Jeri Lynne Johnson quedó en shock cuando por fin escuchó la razón por la que, después de recibir elogios y llegar siempre a las rondas finales, no se quedaba con el trabajo: “Eres muy buena, pero no te ves como el público esperaría”. Esta vez, se lo dijeron sin ambages.
Dolió.
No se trataba de un trabajo como actriz, edecán o modelo –tal vez entonces hubiera sido considerada apta una mujer alta, esbelta, bronceada, de brazos largos y manos expresivas. No. La vacante era para ocupar el podio de una orquesta sinfónica.
Jeri Lynne Johnson es una mujer de ascendencia afroamericana, con una maestría en Historia de la música y en Teoría de la música por la Universidad de Chicago. Toca piano desde los cuatro años pero se enamoró de la música para siempre en su primer concierto: Beethoven, a los siete. “Aquella música me fascinó, pero como no vi un piano por ninguna parte, pensé que si quería tocar eso, tenía que ser la del palito”.
Para Jeri Lynne Johnson estudiar dirección de orquesta fue natural. “Nunca me percaté de que no había mujeres de color en la dirección de orquesta. Me di cuenta a raíz de que la gente me lo hacía notar, era algo que otros veían. Me decían ‘nunca había visto una mujer afroamericana dirigiendo’, o ‘no sabía que las mujeres de color hacían esto’”, comenta en entrevista. “Entonces se convirtió en algo en lo que tenía que pensar y de lo que tenía que hablar”.
Fue en 2006, buscando trabajo en California, cuando se le cayó la venda de los ojos tras aquel comentario hiriente; pero necesario. La supremacía blanca y patriarcal de la institución sinfónica es una realidad con peso específico.
“Me di cuenta que en la música clásica hay un problema real de inclusión, y que eso hace que la gente, afuera, no se anime a acercarse. Sienten que no les pertenece porque no ven a nadie como ellos en el escenario que interprete, dirija, componga; no se ven ahí”.
Y es que en la tradición clásica, si las mujeres afroamericanas llegan a posiciones estelares, es principalmente como cantantes, en la ópera. Se les ve un poco menos en las orquestas y desde luego no en la batuta. “Sí, la gente acepta a una cantante, pero ¿el podio?”. La directora hace un silencio.
-El podio es político…
-El podio es poder. Y eso incomoda a la gente.
La joven Jeri Lynne recurrió a su maestra, Marin Alsop, tras recibir la retroalimentación de la orquesta californiana sobre su aspecto. “No sé qué hacer”, le dijo. “No puedo cambiar el hecho de ser mujer, ni de ser afroamericana. Soy buena directora, y eso es bueno, pero no tendré trabajo”. Su mentora la situó en el lado afortunado de la realidad: ¿cuántas personas quedaban fuera de orquestas y ensambles por su condición racial? “Como yo, vas a tener que formar tu propia orquesta, y podrás probarles que puedes ser el rostro de una organización que además, hace dinero”, le dijo. Y a los dos años, en 2008, Jeri Lynne Johnson fundó Black Pearl, su orquesta de cámara.
“La idea de Black Pearl fue transformar esta experiencia dolorosa en algo bello y valioso para todos: esa es la perla. Tomamos la arena y la tornamos en una hermosa joya. Tenemos músicos de primera, profesionales todos, egresados de Juilliard y las mejores escuelas, que son asiáticos, afromaericanos, de toda Latinoamérica, europeos y americanos… Todos están incluidos. Esa es mi visión de América, todos trabajando juntos”.
Asentada en Filadelfia, Black Pearl no sólo se dedica a hacer música, también realiza labor social y dirigirá un apoyo reciente que recibió del National Endowment for the Arts para sostener empleos, entre otros esfuerzos, a fin de que sus artistas y comunidades culturales puedan paliar la crisis generada por la pandemia. Además, realiza actividades educativas que ofrecen acceso a la música a personas de todas las edades.
El podio es poder. Y eso incomoda a la gente.”
Ahora hay más mujeres afroamericanas en su país que llegan a posiciones elevadas, considera Johnson, pero es reciente. “Creo que después del asesinato de George Floyd, en 2020, Estados Unidos revisó qué tanto ponía sus valores en práctica, y creo que hubo desde instituciones legales y educativas que tuvieron la intención de cambiar la práctica de la exclusión racial pero también hacia mujeres, gays… Ahora se puede ver un crecimiento real en el número de mujeres directoras haciendo cosas relevantes y de compositoras con encargos importantes”.
En este contexto Jeri Lynne Johnson debutó en México. En el marco de las Jornadas de Mujeres en la Música, que con motivo del Día Internacional de la Mujer organizó Música UNAM, estuvo al frente de la Orquesta Filarmónica de la UNAM (OFUNAM) los días 5 y 6 de marzo. El programa incluyó las Bachianas no. 9 del compositor brasileño Héitor Villa-Lobos, la Sinfonía núm. 5 de Schubert y el estreno en México de Source code, de la violinista y compositora estadunidense de ascendencia afroamericana Jessie Montgomery; una pieza elegida por la propia directora, quien la estrenó en Estados Unidos.
“La conozco de hace tiempo. Es compositora en residencia para la Sinfónica de Chicago, con una voz muy propia. Esta obra es una versión ampliada a orquesta de cuerdas de una pieza que compuso para su cuarteto de cuerdas. Habla de la experiencia de vivir en una gran ciudad. Su música es hermosa y ella es una de las muchas autoras afroamericanas que están siendo programadas en Estados Unidos no sólo en el marco del Mes de la Mujer, no sólo en marzo, sino todo el año”.
Emocionada por su primera visita a México, Jeri Lynne Johnson está interesada en mejorar su español y profundizar en su experiencia cultural con nuestro país, asegura. “Es maravilloso volver a tocar enfrente de una audiencia tras la pandemia, volver a estar juntos en un lugar. Creo que todos entendimos la importancia que esto tiene cuando nos fue arrebatado”.
A lo largo de su carrera, la directora ha trabajado con varios mentores incluyendo Sir Simon Rattle y Daniel Barenboim. Fue la primera mujer afroamericana en ganar un premio internacional de dirección orquestal, el Taki Alsop Conducting Fellowship, y en conducir orquestas relevantes como la Philadelphia Orchestra, la Dallas Symphony Orchestra, la Burnemouth Symphony y la Weimar Staatskapelle.