Conversatorio con John Saxe-Fernández en el CEIICH

Orígenes, trayectoria profesional y sus vínculos académicos con instituciones e intelectuales de Estados Unidos, Costa Rica y México, entre los asuntos recordados

Foto: Francisco Parra.

Reconocido como uno de los más grandes pensadores latinoamericanos de nuestro tiempo, John Saxe-Fernández, investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH), fue homenajeado por la entidad académica para celebrar su onomástico número 85.

Con un conversatorio sobre sus orígenes, trayectoria profesional y vínculos académicos con instituciones e intelectuales de Estados Unidos, Costa Rica y México, el CEIICH realizó este festejo con la presencia de familiares, amigos, alumnos y exalumnos de Saxe-Fernández, quien recordó que cursó sus estudios de licenciatura en las universidades de Costa Rica y de Brandeis de Massachusetts, con una beca Wein International.

Es de señalar que John Saxe-Fernández cursó la maestría en la Universidad de Washington con una beca Panamerican Union con especialidad en Estudios Latinoamericanos. Es doctor en esa área de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM e investigador Adlai Stevenson en el United Nations Institute for Training and Research.

En el encuentro con Saxe-Fernández, el director del CEICCH, Mauricio Sánchez Menchero, externó su gusto por escuchar al investigador universitario, quien cuenta “con una larga trayectoria académica y de acción social, importante en México y América Latina, pero también, de rebote, en Estados Unidos”.

En la Torre II de Humanidades, el homenajeado recordó su contacto con otros destacados intelectuales, como el profesor de filosofía y ciencias políticas de la Universidad Brandeis de Massachusetts, Estados Unidos, y de otras instituciones de educación superior de ese país, Herbert Marcuse, filósofo y sociólogo germano-estadunidense, “profesor del que había escuchado a los 19 años”.

Más adelante recordó que conocer México y con ello Ciudad Universitaria en 1958 lo marcaron, “porque el país tenía todas esas enormes expresiones artísticas puestas en sus edificios, la historia de la Revolución mexicana, por ejemplo, y consecuentemente la admiración y el cariño eran profundos. La Universidad era maravillosa y en consecuencia los cursos que tomaba; fue una edificación tectónicamente muy planeada y agradable, pero también construida muy rápido”.

Señaló que el haber conocido a Pablo González Casanova, entonces director de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, marcó su vida académica, porque la actividad intelectual de la Universidad Nacional ya expresaba ese cruce de las ciencias humanas con la labor científica.

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