Enfrentar el cambio climático requiere poner la vida en el centro

Hoy más que nunca, el deterioro ambiental exige de la comunidad científica no solo generar conocimiento, sino promover entendimiento entre los pueblos del mundo: Susana Magallón Puebla, directora del Instituto de Biología

Para ofrecer una mirada panorámica del escenario de deterioro ambiental y pérdida de biodiversidad desde la diplomacia de la ciencia de América Latina, el Instituto de Biología (IB) de la UNAM y la Dirección de Relaciones Internacionales de la Universidad de Antoquia, Colombia, clausuraron el Aula de Aprendizaje Binacional “Biodiversidad y Diplomacia en la Ciencia”.

Organizado por la Cátedra UNESCO de Diplomacia y Patrimonio de la Ciencia de la UNAM, el evento en línea, que constó de cinco módulos, tuvo una participación de 474 profesores, investigadores y estudiantes de diversas ramas del conocimiento: 253 de Colombia y 172 de México, además de algunos de Argentina, Perú, Venezuela, Guatemala, El Salvador, Honduras, Estados Unidos y Alemania.

Durante la clausura de los trabajos, la directora del IB, Susana Magallón Puebla, dijo que el evento impulsa una comunión interdisciplinaria. “Es a través de la colaboración académica internacional y, en particular la que impulsamos con América Latina, que las reflexiones universitarias, científicas y críticas adquieren un valor regional”, señaló.

Dijo que, a través del conocimiento al servicio de la diplomacia del siglo XXI, la UNAM toma en serio los retos del presente y la responsabilidad global ante el desequilibrio ambiental. “Nuestros países albergan una vasta diversidad biótica, compartimos intereses e ideales y estoy segura de que suscribimos la importancia de tomar en nuestras manos el destino de nuestra riqueza biótica desde una perspectiva sensible, científica y de alcance planetario”.

Comentó que hoy más que nunca, el deterioro ambiental exige de la comunidad científica no solo generar conocimiento, sino promover entendimiento entre los pueblos del mundo. “Hemos dado un paso importante hacia una diplomacia de la ciencia más fuerte y crítica desde América Latina”.

En su oportunidad, Parsifal Islas Morales, coordinador de la Cátedra UNESCO de Diplomacia y Patrimonio de la Ciencia, comentó que esta cátedra tiene el objetivo de promover la participación de los países en esta nueva área del conocimiento.

Dijo que este primer evento tuvo un éxito contundente, con la participación de más de 400 personas interesadas en el continente en temas de la interfaz entre biodiversidad y diplomacia de la ciencia.

Diplomacia para logros ambientales

En la presentación electrónica del Aula de Aprendizaje, se explica que, para los países del Sur global, el cuidado de la biodiversidad es una agenda internacional prioritaria, pues más del 70 por ciento de la diversidad biológica y el capital natural se concentra en esta región del mundo. América Latina es depositaria de grandes ecosistemas transfronterizos como el Amazonas y por ello la llamada diplomacia ambiental implica la única vía multilateral para poder asegurar y proteger los recursos naturales; promoviendo procesos de paz y gobernanza en el territorio, pero también poder exigir una corresponsabilidad sobre los efectos del cambio climático a los países del Norte.

Tras la ceremonia de clausura, y moderado por Marcela Garcés Valderrama, directora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Antioquia, se realizó a distancia el Módulo 5 de la Aula de Aprendizaje Bilateral, dedicada al tema Tratados Internacionales.

En este marco, Paola Andrea Arias Gómez, profesora de la Escuela Ambiental de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia, Colombia, dijo que, si bien han existido en las últimas décadas esfuerzos diplomáticos internacionales como el vigente Acuerdo de París, lo cierto es que las emisiones de gases de efecto invernadero no se han detenido.

Tras hacer un recuento de los principales acuerdos internacionales, la ingeniera geóloga detalló el caso del exitoso Protocolo de Montreal, firmado por 46 países en 1987, que tuvo como objetivo proteger la capa de ozono de la atmósfera mediante la toma de medidas para controlar la producción mundial y el consumo de sustancias que la agotan, asunto que se logró.

Mencionó la positiva creación en 1988 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) para contar con evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta.

Menos positivo, en 1997 se firmó el Protocolo de Kioto, pero entró en vigor hasta 2005. Fue creado para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que causan el calentamiento globa, lo cual no se ha logrado.

Más tarde, en 2015 se firmó el Acuerdo de París, que entró en vigor en 2016 como un tratado internacional sobre el cambio climático, cuya manos ventaja es que es jurídicamente vinculante. Sin embargo, sus objetivos de limitar el aumento de la temperatura a dos grados centígrados respecto a los niveles preindustriales, no superar la cuota de 1.5 grados al final de este siglo y alcanzar la neutralidad climática en 2050 se ven aún como metas lejanas.
“El cambio climático es un problema estructural, civilizatorio. No es solo reducir emisiones, la causa está anclada en la estructura de la humanidad, con la inequidad”, consideró.

Para Arias Gómez, para enfrentar el cambio climático “la vida debe estar en el centro” y se debe considerar el tema como un asunto de derechos humanos.

En su oportunidad, Ernesto Carmona Gómez, director para cambio climático de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), consideró que continúan las pugnas diplomáticas del Acuerdo de París sobre qué países tienen mayor responsabilidad en las emisiones. “Aunque se reportan algunas acciones, se sigue deteriorando el planeta por el cambio climático”, señaló.

El experto en Relaciones Internacionales destacó que en las recientes reuniones diplomáticas del tema existe una fuerte presencia de industrias como la petrolera y de empresas trasnacionales que realizan profundo cabildeo para eludir responsabilidades.

Cuestionó que en el Acuerdo de París las iniciativas para impulsar las energías renovables corren el riesgo de prolongar la dependencia tecnológica y representa dificultades de adaptación de los países pequeños.

El experto se pronunció por considerar desde América Latina nuestros conocimientos regionales. “Tenemos conocimientos ancestrales ambientales y culturales que hay que incorporar a la diplomacia”, recomendó.

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