Francisco Toledo: el sortilegio de las raíces

Recordamos al pintor oaxaqueño con un texto de Germaine Gómez Haro publicado en la Revista de la Universidad

El surgimiento de las vanguardias del siglo XX está intrínsecamente ligado a la búsqueda de los artistas que intentaron escaparse de “la enfermedad de la civilización” a través del arte llamado “primitivo”, en el que veían una vitalidad y una frescura que se había perdido en Occidente. Buscando lo “exótico” en las culturas de África, Asia, Oceanía o la Amé- rica precolombina, crearon un puente con lo “otro” para aventurar una fusión inédita de ese “primitivismo” con la modernidad. Tal fue el caso de Gauguin, Klee, Picasso, Matisse, Brancusi y los expresionistas alemanes. En otros artistas provenientes de lo que hoy se denomina “la periferia” o el Tercer Mundo —por ejemplo, los latinoamericanos Matta, Lam y Tamayo— la inmersión a sus propios Francisco Toledo, Libreta de apuntes, FCE, México, 2004 orígenes dio lugar a un arte de carácter propio y original, vinculado con el pasado, y, a la vez, consciente de las innovaciones de las vanguardias internacionales. De esta estirpe de creadores es Francisco Toledo, oaxaqueño universal cuyo trabajo es un ejemplo vivo de ese sincretismo. La exposición Francisco Toledo. Libreta de apuntes presentada en el Museo Nacional de Antropología e Historia ilustra de manera asombrosa las correspondencias y analogías que existen entre el quehacer artístico del oaxaqueño y la amplia tradición cultural del México antiguo y su herencia perpetuada en el arte pop.

El título de la exposición obedece al proyecto original de mostrar una libreta de apuntes que Toledo realizó a principios de los años ochenta en Nueva York y que más tarde regaló a Armando Colina, director de la galería Arvil, quien, para conmemorar los treinta y cinco años de este espacio, coordinó la publicación facsimilar del cuaderno y su exhibición. El conjunto está integrado por ochenta dibujos realizados con lápiz, tintas, acuarelas y gouaches en hojas de 21.2 x 27.7 cm. A pesar de haber sido concebidos como bocetos o meros ejercicios de una gran libertad, sorprende y fascina la calidad de cada una de las piezas que van de la más pura simpleza de líneas ágiles y esquemáticas, hasta complejas composiciones en las que el artista se regodea en el barro- quismo de su grafía. Percibo estos dibujos como pequeños instantes poéticos, haikús pictóricos que funcionan como guiños espontáneos que nos aproximan a la grandeza iconográfica de su prodigiosa creación plástica. Fue un acierto —al parecer, de último momento— complementar la presentación de esta carpeta de apuntes de Toledo con una impresionante selección de sus trabajos de diferentes épocas y medios técnicos, relacionándolos con piezas prehispánicas y de arte popular, con el fin de bosquejar un panorama que revela la sugestiva continuidad de la plástica de nuestro país.

La obra de Francisco Toledo está llena de referencias al mundo prehispánico, cuya estética presenta rasgos estilísticos muy definidos que derivan de su concepción mágico-mítica del universo. Al paso de los siglos, los pueblos indígenas que perviven en nuestro país han conservado en sus tradiciones parte de ese bagaje ancestral que ha sido transmitido de generación en generación y que permanece vigente en la actualidad en buena parte gracias a las leyendas y mitos. Toledo, un mestizo citadino que absorbió desde niño la riqueza de su herencia cultural juchiteca, recurre a ese bagaje para trastocarlo, manipularlo y metamorfosearlo en obras sincréticas que concilian el encanto y el misterio del maridaje de lo antiguo y lo moderno. No es que el artista copie o glose ciertos elementos del arte mesoamericano, sino que éstos for- man parte intrínseca de su cultura visual y vivencial, y, por ende, surgen de su inconsciente de manera natural. A lo largo de la exhibición presenciamos las insólitas correspondencias que existen entre las formas de representación toledianas y diversos ejemplos de vasijas, esculturas, efigies y figurillas provenientes del mundo precolombino. Lo que más llama la atención es la semejanza que se da entre ambas tradiciones al representar el mundo animal mediante trazos esquemáticos y sintéticos que, en las piezas antiguas se nos antojan muy modernos, mientras que en la obras de Toledo nos transportan a parajes muy lejanos en el tiempo y en el espacio.

Dentro de la selección de obras multivariadas que integran pinturas sobre lienzo y sobre papel, collages, platos de cerámica, escultura en plata, cera y bronce, unos sombreros realizados con piel de armadillo, huevos de avestruz y caparazones de tortuga pintados, destaca un conjunto de piezas estratégicamente colocadas en el muro central del fondo de la sala. Se trata de un espectacular mural de cerámica que mide 250 x 262 cm realizado en alto y bajo relieve, con una técnica impecable que consigue combinar esgrafiados, volúmenes, luces, sombras y texturas; resalta la calidad del dibujo y modelado de unos hermosos conejos entreverados en un juego de espirales que dotan a la composición de un sorprendente dinamismo. A ambos lados se encuentran dos pinturas de textura arenosa y un rico colorido en tonos tierras y ocres que dialogan íntimamente con la portentosa cerámica. Estas tres obras, cuyos motivos pictóricos no se relacionan de manera directa con ninguna de las piezas precolombinas ahí exhibidas, remiten al espectador a épocas muy antiguas, a las enigmáticas cuevas de Lascaux o Altamira, donde el hombre prehistórico intentó fusionar la naturaleza y lo sagrado. Lo fascinante del arte de Francisco Toledo es que propicia el contacto con un mundo extraordinario que oscila entre lo antiguo y lo moderno, entre el mito y la realidad, sin ser cabal- mente ni uno ni otro.

Viendo en conjunto la diversidad de temas y medios que conforman el arte de Toledo pienso que éstos confluyen finalmente en un gran tópico primordial: plasmar sus raíces a través de referencias muy distintas que retoma tanto de sus vivencias personales y su entorno natural como de la amplia cultura visual que ha compi- lado a lo largo de su vida con curiosidad, esmero y dedicación. En Toledo, su vida y su arte son un todo indivisible que da lugar a la fusión del pasado y el presente, lo propio y lo ajeno, el mito y la realidad, alternados en una creación preñada de símbolos, evocaciones y metáforas poéticas.

Texto publicado originalmente en Revista de la Universidad en marzo 2004.

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