Impecable en su ropaje: saco de solapas anchas y corbata de pajarito, el presidente Adolfo Ruiz Cortines, al sentir entre los dedos la textura de las hojas de papel periódico, sabría que no era cierto.
Por aquellos días, recuerda Don H, gente malqueriente acusaba a las autoridades de la UNAM de gastarse el dinero en propaganda personal, ideológicamente contraria al sistema jurídico y político de México. Decían que lo derrochaban en publicaciones, entre ellas Gaceta de la Universidad.
El rector Nabor Carrillo Flores había acudido al presidente de México para que al mostrársela viera que no era cierto lo que se decía.
Gaceta de la Universidad daba a conocer los hechos que ocurrían en la UNAM y en su Carta de la Semana, publicada a manera de editorial en la portada, se comentaba la Ley Orgánica, el Estatuto General, algunos reglamentos y problemas relacionados con el crecimiento de la Universidad.
–¿Cuánto puede costar? –inquirió Adolfo Ruiz Cortines, pero Nabor Carrillo no tuvo tiempo para responder.
–Cuando mucho… siete centavos –dijo el presidente, y por un centavo, casi acierta. Gaceta se imprimía en los talleres de la Universidad y costaba seis centavos por ejemplar.
Los motivos de Nabor
Una interrogante recorría el barrio universitario, ubicado en el centro de la Ciudad de México: ¿Cómo disponer de periódicos accesibles que comuniquen al público con exactitud y honestidad las tareas de la UNAM? Se requería, dijo Horacio Labastida, del Instituto de Investigaciones Jurídicas, una respuesta rápida e inteligente.
La respuesta se concretaría en 1954.
Ese año, el Barrio Universitario poco a poco comenzó a quedarse sin alumnos y maestros. El traslado de la UNAM a Ciudad Universitaria, empezó en rigor el 22 de marzo de 1954, cuando se entregaron oficialmente las nuevas instalaciones.
Mucho antes de que la comunicación fuera una moda, Nabor Carrillo y Efrén C. Del Pozo (secretario general de la UNAM) eran conscientes de la necesidad de crear canales adecuados de información y de retroalimentación. De ahí su interés en promover las actividades culturales como parte de la educación de los alumnos. De ahí también que para ellos fuera indispensable mejorar la comunicación entre los universitarios.
Había que informar con oportunidad, fomentar la publicidad universitaria sin que se convirtiera en propaganda para imponer puntos de vista de manera subrepticia. En suma, se trataba de fomentar la comunicación como fundamento de la comunidad. Sólo faltaba un medio ex profeso.
Entonces, dice Don H, como se conocía cariñosamente a Henrique González Casanova en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, se pensó en una carta universitaria para mantener informada a la comunidad de los sucesos más relevantes, de las resoluciones del Consejo Universitario y de las decisiones de las autoridades de la UNAM.
Así –por instrucción de Carrillo– Del Pozo discutió esa idea con Jaime García Terrés y Horacio Labastida, colaboradores cercanos del rector: ambos directores generales, uno de Difusión Cultural, el otro de Servicios. Pronto ese sueño de comunicación se convirtió en realidad. Se fundaría, bajo la dirección de Don H, la Gaceta Universitaria. El lunes 23 de agosto de 1954 se publicó su primer número.
Paternidad colectiva
“Gaceta –dijo Don H– es un término que se origina en el nombre de una moneda. También, creo, pasquín se desprende de Pasquini, nombre de una estatua italiana (Pasquino), en donde solían fijarse los libelos.
“Al órgano informativo de la UNAM le pusimos Gaceta un grupo de universitarios: Rubén Bonifaz Nuño, Pedro Rojas (coordinador de la Colección de Arte de la UNAM), Jaime García Terrés… Exactamente no recuerdo quién. Entonces no era muy común. Se trataba de distinguirla de otras publicaciones. Inclusive del boletín, pues en la Universidad se editaba uno (desde 1948) de Derecho Comparado con más de 300 páginas, tres veces al año.”
Pero, opinó el maestro Bonifaz Nuño, “la idea y realización son de Henrique, aunque él siempre lo va a negar, porque le gana la modestia”.
Sin embargo, aclaró Don H, “los primeros pasos los dio el licenciado Pedro Rojas. Muy pronto, como es natural, ese trabajo concreto se confió estrictamente, en lo personal, a mí, pues hacer un medio de esta naturaleza competía estrictamente a la entidad administrativa a mi cargo”.
Henrique González Casanova, primer editor de Gaceta, estaba a cargo de la oficina de prensa de la Universidad que, por acuerdo del rector Carrillo, en octubre de 1954 se transformó en dirección general.
En esa época, el joven abogado y poeta Rubén Bonifaz Nuño era el segundo responsable en la Dirección General de Información. “Entré como acompañante, como comparsa de Henrique. Duré poco tiempo como jefe de redacción, de 1954 a 1955. Mi función era que todo estuviera correctamente escrito. No había entonces una estructura como la de ahora. Eran tres o cuatro reporteros de noticias en toda la Universidad”.
De ellos sólo recuerda al poeta Horacio Espinosa Altamirano, quien estaba bajo sus órdenes. Colaboraría el también poeta Eduardo Lizalde.
Al principio, en la corrección de textos, oficio en el que era ducha, pues lo traía en el linaje, la señorita Paz ayudaba a Don H, quien suponía que Paz se llamaba, pero era su apellido, de gran tradición en la historia y las letras de México: era tía del poeta Octavio Paz.
Hacía años, desde 1936, que la lente de Raúl Estrada Discua documentaba la vida universitaria para la posteridad.
De La Razón a CU
La Imprenta Universitaria fue fundada en 1934. Favoreció su creación la dificultad que tenía el Servicio Editorial para lograr que diversos talleres particulares imprimieran con premura las obras que la Universidad deseaba publicar.
Recién instituida la Autonomía Universitaria, la UNAM compró la editorial La Razón. Georgina Araceli Torres Vargas, en su libro La Universidad en sus publicaciones, historia y perspectiva (página 83), precisa que la UNAM cubrió los pasivos de esa empresa, propiedad de Manuel Puig Casauranc, y a cambió recibió equipo de impresión: un linotipo, una prensa mecánica, una mesa de composición y una cosedora de hilo.
El rector Manuel Gómez Morín comisionó a los profesores Pablo González Casanova (su hijo homónimo sería rector de la UNAM a principios de los años setenta) y Joaquín Ramírez Cabañas para que organizaran la imprenta, que tuvo su primera sede en Bolivia 17.
Ahí, el 2 de enero de 1935, Ernesto M. Rodríguez inició la composición de su libro Manual del linotipista. Simultáneamente a este texto, se imprimieron las primeras obras que la UNAM entregó a su imprenta: Sinóptica clínica, de los doctores Fernando Ocaranza y Gustavo Argil; Impresores Mexicanos del siglo XVI, del doctor Emilio Valton y Nociones de obstetricia, del doctor Fermín Viniegra. Fue dirigida por el escritor Francisco Monterde del 1939 a 1950.
En 1954, Gaceta de la Universidad se editaba en las oficinas de Justo Sierra 16, en el centro de la Ciudad de México, y se imprimía en los viejos talleres de Bolivia 17.
El presidente Adolfo Ruiz Cortines, quien había dispuesto que no se construyera el edificio para la Imprenta Universitaria en Ciudad Universitaria, revocó su acuerdo al conocer un libro de Claudio Linati que editó el Instituto de Investigaciones Estéticas a iniciativa del doctor Justino Fernández.
Al ver las hermosas litografías de Linati que se reproducían en el libro Trajes civiles, militares y religiosos, 1828, Ruiz Cortines se interesó por saber en qué condiciones se encontraba la Imprenta Universitaria. Nabor Carrillo lo puso al tanto y el presidente dispuso que se construyera un edificio con la condición de que no se le pidiera dinero para comprar maquinaria.
Tiempo después, Don H, ya como primer director general de Publicaciones (fue nombrado en 1955), conseguiría maquinaria para la imprenta y seguiría editando Gaceta de la Universidad. Las oficinas de Publicaciones estaban en el séptimo piso de la Torre de Rectoría, y el local de la Imprenta Universitaria se edificaría en 1959, a un lado de la entrada a CU por Avenida Universidad.
*Fragmentos de Los Pliegos de la Memoria, Fernando Guzmán Aguilar, exdirector de Gaceta UNAM.