Doble festejo: Mariana González Vega cumplió 15 años el 25 de julio y un mes después ingresó al Colegio de Ciencias y Humanidades. En su examen logró 90 aciertos y es, ni más ni menos, la alumna un millón de ese subsistema universitario con 48 años de historia.
Mariana es hija de Laura Vega Romero y Pedro González Martínez. La familia vive en la colonia El Rosario II, en Tlalnepantla, Estado de México.
La joven no duda en expresar con una enorme sonrisa que haber logrado un lugar en el CCH Naucalpan la hace feliz. “Para mí es la mejor escuela y siempre lo será. Era una meta, sobre todo en Naucalpan, porque dos tíos egresaron de ahí”.
Su familia le ha dicho que la preparatoria es algo que nunca se olvida porque es donde realmente se termina de crecer. “Encuentras tu personalidad y los amigos son para siempre. El CCH me llena de felicidad. También es como un iceberg: en la punta se ve el éxito y abajo nuestras materias que van bien o mal. Eso es el CCH, y quiero que mi iceberg sea de 180 grados”, confiesa.
Otra experiencia que disfruta Mariana en su plantel son las personas. “Hay todo tipo de gente, desde la más desagradable hasta la más linda del mundo. Hay diferentes personalidades y eso me encanta porque es algo que no se ve en otras escuelas, no encontramos tanta diversidad. Aquí hay un mundo en cada persona y eso es súper bonito”.
Para Mariana estudiar en la UNAM es maravilloso. Algo que en ningún otro sitio hubiera encontrado porque hay libertad con responsabilidad “y entre amigas sabemos poner los límites de lo que podemos y no. Creo que lo más importante es la unión y el compañerismo”.
Ya ha elegido qué carrera seguir: Medicina Forense o Criminología. “Creo que tiene que ver con el lugar donde vivo, porque hay mucha violencia… Eso fue lo que despertó mi curiosidad para elegir esa opción”, comenta convencida.
Cuando llega triste al CCH, por la razón que sea, siempre están Areli, Samantha, Valeria, Emily o Ysis, quienes saben animarla. “Me escuchan, nos complementamos una con las otras y también entre amigos. Un día en el CCH es una aventura porque puede que sea un día donde nos volvamos locas por las materias o terminemos platicando de lo que sea”.
Su clase favorita es el Taller de Lectura, Redacción e Iniciación a la Investigación Documental, “porque nos expresamos sin límites. Son las horas de reflexión de cualquier cosa: libros, lo que nos pasa, la vida diaria. Me gusta mucho porque la maestra se involucra con nosotros”.
Cree que eso es lo mejor de un maestro: que se involucre con los alumnos, “porque tiene influencia en nuestra vida. Con una palabra suya nos puede subir o bajar el estado de ánimo, una palabra nos puede cambiar la perspectiva. Siento que esa clase nos llega porque se nos escucha y aconseja”.
Su fiesta de XV años fue algo maravilloso, dice Mariana, porque estaba su familia, “pero la fiesta por estar en el CCH es el inicio de una nueva etapa de mi vida. Creo que no tiene comparación. Siento felicidad pero también nervios. Obviamente a veces también estrés por las materias, pero creo que es cosa para superar y ponerme metas. El CCH me inspira a seguir adelante. De alguna manera sé que estoy hecha para algo; entonces el CCH me ayuda a no rendirme”.