Nueva data del documento prehispánico
Corroboran autenticidad del Códice Maya de México
Estudio científico de un grupo de expertos dirigido por Corina Solís, del Instituto de Física
Estudios científicos realizados al Códice Maya de México, el libro más antiguo legible del continente americano, han corroborado que se trata de un documento único, que ofrece información clave sobre su momento histórico, consideró Erik Velásquez García, del Instituto de Investigaciones Estéticas.
Un equipo de expertos dirigidos por Corina Solís Rosales, del Instituto de Física de esta casa de estudios, presentó en septiembre de 2020, en la revista Radiocarbon, una nueva datación del material, donde se concluye que los árboles de los cuales se obtuvieron las fibras para fabricarlo, murieron entre 1159 y el 1261, confirmando, una vez más, que se trata de un objeto prehispánico.
Al participar en la serie de charlas Ratones de Biblioteca, organizada por el Instituto de Investigaciones Bibliográficas, el mayista enfatizó que “hay otros códices más antiguos de los cuales sabemos su existencia, pero sólo se preservan fragmentos que no podemos ver por dentro, es decir, no son legibles”.
Historia controvertida
Velásquez García comentó: “A lo largo de más de cuatro décadas éste ha generado gran polémica, pues ha hecho vacilar hasta los mayistas más conocedores”.
Hay tres versiones sobre su hallazgo, y la más aceptada y difundida es que Josué Sáenz lo adquirió en 1966 de manos de unos saqueadores, quienes le ofrecieron un lote de piezas donde venía el libro, mismo que hallaron en una cueva seca de la sierra de Chiapas, refirió.
En sus primeros años, memoró el autor del volumen Morada de Dioses, los componentes anímicos entre los mayas clásicos, el documento viajó a los Estados Unidos, pues en 1971 fue expuesto en el Club Grolier, en Nueva York, de ahí que por mucho tiempo se le conoció como Códice Grolier, y entre 1972 y 1973 fue sometido a tratamientos de conservación. Al siguiente año regresó a México y Sáenz lo prestó al Museo Nacional de Antropología. Para 1975, el reconocido mayista Eric Thompson publicó un artículo exponiendo dudas importantes, sugiriendo que no fue elaborado en la época prehispánica, lo que dividió a la comunidad académica por décadas.
Hacia 2016, el tema estaba estancado pues hacía falta un estudio profundo de las técnicas y materiales, por lo que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) convocó a un equipo multidisciplinario de 23 investigadores junto con la UNAM y la Universidad de Boulder Colorado, que lo revisaron con las más modernas técnicas científicas.
Estudios clave
Erik Velásquez fue uno de los invitados por el INAH para indagar sobre el libro que ahora es conocido como Códice Maya de México, al cual se le hicieron microscopía electrónica de barrido, espectrografía, fluorescencia de rayos X, estudios radiométricos y entomología, entre otras observaciones.
“Cuando me invitaron yo era escéptico, no creía que el entonces llamado Grolier fuera prehispánico; sin embargo, acepté porque me pareció que el proyecto estaba muy bien fundamentado pues era iniciativa de José Enrique Ortiz, Antonio Saborit, Baltazar Brito y Sofía Martínez del Campo”, recordó.
Para 2018 se convirtió en el documento mesoamericano más estudiado desde el punto de vista de sus materiales y no hay ninguno examinado de forma similar, en cuanto a técnicas, materiales, pigmentos. Se determinó que no tienen ningún componente moderno, destacó.
Más recientemente, el equipo de expertos dirigidos por Corina Solís Rosales efectuó una nueva datación con radiocarbono y concluyó que los árboles, de los cuales se obtuvieron las fibras para fabricar el códice, murieron entre 1159 y 1261, confirmando su origen prehispánico.
Documento histórico
Hay múltiples características que hacen único y altamente valioso el Códice Maya de México, detalló el investigador, pues no obstante que se sabe de técnicas prehispánicas, no se ha podido reproducir una copia.
Entre los hallazgos, ejemplificó, especialistas en arqueobotánica concluyeron que el fragmento que se tiene (10 páginas) fue elaborado con tres membranas superpuestas y entrecruzadas con una técnica antigua, las cuales no están aporreadas ni machacadas.
Además, el color ocre o café está hecho con grana cochinilla, algo que nunca antes se había visto en un manuscrito mesoamericano, un material costoso proveniente de Oaxaca, por lo que fue economizado al mezclarlo con materiales como cera de abeja. Mientras que el rojo fue hecho con hematita especular, y el negro con material de la combustión del pino u ocote, precisó.
Crucial para determinar la autenticidad del códice fue la última lámina, la 10, donde se aprecia una deidad de la muerte que agrede a alguien en un pequeño canal de agua, parte pintada con el famoso azul maya.
“Cuando fue adquirido el libro no existía en el medio científico ni académico la posibilidad de reproducir lo que se conoce como azul maya, un pigmento muy especial hecho con una parte inorgánica (arcilla palygorskita) y orgánica (palo de añil)”, señaló.
Contexto histórico
El Códice Maya de México sirve para pronosticar la conducta de Venus entre 1129 y 1233 de nuestra era, periodo conocido como postclásico temprano y es coetáneo a los últimos años del esplendor de Tula y Chichén Itzá.
Dicho periodo estuvo marcado por sequías cruentas y recurrentes que ocasionaron enormes hambrunas, la llegada de nuevas enfermedades, desnutrición, hecho al que se atribuye el despoblamiento de Tula y Chichén Itzá y que, en cierta forma, quedaron plasmados en el libro.
“Justamente en el siglo IX tenemos los primeros registros en Mesoamérica en un intento por predecir la conducta de Venus, siguiendo los periodos de 584 días, como se aprecia también en los códices Vaticano B, Borgia, Cospi e inclusive el Dresde”, apuntó.
Además, algunas de las imágenes que se aprecian en el Códice Maya de México evidencian los tiempos de conflicto, donde los dioses y sacerdotes usan, por ejemplo, pectorales en forma de mariposa, lanzadardos, rodilleras en forma de tiras de papel anudado que se asocian con el sacrificio, el derramamiento de sangre y sandalias con puntas de obsidiana.
Asimismo, en los rostros se aprecian ojos almendrados, narices puntiagudas y frentes marcadas, todo parte de una estilística que corresponde al Posclásico Temprano y de la que no hay muchos ejemplos, justamente por ser un periodo de mucha pobreza y crisis.
Otra cosa que hace único al Códice Grolier es que, a diferencia de otros libros mayas, su imprimatura no es de estuco (carbonato de calcio), sino de yeso (sulfato de calcio) lo que, técnicamente, lo hermana con documentos del centro de México o de Oaxaca, para los que se usaba ese material en la preparación de sus páginas.