Vida y verdad en el escenario

Diana Bracho y Luisa Huertas, Medalla Cátedra Ingmar Bergman

Reconocimiento a la trayectoria de las dos actrices, imprescindibles en el relato escénico de México

Diana Bracho nació en Ciudad de México en 1944, mismo año en el que Ingmar Bergman dio forma a su primer guion cinematográfico, Tortura, que fue llevado al cine por Alf Sjöberg. La película tuvo como origen un cuento juvenil de quien años más tarde sería reconocido como uno de los grandes directores de cine y teatro del siglo XX.

Bracho llevaba la escena en su ADN: su padre, Julio Bracho, debutó como director en 1941 con una cinta que se convertiría en clásica: ¡Ay qué tiempos, señor don Simón! En aquel año, Bergman trabajaba ya como aprendiz de escritor de diálogos y ambientes de peculiar entramado en largometrajes. Además, Diana, hija de la extraordinaria bailarina Diana Bordes Mangel, tuvo la fortuna de ser sobrina de Andrea Palma y Dolores del Río, dos monumentos inquebrantables de la cultura mexicana.

Cuando Luisa Huertas nació (1951), en San Salvador, El Salvador, Bergman ya era uno de los directores y dramaturgos más festejados en el mundo y estaba por estrenar Juegos de verano, para muchos su primer filme químicamente puro.

Huertas, hija del refugiado español Alfredo Huertas García –catedrático en literatura y ciencias sociales– y de María Luisa Dávalos Medina, quien amaba la poesía, comenzó su larga carrera escénica en la Escuela de Arte Teatral del INBA y en el Centro Universitario de Teatro. Hasta hoy ha trabajado en más de 75 puestas en escena y su labor docente ha permeado en varias generaciones de universitarios.

Diana Bracho estudió filosofía y letras inglesas en Nueva York. Y su carrera abarca cine, teatro, televisión y cortometrajes. “La filosofía –sostiene– te acerca a la búsqueda abstracta de la verdad, y como actriz lo que quiero es expresar la verdad siempre; en mis personajes, buscar la verdad”.

Diana Bracho y Luisa Huertas. Foto: Cátedra Ingmar Bergman.

Preseas 2020 y 2021

En 2010, la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM creó la Cátedra Extraordinaria Ingmar Bergman en Cine y Teatro, en colaboración con el Instituto Mexicano de Cinematografía y la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas. El vínculo entre estas instituciones surgió a instancias de Diana Bracho, quien había sido presidenta de dicha academia.

El 19 de noviembre pasado, Diana Bracho y Luisa Huertas recibieron la Medalla Cátedra Ingmar Bergman 2020 y 2021, respectivamente, en reconocimiento a sus trayectorias imprescindibles en el relato escénico de México.

De manera inédita, la entrega de la presea fue televisada nacionalmente en un programa especial en TV UNAM bajo la conducción del coordinador de Difusión Cultural, Jorge Volpi, y la coordinadora de la Cátedra Bergman, Mariana Gándara.

Cuando a las galardonadas se les preguntó qué es la actuación, parecieron seguir los pasos de Bergman: “El aire que respiro”, dijo Bracho; “vida y verdad”, contrapuso Huertas. Para ambas, el actor es un ser generoso y su quehacer, por definición, un convivio.

“Actuar es no estar solo –definió Bracho– allí se encuentra uno con el otro”. Para su hermana de tablas, el teatro, arte de la persona, es el acto en el que “tu palabra da voz a mi palabra”. Y como ser escénico, siempre vinculado al otro, advirtió: “Todos sabemos que el teatro no va a salvar a la sociedad, eso lo debemos tener muy en claro… Pero si logramos tocar el corazón de una persona, entonces ya vamos de gane”.

En Bergman, el susurro es una inquietud, un cuestionamiento del ser. Ese camino dual en el que el tiempo es un reloj sin manecillas y la vida un curso de continuo aprendizaje. ¿Qué pregunta se harían Diana y Luisa para el resto de sus días? Bracho, en plano kantiano: “¿Cuánto más tengo que aprender?”. Huertas, más terrenal, pero no menos profunda: “¿Podré llegar a mis últimos días con la capacidad de estar en el escenario?”.

Ingmar Bergman murió hace 14 años. Diana Bracho aparecía entonces en la cinta Eros una vez María y Luisa Huertas en Párpados azules. La reunión de ambas actrices en la cátedra universitaria reveló lo que ya es un pendiente con el artista sueco: verlas juntas en un montaje de Persona. El teatro es, sobre todo, un acto de memoria.

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