Ha ayudado a visibilizar la violencia y desigualdad que sufren
Feminismo, estrategia política para construir la libertad de las mujeres
Ante las altas cifras de mujeres agredidas, ¿sirve de algo tener un día para combatir la violencia contra las mujeres? Nelly Lucero Lara Chávez, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) señala que “ayuda a recordarnos que sigue existiendo la violencia en contra de las mujeres no solamente en un contexto específico, sino a nivel global porque persisten distintas formas de atentar contra su dignidad, su vida y su libertad”.
El recordatorio de cada 25 de noviembre, por sí mismo, replantea el escenario de que vivimos en sociedades altamente desiguales, en las que se sigue valorando más lo masculino al situarlo en un nivel superior. De esta desigualdad emanan diferentes tipos de violencia que atentan contra las mujeres, así como la misoginia y la burla contra ellas.
En México, gracias a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, se han tipificado cinco formas de agresión contra las mujeres: psicológica, física, económica, patrimonial y sexual, menciona la especialista en entrevista para Gaceta UNAM.
En la violencia económica persisten mecanismos para que ellas no tengan una vida digna y generen dependencia económica con relación a otras personas, agrega. “La patrimonial establece que las mujeres no pueden ser propietarias porque no podrían tener bajo su propio dominio y administración un bien material; por ello, llegan a sus últimos años sin nada”.
Acota que la violencia sexual es una de las que más llama la atención porque existen altas cifras de mujeres y niñas acosadas o violentadas sexualmente, pero no conocemos a los perpetradores, es decir, hay silencio en torno a los agresores y su posición. El movimiento #MeToo logró develar nombres y rostros.
La violencia física es la más visible porque hay moretones o marcas en el rostro o cuerpo, mientras que la psicológica es el maltrato a la voluntad y autoestima que no se detecta fácilmente, precisa.
El feminicidio es la violencia extrema, es la suma de todos los tipos de violencia. Donde hay feminicidio se están ejecutando daños a nivel físico, psicológico, económico, patrimonial y sexual, “la violencia es atentar contra la mujer y el feminicidio es acabar con ella”.
¿Y ellos?
La también catedrática de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales indica que resulta increíble e incómodo, en algunos casos, que el propio feminismo analiza cómo la violencia que ellos ejercen también les afecta en su propia dignidad. Ellos no denuncian, ni siquiera visibilizan la violencia o la intención de nombrarla, porque el sistema patriarcal no les da oportunidad de cuestionarse sobre sus propias violencias. En muchos casos los hombres no analizan la violencia porque ejecutarla forma parte de uno de sus privilegios patriarcales.
Explica que la violencia no está en un sólo espacio: existe en el escolar, laboral, universitario, familiar y en la pareja, entre otros. Es decir, prácticamente en todos los lugares. Antes se pensaba que las mujeres debían estar en su casa porque era el único espacio seguro para ellas, lo cual ya se demostró que no es verdad; por ello, visibilizar y denunciar la violencia en una fecha como el 25N de cada año es una tarea pertinente.
¿Qué se está haciendo?
El feminismo visibiliza, nombra y crea estrategias para enfrentar al patriarcado, pero lo más importante, destaca la especialista, es la pregunta del “yo”: ¿qué queremos las mujeres? Para responder a esta pregunta se comienza por “historizar” nuestra vida, ¿saber en dónde estamos paradas?, ¿reconocer cómo hemos sido educadas?, ¿identificar si nuestros deseos son propios o son una imposición del entorno?, entre otros.
Otra clave que aporta el feminismo es identificar y desarticular mitos y fantasías en las mujeres, “empezando por el ‘amor romántico’, ese mito de esperar a una persona para acompañar a las mujeres toda la vida, cuando lo necesario sería hacer un trabajo personal, en solitario y encontrar elementos que permitan vivir la vida de forma conveniente para ellas evaluando nuestras relaciones con nuestra familia, amigos, compañeros, en lo laboral, etcétera.”
Fortalecer la sororidad
A las mujeres se nos enseña a vincularnos desde la desigualdad, la cual vemos correcta porque nos estimulan a relacionarnos con hombres mayores de edad y de experiencia. También se idealiza la relación con personas con más recursos económicos, inclusive sucede en la academia, donde se busca un enlace con hombres con más formación que las mujeres, recuerda.
En el fondo, las desigualdades no desaparecen, al contrario, persisten porque es el otro quien tiene más formación académica, más dinero, más edad y experiencia y esa desigualdad se hace extensiva a las dinámicas de vinculación social. “Si el patriarcado invisibiliza y subordina, ellas no deben permitirlo y defender su ‘yo’, fortalecer la sororidad, reconocernos como personas entre nosotras mismas y a elegirnos para puestos de poder, porque es parte del empoderamiento, además de luchar por tener recursos propios porque de ello dependerá la movilidad y la posibilidad de salir de dinámicas opresoras”, concluyó.