Experimenta se enfoca en el bachillerato universitario

El pensamiento científico como herramienta para la vida cotidiana

Un taller interdisciplinario busca enseñar este recurso a los estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades y de la Escuela Nacional Preparatoria

Fotos: Diana Maldonado.
El conocimiento científico ha sido la base para que los humanos podamos desarrollar nuevas teorías, resolver problemas y tomar decisiones informadas desde el punto de vista tanto individual como social. Sin embargo, a pesar de los grandes avances científicos y tecnológicos alcanzados por nuestra especie, las creencias sin fundamento, falaces –como la que sostiene que las vacunas no sirven o son dañinas, o la que afirma que la Tierra es plana–, todavía suelen regir en algunos sectores de las sociedades contemporáneas.

En 2003, para divulgar el pensamiento científico, Francisco Fernández de Miguel, investigador del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM –con el apoyo de la Secretaría de Desarrollo Institucional y las facultades de Ciencias y de Química de esta casa de estudios–, creó Experimenta, Taller Interdisciplinario de Enseñanza Experimental de las Ciencias.

“El primer curso de Experimenta lo impartimos a profesores del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur. Un día lo dedicamos a matemáticas, otro a química, otro a física y otro más a biología, y dijimos: ‘Esto sí va a funcionar’. Al final, los profesores nos dijeron que, en efecto, habían aprendido a pensar como científicos”, recuerda Fernández de Miguel.

Posteriormente, Juan Manuel Gómez, quien aún sigue participando como uno de los ocho instructores de Experimenta, propuso dedicar otro día a la tecnología.

“Asimismo, empezamos a recibir becarios y estudiantes de servicio social para formarlos como instructores. Fue así como al poco tiempo tuvimos suficiente personal para llevarlo al CCH Sur e impartir un taller en la mañana y otro en la tarde. Los laboratorios funcionaban todos los días, durante 40 semanas, y en el periodo intersemestral recibíamos a profesores de dicho plantel. Después, a éstos se sumaron profesores del CCH Vallejo, que cuando estuvieron listos llevaron el taller a su propio plantel”, añade el investigador universitario.

Segunda etapa

Esta primera etapa de Experimenta duró hasta 2014. Ahora echaron a andar la segunda (el primer taller se llevó a cabo del 13 al 28 de junio, de las 9 a las 13 horas; y el segundo comenzó el 22 de julio y terminará el 2 de agosto, en un horario de las 15 a las 19 horas) en el Instituto de Fisiología Celular, en Ciudad Universitaria.

“En esta ocasión contamos con el apoyo de la Coordinación de la Investigación Científica y participan, en equipos, 21 profesores del CCH y de la Escuela Nacional Preparatoria, de ambos sexos, y no sólo de las disciplinas científicas, sino también de las humanísticas. El objetivo es claro: dar a los estudiantes de ambos subsistemas, por medio de sus profesores, el pensamiento científico como una herramienta para la vida cotidiana”, indica Fernández de Miguel.

La primera parte del taller Experimenta consta de cinco días continuos, cada uno de los cuales está dedicado a una disciplina distinta: matemáticas, química, física, biología y tecnología.

“El primer día vemos matemáticas y las aplicamos a una situación cotidiana, lo que permite entender cuáles son las variables, eliminar las malas ideas y desarrollar las buenas de una manera intuitiva. El segundo y el tercero vemos química y física, materias en las que tenemos más control de las variables y, por ello, los experimentos son más dirigidos. El cuarto día vemos biología, disciplina en la que no tenemos control sobre muchas cosas, porque los seres vivos somos sistemas muy complejos y si planteamos una hipótesis es posible que, al hacer un primer experimento, nos salga una cosa diferente de la que esperábamos, pero de todos modos esto resulta muy interesante y aleccionador. Y el quinto día abordamos la tecnología para trabajar eficientemente con las energías limpias.”

La segunda parte también consta de cinco días y está diseñada para que los profesores planteen un proyecto de biología y, en particular, de energía en biología, porque la prioridad en nuestra época es saber cómo podemos ahorrar energía y mantener nuestro planeta vivo y con buena salud.

“La meta es aprender a trabajar juntos por el bien común, que en este caso es tener un resultado cada día. Ahora, el error es una fuente esencial de conocimiento; si aparece uno, hay que desengranarlo y encontrar cuál es su origen, porque eso es lo que nos hace mejores. Aprendemos más de nuestros errores, sin duda”, apunta el investigador.

Fundamentos

Una vez que concluyan sus tareas dentro del taller Experimenta, cada equipo de profesores tendrá que escribir un resumen de 200 palabras y un artículo de mil que se publicará próximamente en un número especial de una revista del CCH Sur y, posiblemente, en una de la Escuela Nacional Preparatoria.

“Al final recopilaré todas las experiencias y escribiré un informe con los fundamentos del taller que discutiré con la titular de la Secretaría General. Queremos que Experimenta siga impartiéndose. Una condición sine qua non es que la UNAM lo asuma como un proyecto institucional, porque requiere la formación de personal, espacios y calendarios. Creo que pronto podríamos abrir los laboratorios necesarios, pues requerimos muy pocos materiales: papel, lápices, cuerdas, etcétera”, comenta Fernández de Miguel.

Pedro Josué Lara Granados, profesor de física en el CCH Vallejo y participante en el segundo taller Experimenta, considera que todos –alumnos, profesores, amas de casa…– aplicamos métodos científicos tan simples como el de prueba y error en nuestras actividades cotidianas.

“Lo que sucede es que no nos damos cuenta o no los formalizamos como tales. Por ejemplo, a la hora de hacer un guisado debemos decidir, según nuestra experiencia, qué tanto hay que agregar o quitarle sal para que quede bien… Al formalizar el pensamiento científico podemos entender mejor los fenómenos que nos rodean, que es lo que perseguimos en el bachillerato. Sin embargo, a veces nos gana el pensamiento mágico, como el que envuelve a los horóscopos, porque resulta más fácil de asimilar, y no nos percatamos de que nos puede llevar por un camino lleno de falacias”, agrega.

Por su lado, María Eugenia Medina Barrera, profesora de Educación para la Salud en la Escuela Nacional Preparatoria y también participante en el mismo taller, piensa que a muchos alumnos de bachillerato se les dificulta resolver problemas elementales, porque carecen de una buena capacidad de observación, entre otras cosas.

“Y al no saber cómo resolver esos problemas caen en la frustración académica, reprueban materias y finalmente abandonan sus estudios. Además, hoy en día no es raro que los jóvenes admitan como cierto todo lo que ven o escuchan en las redes sociales y en internet, y, como sabemos, una gran cantidad de información proveniente de esos sitios no tiene ningún sustento científico. Para colmo de males, a la mayoría de los jóvenes no les gusta leer, y como quieren resolver sus dudas lo más pronto posible, acuden a youtubers o a tiktokers, que tampoco son de fiar. Por eso es importantísimo enseñarles el pensamiento científico.”

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