Director huésped de la OFUNAM
Dirigir una orquesta es como escalar una montaña: Ludwig Carrasco
“Cuando uno viene a la sala de conciertos está escuchando algo que es único e irrepetible”
Ludwig Carrasco considera que trabajar con la Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM) es un proceso colaborativo. Aún se pone nervioso antes de cada interpretación y cree que dirigir es como escalar una montaña. Ha ofrecido conciertos en 30 países de América, Asia y Europa, al frente de grupos como la Orquesta del Palazzo Ricci, la Sinfónica Nacional de México, y el Ensemble Laboratorium. Desde 2019 es director artístico de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes y el pasado fin de semana dirigió el Programa 9 de la orquesta de esta casa de estudios en la sala Nezahualcóyotl. Gaceta UNAM conversó con el director huésped de la OFUNAM.
El programa que usted dirigió rescata a autores no conocidos
Nosotros como orquesta creo que no podemos ser únicamente museos de algo que ya tiene su grupo de seguidores. No debemos sólo seguir tocando los éxitos de la música clásica. Tenemos que ayudarle al público a descubrir nuevas cosas, porque eso nos retroalimenta también. A veces me sorprende qué poco sabemos de nuestros compositores, de nuestra música, y qué montañas de partituras tenemos ahí, fantásticas muchas de ellas, todavía por descubrir.
¿Cómo vive los momentos previos a la interpretación?
Siempre he tenido un poco de mariposas en el estómago, esa sensación de nervio, de miedo, pero no en el sentido malo; es más bien como una expectación que vive dentro de uno. Curiosamente la sentía más cuando tocaba el violín, porque soy violinista también, aunque prácticamente no hago conciertos. Cuando estoy dirigiendo creo que me aplico aún más con la música y con la interacción que hay en todo momento con los instrumentistas. En el momento en el que empezamos a hacer música eso desaparece y se transforma en energía positiva que estamos intentando recrear a través de ella, para compartirla con el público, porque al final es lo que necesitamos. Aunque no veas a las personas, se siente su energía y eso nos hace tocar aún mejor.
¿Cómo es su interacción con los músicos, con la orquesta?
Para mí es un proceso creativo de colaboración. No es únicamente mi visión y se hace lo que yo digo, porque sería una mirada hasta cierto punto pobre. No es que no haya aportado suficientes cosas, pero creo que se puede enriquecer más con la interacción de 80 o 90 músicos. Cada uno de ellos es un artista creador. Cuando tocan también van proponiendo, y tal vez si veo que no encaja dentro de la visión general les digo: podemos modificarlo o hacerlo así, pero otras veces ellos aportan elementos tan valiosos que se integran naturalmente.
La interpretación es un organismo vivo y único, es lo que también nos hace valiosos, a diferencia escuchar reproducciones únicamente, porque una grabación es una versión que vamos a escuchar para siempre. No hay manera de que cambie. Cuando uno viene a la sala de conciertos, escucha algo que es único e irrepetible, incluso de un día para otro, va a ser testigo de una interpretación distinta de la orquesta.
Escucho lo que los otros están proponiendo, como una charla. Si únicamente vengo a contarles mi historia no es un diálogo, es un monólogo. En una conversación sabemos hacia dónde vamos, pero no exactamente cómo vamos a llegar ahí. Es lo divertido y emocionante de este proceso.
¿Qué presentaciones lleva en la memoria?
Hay muchos. Recuerdo algunos de mis primeros conciertos como director, que era como escalar una montaña, era algo tan nuevo, a veces tan difícil. Cuando lo logré se convirtió en un momento especial. Recuerdo haber dirigido la 5a sinfonía de Shostakovich en Estados Unidos. Para mí fue un gran logro porque era una de las piezas que escuchaba de niño, era algo inalcanzable, y en el momento en que lo pude hacer fue algo muy satisfactorio.
¿Cuáles son los retos de dirigir en otro país?
Es distinto el reto, porque aquí en México por lo general cuando veo alguna agrupación conozco a alguien porque hemos coincidido en otras orquestas, en las escuelas, cuando estudiábamos jóvenes. Al llegar a otro país, donde no conoces a nadie, es empezar de cero. Y al comenzar a conocerse muy rápido puedes llevarte sorpresas muy agradables. Es un momento como una cita exprés digamos. El reto del idioma también puede ser algo complicado, aunque se diga que la música es el idioma universal.