Conversatorio organizado por el CISAN y el SUDIMER

Entre sueños y retos: voces de los dreamers en la UNAM

El programa DACA beneficia a los “soñadores”, inmigrantes indocumentados que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños, vivieron y asistieron a la escuela ahí y se identifican como estadunidenses

Foto: cortesía CISAN.

La reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos ha generado preocupación entre los 530 mil 110 beneficiarios actuales del programa Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), conocidos como dreamers (https://www.presidentsalliance.org/breakdown-of-dreamer-with-and-without-daca/).

Este programa migratorio, creado en 2012 durante la administración del presidente Barack Obama, busca proteger temporalmente de la deportación a jóvenes inmigrantes que llegaron al país de manera irregular siendo niños. Aunque no otorga un estatus migratorio legal ni un camino hacia la ciudadanía, DACA proporciona beneficios importantes, entre ellos: protección temporal contra la deportación, permiso de trabajo legal, acceso a derechos sociales como un número de Seguro Social y, en algunos estados, licencia de conducir. Estos apoyos están disponibles para quienes cumplen con criterios específicos relacionados con residencia, edad, educación y antecedentes legales, entre otros.

En ese contexto, la UNAM, mediante el Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) y el Seminario Universitario de Estudios sobre Desplazamiento Interno, Migración, Exilio y Repatriación (SUDIMER), organizó un conversatorio en Ciudad de México con la participación de 41 dreamers. El evento tuvo lugar en la Sala de Conferencias Mónica Verea del CISAN. Durante la sesión, las historias de vida y resiliencia de estos jóvenes conmovieron profundamente a los asistentes.

Una de las invitadas destacadas fue Karina Ruiz, la primera senadora migrante de la historia. En su intervención recordó cómo, hace 25 años, cuando tenía 15 años, jamás imaginó que algún día regresaría a México para representar a los mexicanos en el extranjero. “La vida nos lleva por caminos inesperados, y hoy puedo decir que los sueños, incluso los que no imaginamos, pueden hacerse realidad”, expresó.

Como pasó en Arizona con la ley SB 1070 en 2010, hizo un llamado a la comunidad migrante, especialmente a los mexicanos en Estados Unidos, para que no tengan miedo. Aseguró que es crucial que encuentren redes de apoyo en sus comunidades y, si éstas no existen, que las generen. “Conocer sus derechos es fundamental para hacer más difícil el trabajo de quienes buscan implementar deportaciones masivas”.

Karina recomendó a los inmigrantes que, en caso de detención, es crucial no firmar una salida voluntaria, invocar el derecho a permanecer callado, solicitar un traductor si es necesario y evitar firmar documentos sin un abogado, para asegurar un proceso justo que evalúe la posibilidad de obtener residencia.

Estuvo también la peruana Anita Enciso, quien emigró a Estados Unidos con su madre en 1998 a los 15 años. En 2014 renovó su DACA y comenzó como voluntaria en Arizona, participando activamente en la lucha contra las leyes antimigrantes; desde entonces se ha convertido en líder de una organización que ayuda a beneficiarios de DACA, logrando impactar positivamente a cientos de personas.

Enciso resaltó el esfuerzo colectivo que permitió la creación de DACA, recordando que fue el resultado de una lucha de líderes y voluntarios que persiste frente a los intentos de eliminarlo. Invitó a los beneficiarios a mantenerse unidos, buscar herramientas y apoyarse en la comunidad para superar los desafíos. En su mensaje subrayó la importancia de recordar las experiencias como migrantes y ayudar a otros en situaciones similares, promoviendo la solidaridad y el trabajo en equipo como motores para el cambio.

Testimonios

Juan Guillermo, oriundo de Ciudad de México, emigró con sus padres a Riverside, California, cuando tenía apenas cuatro años. Estudió en la Universidad de California, donde obtuvo su licenciatura en Ingeniería en Sistemas. Beneficiario de DACA, pudo regresar a su país de origen gracias al programa de Advance y a la organización Arizona, después de 21 años.

Recuerda que fue a los 13 años cuando la deportación de su papá le permitió entender profundamente lo que significa ser inmigrante, con todo el miedo y el peligro que implica. “Afortunadamente, pudo regresar a nosotros a salvo, aunque con algunos golpes, pero al menos regresó después de una Navidad muy solitaria. Sin embargo, gracias a la comunidad que nos rodeaba, no nos sentimos tan solos como pensábamos”, relató.

Finalmente, reflexionó sobre el panorama actual: “Sé que todos sentimos miedo, pero debemos recordar que, cuando muchos nos unimos, podemos formar una fuerza poderosa. Puede que no logremos cambios en nuestras vidas, pero estoy seguro de que pronto se podrá arreglar algo, porque un humano nunca debe ser ilegal”, concluyó, con una firme convicción en la lucha por los derechos y el lugar de los inmigrantes.

Valeria Serna, originaria de Monclova, Coahuila, emigró a Estados Unidos a los ocho años con su madre y hermanos. Desde pequeña experimentó las dificultades y temores asociados con ser inmigrante. Su madre, una mujer valiente que luchó sola por su familia, trabajó en diversos oficios, enfrentando discriminación y abusos laborales. A pesar de las adversidades, Valeria veía la educación como la clave para mejorar la vida de su familia.

Recordó: “Yo siempre tenía como un temor… no sabía qué tan grandes eran los límites, pero sabía que necesitaba portarme bien, no hacerme notar porque uno nunca sabe”. Este miedo, experimentado por muchos inmigrantes, marcó su infancia y adolescencia.

A los 18 años, Valeria descubrió el programa DACA, lo que le permitió estudiar Administración de Empresas en la Universidad de Texas. Pero en 2016, con la llegada de Trump al poder, su vida dio un giro inesperado. En 2017, cuando DACA fue rescindido, el miedo la invadió. Ella misma lo describe: “Yo tenía tanto miedo, no sabía qué hacer”. Pero un amigo la invitó a compartir su historia en un evento. Este momento marcó un cambio fundamental en su vida, pues la motivó a unirse al movimiento de activismo y luchar por los derechos de los inmigrantes.

Adrián, originario de Tijuana, Baja California, llegó a Estados Unidos a los cuatro años y aplicó al programa DACA en 2012. Estudió Psicología Industrial y Organizacional en la Eastern Connecticut State University, en el estado de Connecticut, y trabajó como gerente de proyectos en Carolina del Norte. Aunque ha tenido una carrera exitosa gracias al programa DACA, su experiencia está marcada por sentimientos de frustración y confusión.

Reflexionando sobre su regreso a México después de 24 años, Adrián compartió: “Mi vida y todas mis memorias vienen siendo de Estados Unidos. Pensaba que era igual que todos mis compañeros, pero cuando aplicamos a universidades, fue ahí donde noté la diferencia… mientras ellos pagaban precios como residentes, yo debía pagar como internacional”.

Nadia García, originaria de Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México, es una dreamer que llegó a California a los 18 meses. A los 18 años, solicitó el programa DACA y, gracias a esta oportunidad, pudo regresar a México después de 20 años. Actualmente, Nadia cursa Neurociencias en la Universidad de San Diego con la meta de convertirse en neuróloga y trabajar en la investigación del alzhéimer.

En su testimonio, recuerda cómo su madre le enseñó desde pequeña que “la educación es lo que ella me podía dar”, ya que no tenía bienes materiales que heredarle. A pesar de las dificultades por su estatus migratorio, Nadia nunca dejó de soñar con ser doctora.

Aunque Nadia se ha enfrentado a la soledad de la experiencia migrante, también ha encontrado fuerza en la comunidad dreamer. “La experiencia migrante es muy solitaria, pero si buscas comunidad, la puedes encontrar, y eso te ayuda mucho”. Su vida en Estados Unidos no ha sido fácil, especialmente en un ambiente donde predominan ideologías que no siempre favorecen a los inmigrantes. “Me duele mucho ver cómo se trata a los inmigrantes en Estados Unidos, no obstante, tengo esperanza”.

Sergio, nació en Tijuana, Baja California, y llegó a Estados Unidos a los tres años. Estudió Administración de Empresas en la Universidad de Rochester, Nueva York. Como dreamer, aplicó al programa DACA a los 15 años, lo que le permitió regresar a México después de 21 años. Trabaja actualmente en la oficina de empoderamiento financiero en la ciudad de Nueva York.

En sus palabras, “Gracias a todas las mujeres que me ayudaron a llegar aquí: mi mamá, mis tres hermanas, ellas fueron las que hicieron el camino para que yo pudiera seguir sus ejemplos”. La familia de Sergio se mudó a Carolina del Norte, un estado conservador, donde la vida de inmigrante fue difícil: “Mi mamá siempre nos decía que lo único que nos podía heredar era la educación”, y a pesar de las limitaciones, la educación fue su vía de escape.

A los 15 años, al tratar de postularse a una escuela superior, Sergio se dio cuenta de su situación migratoria: “Uno de los requisitos era que los papás debían tener seguro social”. Este momento fue clave para entender la realidad de ser inmigrante en un país donde “los recursos no son suficientes y no hay apoyo”, especialmente en estados conservadores.

A pesar de todo, Sergio logró ser aceptado en la Universidad de Nueva York, “me dio mucho miedo, pero gracias a Dios me dieron la beca”, y hoy trabaja en Nueva York para mejorar las finanzas personales de la comunidad latina.

Xóchitl Islas, originaria de Ciudad de México, y criada en Agua Prieta, Sonora, vivió una experiencia de migración y reencuentro personal. A los 10 años, su familia se trasladó a Estados Unidos, donde vivió por cuatro años antes de regresar a México.

Durante ese tiempo, Xóchitl enfrentó numerosos desafíos, incluido quedar sola en Estados Unidos después de que su madre y hermanos regresaron a México debido a la pérdida de su hogar en Agua Prieta. Decidió quedarse para terminar la preparatoria, pero, enfrentando dificultades económicas, tuvo que buscar opciones para seguir adelante. Trabajó, estudió y se graduó como asistente médico, aunque las dificultades económicas y las responsabilidades como madre hicieron que tuviera que abandonar sus estudios.

Desafíos y resiliencia

La experiencia compartida por los dreamers en el Conversatorio organizado por la UNAM no sólo evidenció los desafíos que enfrentan los jóvenes migrantes en Estados Unidos, sino también su increíble resiliencia y capacidad para transformar la adversidad en motor de cambio. Historias como las de la senadora Karina, y los jóvenes Nadia y Sergio muestran cómo la educación, el apoyo comunitario y la lucha colectiva pueden abrir caminos y superar barreras aparentemente insuperables. A pesar de las amenazas y el miedo constante, estos testimonios nos recuerdan que la unión, la solidaridad y la defensa de los derechos humanos son fundamentales para construir un futuro más justo e inclusivo.

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