El empacho y el susto, enfermedades populares vigentes
Prevalecen en localidades y regiones de México y América Latina
Mal de ojo, empacho, susto o espanto, caída de mollera y mal de viento son las principales ‘nosologías’ tratadas por médicos tradicionales (indígenas, mestizos y afrodescendientes) en México.
Aunque no so n en América reconocidas por la medicina académica, subsisten como enfermedades culturalmente delimitadas Latina.
Toda enfermedad, apunta el doctor Roberto Campos Navarro, investigador de la UNAM, tienen un trasfondo y una filiación cultual. Sin embargo, que sean “culturalmente delimitadas” significa que prevalecen solo en ciertas localidades, regiones del país y de AL.
Males regionales
Llanto, inquietud y a veces diarrea -apunta el académico de la Facultad de Medicina- caracterizan al mal de ojo. Lo padecen niñas y niños. Y un factor de riesgo, según la creencia popular, es la belleza. Cuando son bonitos y salen de casa y reciben una mirada pesada, regresan con esos síntomas.
El empacho, también con más prevalencia en niños y bebés, es un trastorno digestivo causado por sustancias no digeribles como chicles, palomitas o pellejos de frijol, garbanzo o chícharos, así como pedazos de papel o hilos.
“Todo eso, dice la gente, se queda pegado en las paredes intestinales y provoca malestar y dolor gastrointestinal”. Eventualmente, causa fiebre, vómito, diarrea “o al revés, constipación”.
El espanto o susto, conocido desde la época prehispánica, es producido por un evento sorpresivo y fuerte que deja “datos de trastorno mental” en adultos y niños.
La caída de mollera o hundimiento de la fontanela anterior (tenemos cuatro en el cráneo), sobre todo en menores de dos años, es causada por un susto, un movimiento brusco o por retirar repentinamente al bebé de la glándula mamaria. Se manifiesta en inquietud y llanto e incluso vómitos y diarrea
Espíritus y Pan puerco
En América Latina, en todos nuestros pueblos, en zonas rurales y urbanas, incluso en la Ciudad de México, hay tratamientos para estas patologías, desconocidas e ignoradas por la mayoría de la “gente académica y la clase media”.
En farmacias y boticas de colonias populares se venden los “espíritus de tomar” y los “espíritus de untar” para curar el susto o el espanto.
También es popular la pomada denominada “Pan puerco” para curar el empacho. Está hecha con manteca de cerdo y se vende en todo el Valle de México.
Para la caída de mollera, hay que hidratar al bebé y realizar maniobras especiales para retornar nuevamente la mollera a su lugar.
Si se venden estos productos y se usan para curación, es porque tenemos “enfermedades populares vigentes”, señala el investigador de la Facultad de Medicina.
Tratamientos propios
¿Estas patologías tienen equivalente con enfermedades que trata la medicina académica? Afirmar que empacho es “nada más” una gastroenteritis aguda infecciosa, no es suficiente. O que susto equivale a shock postraumático agudo, “resulta fácil y simplificador”, ya que el “comportamiento terapéutico es completamente diferente”. La caída de la mollera en términos biomédicos, será una deshidratación, “pero no es solamente eso”.
En caso de shock postraumático agudo o traumatismo psíquico emocional, el médico indica un tratamiento farmacológico. En cambio, en la medicina tradicional, el susto o espanto se neutraliza con una limpia o barrido con yerbas (pirul, por ejemplo), pero también con un acto ritual que permite recuperar “una entidad anímica perdida”.
Desde una cosmovisión indígena, diferente a la occidental, la persona tiene varias entidades anímicas y una se escapa o se pierde con el susto o el espanto. El médico tradicional, vía un ritual, se la retorna. Y según los estudios de antropología médica, “sí hay una eficacia en ese tratamiento”.
Así que el empacho y el susto tiene sus propios procedimientos terapéuticos, en su mayoría eficaces, como en su mayoría también son eficaces los tratamientos biomédicos. Sin embargo, cuando a veces aquéllos o éstos no dan el resultado esperado, se recurre a otros. En algunos casos -dice Campos Navarro- el tratamiento tradicional-popular resulta más eficaz y viceversa.
En vez de hacer diagnósticos equivalentes simplistas, ausentes de complejidad, hay que empezar por un estudio “serio y profundo de estas patologías”. Quitarse –puntualiza– el prejuicio o pre-noción de que no existen.
Chasquido y empacho
Sobre el empacho, segunda enfermedad culturalmente delimitada más conocida en el país, hay ya referencias en el primer manuscrito médico mexicano, el Libellus de medicinalibus indorum herbis o Códice de la Cruz-Badiano, que data de 1552.
Siglos después, en su tesis ¿Existe el empacho en los niños? (1873), Gregorio Vargas, de la Escuela Nacional de Medicina (antecedente de la facultad homónima de la UNAM), bajo la dirección de los doctores Miguel F. Jiménez (el mejor clínico del siglo XIX) y Eduardo Liceaga (fundador del Hospital General de México), demostró que el empacho “sí existe” y que era “digno de estudiar y formar parte de las nosologías pediátricas”.
Pese a ese reconocimiento, el empacho y “todas las denominaciones regionales” de otras patologías desaparecieron para la medicina académica mexicana, al establecerse la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), elaborada a fines del siglo XIX por Jacques Bertillon y su hijo. Luego, en todo el siglo XX no se estudió más el empacho desde el punto de vista biomédico.
Afortunadamente, ya se ha realizado una recopilación de esta “nosología”, que abarca desde el siglo XVI hasta la actualidad, y que no era solo “muy mexicana” como pensaba el doctor Miguel F. Jiménez, sino una enfermedad presente en toda América Latina.
Para su cura se utilizaba y aun se usa una planta mesoamericana: el epazote. En México, además de condimento, tiene un uso terapéutico. En Sudamérica (Argentina, Chile, Uruguay) se le conoce como ‘paico’, en Cuba como apazote y en Islas Canarias como ‘pazote’.
En los países sudamericanos antes mencionados y en Cuba, se realiza un ritual terapéutico llamado “medida de la cinta” (no necesariamente métrica), que al mismo tiempo es “diagnóstico-tratamiento”.
Es sorprendente y aun viéndolo, cuesta trabajo entender “todos estos mecanismos psicoterapéuticos” o “plenamente psicosomáticos” (se mide a las personas con tres brazadas) y que “es lo que menos estudiamos y aprendemos en la medicina académica”.
El estafiate es otra hierba que sólo en nuestro país se utiliza para curar el empacho, dice Campos Navarro, antropólogo médico para quien en dicha recopilación (contenida en sus libros Si no se despega eso, ¡se muere el niño! El empacho en Chile:1674-2017 y El empacho en Uruguay, 1710-2018, entre otros) “hay una pasmosa continuidad de la enfermedad, datos clínicos, formas de diagnóstico y tratamientos diversos, que incluye plantas medicinales, purgantes y manipulaciones como “jalar la piel paravertebral y si se escucha un chasquido o tronido, es que es empacho; si no, es mejor recurrir al tratamiento biomédico”.