“El arte de lo íntimo es mi lenguaje natural”: Piedad Bonnett

Foto: Barry Domínguez.

Este es uno de los poemas que Piedad Bonnett (Amalfi, Colombia, 1951) le dedicó a su hijo Daniel, incipiente artista visual que creció con esquizofrenia y se quitó la vida. Proviene de su libro Los habitados (Frailejón Editores, 2021).

Vigilante

Pinté un perro para que cuidara mi
puerta,
un perro triste y feroz al mismo tiempo
que disuadiera a cualquier atacante.
Pero cuando fui a colgar el perro en
mi puerta
vi que no había puertas, ni ventanas.
Pasé mi mano por la pared rugosa
buscando una grieta,
tal vez un agujero. Comprendí que yo
era la pared,
que iba a morir sin aire,
que la única grieta está en mis adentros
y que por los agujeros de mis ojos
miraba un perro triste,
triste y feroz al mismo tiempo.

De visita en México, Bonnett presentó Lo terrible es el borde, en el Colegio de San Ildefonso, su antología de poesía más completa hasta ahora; otro eslabón de una carrera con reconocimientos en fechas cercanas: fue ganadora del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2024 y publicó la novela La mujer incierta, que se inscribe en la frontera de lo autobiográfico con lo ensayístico y donde refleja todas las personas que ha tenido que ser.

Dueña de una biografía compleja que se traduce en una obra multifacética, en la que abunda el arte, la poesía, la narrativa de ficción y el ensayo, Bonnett fue formada en un estricto catolicismo y tuvo contacto temprano con la poesía, lo que la llevó a una búsqueda progresiva de la libertad en todos los campos.

En su poesía se ha asomado a la memoria, el duelo, la tristeza y el temor que infunden las cosas cotidianas de este mundo, desmenuzando las emociones con mucha inteligencia.

Si hablamos de su narrativa, destaca Lo que no tiene nombre, relato a propósito de la muerte de su hijo. Es necesario apuntar que en sus otros libros ha retratado la violencia, la complejidad y la frustración de las relaciones personales, el tedio de la domesticidad o la soledad, entre otras circunstancias humanas que le han sido difíciles de aprehender.

Enmarcada por la historia de México y la del muralismo mexicano, el artista visual André Orozco, bisnieto de José Clemente Orozco –de cuya obra es activista–, y el hijo del muralista Fernando Leal, Fernando Leal Audirac, diseñador y artista visual, presidieron la presentación de la antología, junto al poeta, ensayista y traductor Mario Bojórquez. Y todo se desarrolló frente al mural La epopeya bolivariana, del propio Fernando Leal.

En este contexto, Piedad Bonnett tuvo la oportunidad de ahondar en su poesía y, de manera general, habló sobre su antología Lo terrible es el borde.

“Un poeta trabaja en el tiempo porque vamos cambiando. Uno siempre está en el borde de lo nuevo y en el borde en la aventura, y en el borde del riesgo, porque resulta que si no hay riesgo no hay arte verdadero”, declaró Piedad Bonnett.

“La antología abarca poemas que escribí desde que tenía 22 años hasta el momento actual. Lo que yo quisiera es que el lector encontrara, primero, que tengo una voz, que es una y diversa. Pues lo que buscamos siempre de un poeta que amamos es la particularidad de su voz. El arte de lo íntimo es mi lenguaje natural”, manifestó la escritora colombiana.

Mario Bojórquez dijo que la poesía de Bonnett posee una densidad léxica en su significado y cumple con el deseo expresado por López Velarde: “Expulsar de mí cualquier palabra, cualquier sílaba que no provenga de la combustión de mis huesos”.

Por su parte, Fernando Leal Audirac trazó un vínculo entre el mural de su padre, dedicado a Bolívar, y la obra de Bonnett; explicó que la huelga de las compañías bananeras la orientó a confirmar su vocación poética.

Destacó “esa unión de la belleza y la conciencia social, con el más profundo sentido de la palabra”.

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