¿Te huele la boca y no has comido tacos al pastor? ¿Tienes halitosis y nadie te lo ha dicho? ¿Cuando hablas de cerca te alejan con las manos? ¿Crees que tienes mal aliento pero nadie lo nota? Obsesionado, te lavas más de lo 30 veces la boca al día y sigues oliendo a….
Puede que tu aliento sea putrefacto y huela a azufre o a orina o a amoniaco o a manzana o a ‘nada’.
¿Por qué?
En un texto de corto aliento, el doctor Gregorio Rafael Benítez Peralta, médico internista, gastroenterólogo y académico de la Facultad de Medicina de la UNAM, te dice por qué huele mal la boca.
Más de la mitad de la población tiene mal aliento. En la mayoría de los casos, el 80 ciento, es por falta de aseo bucal. Es una halitosis fisiológica. Pero el 20 restante puede ser un síntoma de una patología.
La halitosis patológica puede ser oral, cuando hay alguna infección, como gingivitis, periodontitis o sinusitis, o extra oral cuando los malos olores vienen de otras estructuras del organismo, como los pulmones, el riñón o el hígado.
Hay mal aliento fisiológico no sólo por falta de aseo y de cuidado dental, sino también por fumar, tomar alcohol, comer alimentos altamente condimentados, salsas que son ácidas y llevan ajo o cebolla.
En las amígdalas, a veces proteínas y restos de alimento forman amigdalitos, que al extraerlos son piedras fétidas. También en la faringe puede haber pedazos de proteínas calcificadas en estado de putrefacción.
La halitosis no respeta edades ni sexo. La padecen bebés, niños pequeños, adolescentes, jóvenes, adultos mayores, aunque por diversas causas.
En los bebés, por ejemplo, proteínas y flora bacteriana normal descompone y fermenta restos de alimento que producen vaporizaciones sulfatadas. Cuerpos extraños o pequeños juguetes dentro de la nariz también producen mal olor.
Algunos adultos de la tercera y cuarta edad, que han perdido piezas dentales y usan prótesis como dentadura postiza, por falta o dificultad en el aseo bucal, tienen halitosis. Y más aún si padecen alguna patología crónica, como diabetes o una neoplasia maligna.
El mal olor del aliento, cuando es oral, es porque la boca es el sitio del organismo más contaminado por gérmenes. Ahí la microbiota está formaba por lactobacillus, actinobacillus y straphylococcus. Habitan en esa cavidad entre 70 y 90 por ciento de bacterias. Por ejemplo, Treponema denticola y Porphyromonas gingivalis, que generan putrescina y cadaverina como producto de la descomposición.
Los cambios hormonales en la etapa de menstruación pueden también alterar el aliento.
Por eso a algunos les huele la cavidad bucal a ácido sulfúrico o a azufre, que es muy fétido. Y la boca les sabe a ‘cobre’.
Mal aliento por males
En la halitosis patológica están involucradas patologías del sistema digestivo, respiratorio y nervioso.
Un enfermo con insuficiencia renal crónica, que ya no puede excretar por las vías urinarias la urea, el nitrógeno y la creatinina, huele a orines no sólo su aliento, su misma piel los transpira.
Una persona con cirrosis alcohólica o con otro daño hepático produce proteínas que se van quedando y se descomponen generando amoniaco que se exhala por la piel y la boca. Y puede llegar a malestares graves como estado de coma .
En un diabético, deficiente en insulina, hormona clave para mantener los niveles adecuado de glucosa, se produce cetoacidosis diabética que da un olor como a manzana.
También cuando hay algún problema del estómago por el Helicobacter pilory huele mal la boca, porque está bacteria produce ureasa volátil. Incluso el diagnóstico de su presencia en el aparato digestivo se hace a través de una prueba de aliento. Generalmente acompañan a estos síntomas el reflujo gastroesofágico .
Tomar ciertos medicamentos, sobre todo los que estimulan el sistema nervioso, causan resequedad de la cavidad bucal. Hay boca seca también por ingerir diuréticos. La falta de saliva propicia la halitosis.
En enfermedades pulmonares crónicas con tos y expectoración de flemas conteniendo bacterias por abscesos pulmonares por EPOC, también resecan las vías respiratorias y propician que las bacterias que entran en descomposición aumenten en la expiración de vaporizaciones fétidas.
Algunos padecen halitofobia que es como cualquier fobia. Pese al aseo bucal, persiste en quien la padece la creencia de que tiene mal aliento.
Hay sin embrago una pseudohalitofobia que es psicógena. Padecen una halitosis fisiológica que convierten en patológica.
Son pacientes con trastornos de obsesión convulsiva. Imaginan que huelen tan mal, que tiene problemas para interactuar con las personas (mantienen su distancia al platicar), no se suben a elevadores o se cepillan los dientes hasta 30 veces al día. No sólo sienten vergüenza sino también ansiedad.
Diagnóstico, primero
Quien padece halitosis lo primero que debe hacer no es hacer gárgaras con enjuagues, ponerse colirios, cepillarse con pastas dentales o masticar chicles o pastillas que prometen quitar el mal aliento.
Primero se debe diagnosticar la causa de la halitosis, ya para curarla o mitigarla. Son el odontólogo y/o el médico quienes deben determinar si es fisiológica y si sólo se requiere aseo dental y cambiar hábitos en la dieta.
Sea la halitosis del tipo que sea, es intimidante para el especialista diagnosticarla, porque tiene que hacer lo que se llama una prueba orgánica. Oler directamente el aliento del paciente. También para el paciente es intimidante que se sepa que le huela mal la boca.
Hay técnicas para detectar un mal aliento. El alcoholímetro es un detector de alcohol, de especies químicas y en qué concentración las tiene el aliento de un conductor.
También existen inhaladores para determinar la presencia de sustancias sulfatadas. Otras determinan grado de acidez y producción de sulfatos a nivel de lengua.
Para detectar Covid 19 se utilizó una lámina con un tubo de plástico por donde soplaba el paciente para determinar si estaba infectando.
Sin embargo, estos no son métodos fehacientes, confiables para determinar que en el aliento hay tanta cantidad de proteínas en descomposición.
Como tampoco eran tan eficientes los griegos para evitar la halitosis. No usaban pastas pero masticaban yerbas aromáticas o hacían gárgaras con potajes de yerbabuena y menta para evitar, aunque efímeramente, el mal aliento.