Parte del mosaico heterogéneo
Educación superior, historia discontinua
La universidad, como institución, partícipe relevante en la construcción del mundo en el que vivimos
En 200 años de vida independiente de México, su existencia ha sido un mosaico, al igual que la historia de la educación de nivel superior, es heterogéneo y hoy, con la pandemia, se encuentra en una situación delicada, consideró Hugo Casanova Cardiel, director del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE).
La universidad, como institución, participa en la construcción del mundo en el que vivimos y la emergencia sanitaria es uno de los momentos más graves en su historia, la del país y humanidad. Ha quedado claro que el saber es el elemento con el que mejor se puede contender en la actualidad, reflexionó el experto en Educación.
Casanova Cardiel y Rosalina Ríos Zúñiga, también investigadora del IISUE, coincidieron en que la historia de la educación universitaria en los últimos 200 años proviene de discontinuos, enfrentando retos como los movimientos armados y una sucesión, rompimientos, quiebres, reconstrucciones, donde la idea de la universidad para formar ciudadanos infunde la ambición de dar algo más a la nación.
Destacaron que la UNAM hoy en día es un proyecto diferente a su más cercana antecesora, que fue la Real y Pontificia Universidad de México, instaurada en 1553, que para el inicio del movimiento independentista se encontraba debilitada académica, financiera y corporativamente.
A partir de su instauración, acudían los jóvenes a estudiar las cátedras de Gramática Latina, Filosofía, Teología, Leyes y Medicina. También se fundaron colegios donde los criollos residían y solían estudiar la Gramática Latina y la Filosofía.
Para mayores estudios debían acudir a la Real Universidad, la que también, al ser la única corporación de su tipo era la que detentaba el privilegio de otorgar los grados académicos. Al ser fundada en 1792 la Literaria Universidad de Guadalajara, se rompió ese monopolio universitario, comentó Ríos Zúñiga.
“Durante la guerra de Independencia el claustro de doctores de la universidad mantuvo una actitud de defensa de la monarquía. Apelaron a la unión de los españoles para acabar con el conflicto, ignorando que había otras causas de carácter social que jugaban un papel muy importante”, resaltó la doctora en Historia de América Latina.
Con la Guerra de Independencia, la institución se debilitó aún más pues el mostrar su apoyo a la corona le implicó dar parte de sus recursos, que provenían de las matrículas de los estudiantes y del pago que se hacía por los grados académicos que otorgaba, que por ser tiempos de guerra, habían disminuido considerablemente.
Hacia 1821, ante el inminente fin de la guerra, en la Firma de los Tratados de Córdova, el claustro de doctores de la Real Universidad se adhirió a éstos, tomando una posición que en ese momento les convenía. Durante el Imperio de Agustín de Iturbide, la institución pasó a ser la Imperial Universidad y, posteriormente, con la República Federal y la República Central se le nombró Nacional y Pontificia Universidad de México, explicó.
Cambio radical
Ríos Zúñiga precisó que de manera paulatina (entre 1824 y 1867) la Universidad dejó de ser un cuerpo autónomo, pues los diferentes gobiernos se esforzaron por crear un sistema de instrucción pública.
“Uno de los momentos más difíciles para la corporación universitaria fue durante la Reforma de 1833, que fue radical porque, entre sus acciones, los liberales cerraron la Universidad y se mantuvo así por 10 meses.”
Conforme pasó el tiempo, la Universidad fue perdiendo cada vez más privilegios e inclusive hacia 1846 había pocos estudiantes provenientes de los estados; esto se debía a que además de la de Guadalajara ya había universidades en Mérida y Chiapas, funcionaban los seminarios conciliares, los colegios existentes fueron reformados y surgieron los institutos literarios en estados considerados de un liberalismo radical, como el Estado de México, Veracruz, Michoacán, Puebla, Chihuahua y Jalisco.
Para 1865 durante el Imperio de Maximiliano de Habsburgo, la entonces Imperial y Pontificia Universidad de México fue cerrada definitivamente. Dos años después, con la vuelta de los liberales al poder, se propuso una Ley General de Estudios que creó las Escuelas Nacionales, con la Escuela Nacional Preparatoria como su joya más preciada.
De 1867 hasta 1910, no hubo ninguna universidad en México, fueron los colegios, institutos científicos y otras instituciones, más las escuelas nacionales de la Ciudad de México, los que ofrecieron la formación a los jóvenes que aspiraran a tener la posibilidad de formarse en una carrera profesional.
Por eso, cuando se fundó la hoy Universidad Nacional Autónoma de México, en 1910, Justo Sierra reclamó que se trataba de otra universidad, y esto es muy importante porque el concepto que se ha tenido de esta institución durante 200 años da una idea falsa de continuidad, concluyó Casanova Cardiel.