El Premio Princesa de Asturias 2023 a Haruki Murakami confirma la simpatía de los jueces hacia autores que ganan el afecto de varias generaciones de lectores por su capacidad de abordar temas originales y relevantes mediante recursos novelísticos de gran complejidad. Como otros narradores que también obtuvieron este reconocimiento, Haruki Murakami fue primero un autor de culto, un secreto guardado entre una élite de lectores que lo leían en inglés o francés, y después un escritor masivo y muy traducido, ampliamente celebrado por legiones enteras de seguidores en todo el mundo.
Murakami renovó tanto el contenido de las novelas de aventuras como sus estrategias durante los años 90: a partir de La caza del carnero salvaje, el joven escritor japonés, que abordaba el peso del rock, las tabernas y la cultura pop estadunidense en Japón, como lo haría cualquier autor de su generación en otros países del mundo, cambió tanto de temas como de recursos.
La imposibilidad de comprender y conocer por completo al ser amado, el suicidio de amistades muy próximas, la existencia de sectas cerradas dispuestas a llegar al asesinato, la participación de los espías japoneses durante la Segunda Guerra Mundial o la coincidencia de momentos perturbadores cuando aparece una crisis personal son algunos de los temas que ha abordado Murakami con la misma suavidad con que una tela de seda planea en el espacio.
Tal como lo hizo Paul Auster ante otros grandes misterios de la vida, Murakami prefiere contar cómo sus personajes giran con gran elegancia alrededor de enigmas vitales sin llegar a resolverlos de vez en cuando, pero con la seguridad de haber descubierto un territorio inédito, sea la existencia de un universo paralelo o un rasgo inquietante en el rostro de la persona que nos ha enamorado: por esa sensación que no se parece a nada sus lectores lo siguen fascinados.
Las complejas estructuras novelescas de Murakami también merecen celebración: a partir de Tokio Blues, todas sus novelas se distinguen por la ambiciosa arquitectura interna, tan discreta para no complicarle la vida al lector, pero tan abierta y amplia como para contar al mismo tiempo no una, sino dos o hasta tres novelas simultáneas y completas, al estilo de Vargas Llosa. La especialidad de Murakami son las historias en forma de rompecabezas, que ofrecen no una, sino dos o hasta tres novelas a la vez en la misma estructura.
Crónica del pájaro que le da cuerda al mundo, Tokio Blues, 1Q84 o Kafka en la orilla presentan amplios grupos de personajes en instantes decisivos, y por obra de la arquitectura de Murakami, todas las historias avanzan y se complementan a la vez. Al igual que sucede con las obras más ambiciosas de Vargas Llosa, el ritmo y la intensidad de las historias que componen las novelas fragmentarias de Murakami generan una curiosidad implacable en el lector.
Muy lejos de los thrillers convencionales estadunidenses, que esclarecen de manera irrefutable y para siempre los temas que investigan, las historias del más popular de los novelistas japoneses nos sumergen en situaciones perturbadores o deliciosas y le piden al lector que sea él mismo quien obtenga conclusiones. Tal como lo fue Paul Auster a partir de los años 90, Murakami ha sido un autor adictivo desde principios del siglo XXI. Leer sus cuentos o sus novelas significa disfrutar de un estilo único, capaz de abordar lo inquietante y perturbador, lo insondable y lo ignoto de un modo adictivo.