Matilde (Nora Velázquez), protagonista de Cosas imposibles (2021) –cuarto largometraje de ficción de Contreras–, es una mujer en sus sesentas que vivió con Porfirio, su marido desde los 15 años, una relación llena de violencia y desprecio hacia ella.
Aunque la muerte de Porfirio la dejó sola, acompañada por el fiel Fidel, su gato, Matilde vive atormentada por la presencia de su marido; además, su situación económica cada día es peor. Miguel, un joven vecino que se dedica al “comercio”, se compadece de Matilde y poco a poco se desarrolla entre los dos una amistad que les permitirá encontrar un nuevo sentido a sus vidas.
En entrevista para Gaceta UNAM, Contreras, egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) –ahora Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC)–, señaló que como realizador siempre está “a la búsqueda de historias, ideas, guiones, argumentos y demás; siempre estoy buscando por todos lados, en el teatro, en la literatura, en la música, en la calle.”
La historia lo encontró
Gracias a un momento de suerte el realizador llegó al guión de Cosas imposibles, y casi de manera inmediata sintió la necesidad de llevar la historia a la pantalla.
“Cuando estaba como presidente de la AMACC (Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas), por noviembre-diciembre 2018, me invitaron a la premiación del Premio Matilde Landeta. Al dar a conocer a los ganadores, el jurado explicó por qué habían tomado esa decisión, y lo que mencionaron del primer lugar me gustó. Sonaba muy bien.
“Posteriormente, en la recepción de la premiación conocí a Fanie Soto, una joven guionista de Guadalajara, a quien le pedí que me hablara de su guión. Me explicó que no iba a ser su ópera prima como directora, simplemente lo había escrito para ver quién quería dirigirla.”
“Me interesaba muchísimo conocer el guión, y cuando leí la historia descubrí que tenía que ver con los temas que me interesan; estaba contada de una forma espléndida, los personajes eran tremendamente humanos, y en términos de producción, era una película viable porque eran pocos personajes y locaciones. Fue decir: ¡este es el proyecto!”, recordó el director.
La atracción del realizador de Las oscuras primaveras (2014) por el texto de Soto se debió a las motivaciones de los personajes, porque “sus razones los hacen muy humanos”. Además, el encuentro entre dos personas de edades tan distintas para Contreras era “la posibilidad de un encuentro impensable, un encuentro que yo no había visto en una película mexicana”.
“Me gustan mucho en las historias, y he intentado que en mis películas, haya personajes que toman decisiones que se detonan a partir de un evento. Por ejemplo, en Párpados azules (2007), al final Marina Forlán, trabajadora de una tienda de uniformes que está tremendamente solitaria, y sólo se da cuenta de eso hasta el día en que se gana el premio y se pregunta: ¿con quién voy al viaje? Ese momento la lleva a resolver su situación invitando a un desconocido”, detalló el cineasta de origen universitario.
“Pasa lo mismo en Cosas imposibles. Este encuentro detona ciertas cosas que los personajes no sabían que eran capaces de hacer. En el caso de Matilde, descubre que todo está en su cabeza, que tiene poder sobre esa presencia y los demonios que la persiguen, y de cambiar su vida. Miguel necesita salir de ese espacio, del contexto que lo tiene asfixiado para crecer e intentar encontrarle sentido a su vida.”
Como creador, el realizador buscaba un proyecto “luminoso” que ofreciera al público una visión más optimista de las relaciones humanas. “Tenía ganas de hacer una película luminosa, más esperanzadora y, sobre todo, probar otros tonos. Sí, la contención estética, pero apostar al humor. Tener estas pinceladas de humor que rompen con lo dramático, jugar con una historia que va de algo muy oscuro a lo luminoso y regresar a lo dramático; para mí es un reto. Algunos de mis próximos proyectos son más oscuros, otros más luminosos, esperanzadores o pesimistas. Como director, me interesa asumir retos, que cada película sea un viaje distinto.”
El casting
Una de las decisiones más arriesgadas en la producción de Cosas imposibles fue la elección de Nora Velázquez para el personaje de Matilde porque la intérprete es conocida –y encasillada por “Chabelita”– por sus personajes cómicos que han aparecido las últimas dos décadas en la televisión mexicana.
Sin embargo, el cineasta siempre tiene una regla. “Es parte de mi ritual en el proceso creativo: no casarme con ninguna imagen de actriz o actor durante el proceso de escritura o desarrollo. Nunca digo ‘me gustaría que fulanito fuera’ porque llega el momento en que abres el casting y disfruto mucho encontrar y sorprenderme con esas presencias que de pronto digo ‘aquí está el actor, ésa es la actriz’. Siempre lo he hecho así.”
“Simplemente es explorar, explorar, explorar, y sentir que ahí están. Con Nora me pasó que la conocía por su trabajo de toda la vida en televisión, y luego la vi en La calle de la amargura, de Arturo Ripstein, donde me pareció muy interesante que una comediante –la llamo así porque ella se define de esa manera– tuviera ese registro y presencia. Cuando vino la prueba de Cosas Imposibles me gustó su fragilidad, agridulce y noble. Eso quería para Matilde, no tenía que ser una anciana de 80 años. Es una viuda reciente que está en sus 60 y tiene la posibilidad de volver a comenzar y volver a relacionarse con alguien, de volver a trabajar”.
“Me interesaba mucho presentar en esta película que no todo el tiempo fue terrible, se ve en un flashback –aunque filmamos más y sólo quedó ése–. Hubo momentos amorosos en su matrimonio en los que él se portaba bien, pero las cosas se fueron erosionando hasta convertirse en esta relación horrible y tóxica, que desafortunadamente otras generaciones veían como normal. Así son las relaciones de poder y sometimiento. Por suerte, el cine nos permite hablar de eso y ver cómo cambia nuestra percepción y nuestra forma de qué aceptar y qué no aceptar en las relaciones, de lo tóxico en un matrimonio. Hay más empoderamiento femenino”.