El cerebro y los sentidos, combatiendo el miedo a lo desconocido
El miedo a lo desconocido es una de las características naturales del ser humano y tiene un papel relevante en su supervivencia. Si no fuéramos capaces de sentirlo, seríamos vulnerables a diversas situaciones que podrían poner nuestras vidas en riesgo. Es gracias a nuestros cinco sentidos que nuestro cerebro procesa la información de un evento que nos genera temor y, así, aprendemos a predecir el posible daño y tomar la decisión de evitarlo.
Dicho de otro modo, somos capaces de aprender a temer o dejar de tener miedo, aunque el desarrollo de esta cualidad dependerá mucho de la experiencia y capacidad de razonamiento de cada individuo. Por ejemplo, los niños pequeños son más propensos a sufrir accidentes o tener miedo a la obscuridad y a cosas desconocidas, en comparación con los adultos que pudieran temer a morir por una enfermedad.
Basta con nuestra capacidad de imaginación para crear un evento aterrador con base en lo que nos cuenta alguien o porque se nos subió un animal pequeño en el cuerpo y, entonces, el cerebro procesará la información para llevar a cabo un plan de escape, lo cual comúnmente consistirá en gritar, sacudir el cuerpo y echarse a correr. El hecho de ser conscientes y tener experiencia sobre una mayor cantidad de eventos que suceden a nuestro alrededor hará que tengamos una mejor respuesta de supervivencia.
¿Cómo recibimos información sensorial y tomamos decisiones? Decidimos basados en hechos transmitidos por los sentidos (vista, audición, tacto, olfacción y gusto) que nos reflejan el ambiente a nuestro alrededor; pero también los sentidos y decisiones están sujetos a nuestros estados internos: cómo nos sentimos, si tenemos hambre, miedo o enojo, e incluso nuestras hormonas influyen.
Lo que pasa en el cerebro puede ser visto como una caja negra en la que se ingresa información de los sentidos, ésta se procesa junto con estados internos, recuerdos e información previa y, finalmente, se produce una salida; es decir, una emoción traducida en conducta. Y es que en el cerebro hay miles de neuronas con diferente función que se comunican entre sí para intercambiar información y provocar una respuesta.
¿Cómo se procesan estas experiencias en el cerebro? Se han realizado investigaciones con enfoques interdisciplinarios y modelos animales (moscas, avispas, ratones, entre otros), sobre la toma de decisiones y el procesamiento neuronal en animales y humanos, que nos permiten conocer que los estados internos, las emociones y las hormonas influyen en nuestras decisiones.
Ese procesamiento interno, en parte obedece a la producción de neurotransmisores en el sistema nervioso. Uno muy importante es la dopamina: la usamos para aprender, es gratificante y relevante para la toma de decisiones; pero su producción en exceso asociada a un mismo estímulo se relaciona con adicción. En el cerebro, la respuesta se presenta debido a que se integra la información para llegar a conclusiones y explicaciones sobre cómo funciona el mundo. El cerebro realiza acciones preventivas ya que tiene la información almacenada en la memoria de eventos o episódica.
La experiencia emocional y los procesos de aprendizaje son críticos en la maduración de los circuitos neuronales que conectan a las decisiones con las emociones (llamados prefronto-límbicos), e investigaciones al respecto tratan de comprender los mecanismos de expresión genética para la reorganización neuronal y sináptica que dan lugar a rasgos conductuales, emocionales y cognitivos.
Pero, ¿cómo se regula esta experiencia? Ante una situación de peligro imprevista, la respuesta es diferente y pueden pasar dos cosas. Una, el cerebro podría ejecutar acciones como parte de nuestros reflejos; por ejemplo, al tocar algo caliente con la mano inmediatamente el cerebro libera sustancias (neurotransmisores) que permiten retirar la mano y protegernos gracias a los reflejos por el dolor. Aquí actúa de manera inconsciente la parte del cerebro visceral regulada principalmente por la noradrenalina.
Sin embargo, cuando cruzamos la calle distraídos y vemos un coche acercarse a alta velocidad el cerebro detecta que es un evento inesperado que podría causarnos daño y la respuesta de escape es instantánea. Aquí actúa un armónico, pero integral, sistema de protección, que involucra al sistema piramidal desde la columna vertebral hasta las regiones motoras del cerebro para mantener el equilibrio de nuestro cuerpo.
La otra acción y la peor que puede realizar nuestro cerebro sería bloquearse por el miedo ante el peligro inminente, haciendo que el cuerpo entre en un estado de shock, lo cual podría perjudicarnos. Por otra parte, la carencia de información sobre algún peligro impedirá una buena respuesta para evitarlo y por lo tanto causarnos mucho más daño. Por ello, es importante siempre informarse de los peligros que puedan ocasionarnos las situaciones a las que nos exponemos.
*Departamento de Neurobiología de Desarrollo y Neurofisiología,
Instituto de Neurobiología Campus UNAM-Juriquilla Querétaro