Coordina la BEU Javier Garciadiego
“Me encanta el proyecto, siempre me gustó”, comentó Javier Garciadiego sobre su nombramiento como coordinador de la Biblioteca del Estudiante Universitario (BEU), y añadió: “Es una colección que conozco y quiero hace mucho tiempo, hace más o menos 50 años de tener mi primer libro de la BEU. Luego Julio Labastida, cuando fue coordinador de Humanidades, me pidió que hiciera un diagnóstico de la colección. Soy autor de ella y, sobre todo, miembro de su consejo editorial desde hace unos 8 o 10 años”.
La Biblioteca del Estudiante Universitario comenzó su historia en 1939 y a 82 años de su fundación cuenta con cerca de 160 obras que se han sumado a la colección.
Garciadiego agregó: “Es una colección con una gran historia, simplemente hay que ver los directores. Pienso en el fundacional, Francisco Monterde, luego en Agustín Yáñez, José Emilio Pacheco, Roberto Moreno de los Arcos, Fernando Curiel. Fui parte del consejo editorial que encabezó Curiel más o menos a partir de 2013”.
También es importante “poner a los alumnos en contacto con los clásicos de la cultura mexicana, pero no en ediciones que asustan, sino con selecciones de grandes prologuistas. En 80 años de historia hay etapas con grandes nombres: Francisco Monterde, Agustín Yáñez, los hermanos Plancarte, importantísimos para la colección, Julio Jiménez Rueda, José Rojas Garcidueñas; luego al año siguiente e intermedios, yo diría Mauricio Madaleno, el abate González de Mendoza; posteriormente, Edmundo O’Gorman, Miguel León-Portilla, también hay que mencionar a Ángel María Garibay, importantísimo, Don Ernesto de la Torre Villar, Germán Villeros; luego, ya más cercanos a mi generación, Álvaro Matute, Eugenia Meyer y Fernando Curiel”.
Hay varios retos, entre ellos aumentar el número de títulos con orientación a las mujeres. Ya hay tres volúmenes de Sor Juana, pero hay cabida para muchas más, como Nellie Campobello y Rosario Castellanos. Y muchos otros clásicos, aunque el problema es que algunos ya tienen contratos de exclusividad. Otro reto es analizar las necesidades de bachillerato y facultades desde el ámbito científico. Y el último reto, apuntó el historiador, es la digitalización, no sólo para llegar a nuevos públicos, sino también a lugares distantes.