El Diablito fue “un salto cuántico” para el rock mexicano

La segunda producción discográfica de Caifanes apareció en 1990 y desde entonces se convirtió en una de las piezas más importantes del rock mexicano; transformó la industria, asegura Ricardo Pineda, locutor de Radio UNAM

Antes de El Diablito, segundo trabajo de estudio firmado por la agrupación Caifanes, el rock que se hacía en México sólo copiaba modelos extranjeros, explica en entrevista Ricardo Pineda, periodista cultural y conductor de Radio UNAM. Por eso su aparición transformó a la industria, agregó el especialista.

Caifanes, Volumen II, conocido coloquialmente como El Diablito fue estrenado en Junio de 1990. Pineda, conductor del segmento Aguas Negras, dedicado a la exploración musical, en Resistencia Modulada –la barra nocturna de Radio UNAM, recuerda la llegada de la placa y su impacto:

“Cuando llegó el segundo disco ya había todo un entramado en términos de industria y Caifanes lo incorporó como un método, una fórmula. El rock mexicano había probado su fuerza comercial, tanto así que este trabajo que salió en 1990 fue presentado con bombo y platillo en el Blanquita. También está marcado por una presentación con Verónica Castro en La Movida. Tenían todo el respaldo de una televisora, pero a decir verdad, cargaba con todo ese misticismo de la poesía indescifrable de Saúl Hernández, traía encima el prestigio de haber sido grabado en los estudios Electric Lady, en Nueva York”.

“Las 11 canciones que componen el disco eran un salto cuántico comparado con el debut de Caifanes, en términos de composición, estilo y grabación. En el primer disco tienen muchos remanentes de The Cure y el new wave, el post punk, quieren sonar muy europeos. El Diablito tiene elementos mucho más mexicanos. Gráficamente y conceptualmente ya estaban, aquí los hacen evidentes. Hay mariachis en La Célula Que Explota, referencias a nuestras culturas, el asunto del diablito de la lotería. Caifanes se asume como una banda mexicana”, subraya el colaborador de la revista digital Slang.

El Diablito es ese disco que todavía guarda una inocencia, los siguientes no tienen eso. Marca su paso a ser profesionales. Hablar de él a 30 años de distancia y que las canciones se mantengan vigentes me parece rescatable”, agrega.

Canciones como Antes de Que Nos Olviden, La Célula Que Explota, Los Dioses Ocultos o De Noche Todos los Gatos Son Pardos se convirtieron en éxitos radiofónicos y se agregaron de manera permanente al repertorio de la banda. La clave de su popularidad, remarca Ricardo Pineda, se debió a que ninguna otra agrupación del país tenía un sonido similar.

“Aun teniendo en cuenta sus influencias, no suenan a eso. La guitarra de Alejandro Marcovich suena muy melancólica sin dejar de ser pop. Cuando escuchas esa guitarra en El Diablito sabes que es Caifanes. Captura de forma muy precisa el espíritu de su rock pop con influencias prehispánicas y del jazz. Técnicamente no es tan sencillo, pero no suena impenetrable como un disco de progresivo. Me parece notorio. Caifanes se distingue de bandas como Maná por las letras de Saúl, sólo él sabe que está diciendo, y la guitarra de Marcovich. Los demás aportaron, pero esas dos cosas destacan. Los egos que terminaron por disolverlos suenan todo el tiempo en el disco”.

“De broma decían que eran nuestro The Cure, por cómo lucían y su influencia del new wave. El rock más dark y su conexión con lo mexicano. En términos de sonido hay una agudeza tolerable, disfrutable, que no tienen otras bandas de su generación. Es una agudeza. Las imágenes que detonan juntas son particulares”, comenta el periodista cultural.

Caifanes, conformado en aquel momento por Saúl Hernández, Alejandro Marcovich, Alfonso André, Sabo Romo y Diego Herrera, se desmarcó durante esos años porque “en los 80 buena parte del rock pop era literal, sus figuras estaban encaminadas a otras dinámicas. Se distinguían por tener riqueza de imágenes y matices, nadie más lo hacía. Marcaron hasta dónde podían llegar las cosas y ser rentables. Populares, complejos y hacer la música que querían, eso en México fue un ‘órale, se puede’. Subieron el nivel”, añade Ricardo Pineda.

A 30 años del estreno de El Diablito, “la industria ya no da esos permisos. No le pagan a nadie por componer, enfocarse, viajar y grabar para que suene como ellos quieran sonar. A muy pocos les permiten eso. El contexto en que se dio El Diablito, nuestro momento como país y su industria, como eso se tradujo en una confianza financiera, artística y creativa hacia las bandas, ahora eso no existe”.

“Parece que todos somos menos ambiciosos, pero las cosas han cambiado, la música cambió, la posición del rock es muy distinta. Quizá hoy veríamos a El Diablito casi como rock urbano. La figura mediática del roquero y sus rockstars era otra. Zoé y Café Tacvba han querido ser más ambiciosos, pero difícilmente veremos algo parecido a lo que ocasionó Caifanes”, finaliza Pineda.

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