En México, 6 de cada 10 personas migrantes en albergues han sido discriminadas por esa condición, según un sondeo realizado en 2023 en el contexto de la evaluación y línea base de las campañas de Comunicación para el Desarrollo (C4D), del Programa Regional sobre Migración de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de la ONU, señala Agustín Morales Mena, coordinador de este ejercicio y académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.
A lo largo del territorio nacional, la discriminación hacia migrantes se presenta en los ámbitos social e institucional, pero no de forma generalizada. El país de origen, poder adquisitivo y fenotipo influyen en este trato diferenciado.
Nesly Romulus, migrante haitiano; Moisés Morales, hondureño, y Grindelia López, venezolana, tienen en común el sueño de llegar a Estados Unidos. Los tres coinciden al señalar que, en su paso por México, han sido discriminados.
Trato que excluye
El profesor Agustín Morales precisa que la discriminación es el trato que excluye, margina o priva a una persona o grupo de sus derechos por sus características físicas, económicas y socioculturales, y se basa en estigmas, prejuicios y estereotipos.
Esta situación reproduce la desigualdad y genera desconfianza, exclusión, autosegregación; elimina el potencial de cooperación económica, cultural y social, e impacta en la salud mental, el bienestar físico y el desarrollo de aquellos que la padecen.
Nesly Romulus nació en Haití hace 32 años y quiere llegar a Estados Unidos. Hace un mes arribó a Ciudad de México, donde permanece en un campamento migrante. “En mi país no tenemos presidente y la situación económica es complicada, por eso busco una mejor vida”.
Moisés Morales es un joven de 21 años que se encuentra en el mismo campamento. Él y su familia salieron de Honduras con el objetivo de llegar a la Unión Americana. “Decidimos irnos por la falta de empleo, por la mala economía del lugar”.
Por su parte, Grindelia López, venezolana de 49 años y madre de dos jóvenes, está tratando de llegar a la frontera norte por segunda vez. “Lo intentamos de nuevo porque mi país está mal y quiero una mejor calidad de vida para mí, mis hijos y ayudar a mi familia en Venezuela”.
Al consolidarse como país de destino, México se ha convertido en un espacio de encuentro y retos para la integración. Al respecto, Agustín Morales observa un crecimiento en las prácticas xenófobas y discriminatorias, que se exacerban en los medios de comunicación y las redes sociales.
La discriminación contra personas migrantes es el trato desigual y jerarquizante que excluye, margina o limita el acceso a derechos de quienes llegan al país. “En México ésta no es generalizada, amplia ni total; es decir, no a todos los que migran se les trata igual, algunos son mejor recibidos por su nacionalidad, apariencia o poder adquisitivo”, indica el profesor Morales.
La Encuesta Nacional de Migración 2014 y la línea base de la OIM de su nueva campaña “Los hilos que nos unen”, de 2023 (ambos ejercicios realizados por el profesor de la FCPyS), evidencian tal situación.
Los perfiles más discriminados por los mexicanos son los africanos, centroamericanos, sudamericanos, caribeños y asiáticos. Hacia ellos hay mixofobia, es decir, miedo o rechazo a lo diferente, nuevo y diverso. En contraste, los más aceptados son los estadunidenses, canadienses y europeos; con ellos ocurre lo contrario, hay mixofilia, concepto que se refiere a la atracción o fascinación por lo diferente, nuevo y diverso.
Hay que desaprender y reaprender prácticas para regresar a ese sentido de humanidad y empatía de unos con otros
Tipos
La Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2022 estima que 28.8 % de la población migrante de 15 años o más (que nacieron en otro país o cambiaron de residencia en el lustro previo) declaró haber sido discriminada en los últimos 12 meses.
En el sondeo realizado entre 378 migrantes mayores de 18 años en distintos albergues –en mayo de 2023 y en el marco de la línea base de la campaña “Los hilos que nos unen”, de la OIM– a la pregunta qué tanto discriminan los mexicanos a los desplazados, sólo 2 % indicó que nada y 23 % dijo que poco; mientras que el 74 % consideró que algo o mucho.
Al consultarles si en México habían recibido discriminación por alguna razón, 60 % señaló que por su condición de migrante, el 59 % que por no tener dinero y 50 % por su manera de hablar.
Además, al 43 % se le discriminó por su forma de vestir, al 42 % por dormir en un albergue, al mismo porcentaje por sus costumbres y cultura, al 27 % por su color de piel, al 21 % por su orientación sexual y al 17 % por su religión.
Al respecto, el académico explica que la discriminación contra migrantes puede englobarse en dos niveles: social y estructural.
“El primero ocurre en la vida cotidiana y muchas veces se invisibiliza. Opera a partir del clasismo, aporofobia (miedo a la pobreza), discriminación verbal, violencia física o letal, sobrecosto de productos y servicios, explotación-esclavitud y la negativa a darles acceso a negocios o establecimientos.”
El segundo se da por medio de las instituciones del Estado y opera con la legislación de políticas públicas o en su aplicación omisa. “Limita el acceso a la vivienda, estudio, salud, justicia o servicios bancarios. Esto se ve en el perfilamiento racial durante las detenciones migratorias, en la persecución, criminalización y en la securitización de la migración”.
En ese escenario, Nesly se describe como víctima de la misma discriminación padecida por los haitianos, venezolanos, hondureños y africanos de su campamento. “Necesitamos agua. Fuimos al supermercado y la gente no quiere darnos de beber”.
Moisés trabajó junto a otros migrantes en una construcción durante una semana y dos días, y la empresa se negó a pagarles hasta que intervino una autoridad: “Ahí trabajaba un montón de inmigrantes. Nos dieron 1,500 pesos por una semana de mucho trabajo pesado y después de 10 días. No es justo”, dice con impotencia.
Grindelia ha tenido problemas para transportarse. “Caminamos 198 kilómetros, seis días y seis noches, porque los buses no nos venden pasajes y, si lo hacen, nos los dan más caros. Por ejemplo, si sale en 150 pesos a nosotros nos cobran hasta 600”.
Además, fenómenos como la gentrificación evidencian la discriminación no generalizada. Un ejemplo claro es la colonia Juárez de Ciudad de México. “Ahí la COMAR dejó de atender a las personas solicitantes de refugio y trasladó su atención primero a Tláhuac y recientemente a Naucalpan por presión de los vecinos. Entonces, ¿quiénes sí son bien recibidos ahí? Los nómadas digitales con dinero llegados de Estados Unidos o Europa, es decir, del norte global”, comenta Morales.
Por ello, enfatiza la importancia de dimensionar y entender que no puede haber un doble discurso en el que unos sí son bienvenidos y otros no. “Mucha de esta discriminación va atravesada por el mismo clasicismo, racismo y brechas, por ejemplo, de género, que ejercemos entre nosotros mismos como mexicanos”.
Para ponerle fin
La discriminación tendría que atenderse de forma multisectorial. “Deben involucrarse el gobierno, la sociedad civil y relacionarse con las empresas porque, para garantizar la integración de los migrantes, es necesario facilitarles el acceso a trabajos”, plantea Agustín Morales.
Grindelia menciona que “hay quienes deben mejorar el trato porque todos somos humanos; lo único que nos distingue es que somos migrantes”.
Morales Mena subraya que es importante involucrarse en este tema desde la academia, y señala que la sociedad tiene que sensibilizarse y conocer más sobre los efectos de la discriminación. Esto implica desaprender y reaprender prácticas para regresar a ese sentido de humanidad y empatía de unos con otros.
“Debemos dejar de usar a personas de otras latitudes como chivos expiatorios, porque los problemas de desigualdad, precarización laboral e inseguridad no son culpa del 1% de la población. No se tiene que reforzar la identidad nacional a partir de la sumisión o jerarquización del otro”.