de la virilidad masculina. Pero la violencia de género no es un fenómeno aislado de las relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres, sino que forma parte de una serie de mecanismos de control cuya finalidad principal es preservar la dominación masculina.
Las mujeres no somos un grupo vulnerable, somos la mitad de la población de este país y del mundo. Lo que necesitamos las mujeres es que las instituciones del Estado dejen de ser cómplices del patriarcado, que no encubran las prácticas machistas, que no protejan a los violentos, que no resguarden los privilegios masculinos. Lo que necesitamos las mujeres es que las leyes que protegen nuestros derechos no queden en letra muerta y que el Estado garantice la igualdad sustantiva y la erradicación de la violencia de género.
Las universidades de México deben jugar un papel protagónico en este proceso, transformando sus condiciones internas de desigualdad y violencia de género y educando a las nuevas generaciones en el principio inalienable de la igualdad sustantiva entre las mujeres y los hombres.
La UNAM debe estar en la vanguardia de estos cambios.
*Directora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género