El hombre no está en sí mismo ávido del cambio en sus conductas, porque goza del privilegio a partir del cual ejerce lógicas de comportamiento que pueden ser opresivas o causar daños, y precisamente eso es lo que se busca cambiar a través del trabajo con hombres y masculinidades, señalaron los especialistas en el tema Mauro Vargas Urías, director general de Género y Desarrollo, A. C. (Gendes), y Álvaro Campos, director del Instituto Costarricense de Masculinidad, Pareja y Sexualidad (WEM).
Explicaron que ambos organismos de la sociedad civil se vinculan al trabajo con hombres e impulsan espacios de reflexión, intervención, investigación e incidencia política y social desde la perspectiva de género con énfasis en las masculinidades y los derechos humanos, la protección del ambiente y la cultura de la paz consigo mismos, sus vínculos y la sociedad en general.
Vargas Urías señaló que Gendes busca promover la reflexión sobre las desigualdades, discriminaciones y violencias que se generan en diferentes ámbitos, micro y macrosociales, “cuando los hombres nos afincamos en una forma de ser situada en el machismo”. Las prácticas orientadas a la promoción de la sensibilización se dan en diferentes entornos o espacios: empresas, universidades, sindicatos, áreas comunitarias, dependencias de gobierno, etcétera.
Al participar en el ciclo de conferencias 30 años de investigación y trabajo sobre/con hombres y masculinidades, destacó que un cambio de actitud “pasa por la revisión del sistema de creencias, por analizar quién soy en este mundo como hombre y hacia dónde puedo avanzar. Además, hay que tener una mirada más amplia que la lógica dicotómica de ser hombre o mujer”, por medio de estrategias como conferencias, talleres, capacitaciones, diplomados, herramientas conceptuales y metodológicas que permitan impulsar de manera práctica estos quehaceres.
Como parte de la conferencia De la teoría al trabajo con hombres, indicó que ante la violencia en la vida cotidiana, los hombres tienen actitudes básicas “que negamos: ‘yo no hice nada’ o ‘estás exagerando’, y empezar a reconocerlo es fundamental. Muchas veces culpamos o responsabilizamos a otros de nuestra situación: ‘no me pagaron’, ‘para qué me hablas’; minimizamos: ‘no es para tanto’, y en repetidas ocasiones hay un pacto masculino y nos volvemos cómplices entre pares para apoyar esa situación”, prosiguió.
Por ello, agregó, “intentamos lograr que el entendimiento del andamiaje patriarcal/machista sea comprendido como un eje nocivo que va a generar dificultades en los procesos de socialización y, una vez que lo logramos, buscamos que la gente pueda darse cuenta de que es posible asumir una actitud distinta. Queremos que se responsabilicen de sus acciones y que esta forma de socialización tradicional machista la erradiquen para construir posibilidades constructivas, respetuosas, empáticas y solidarias”.
Por su parte, Álvaro Campos indicó que el Instituto WEM está dividido en cuatro grandes áreas: la prevención del machismo y la violencia, donde se ubica el manejo del enojo y los celos; promoción de masculinidades igualitarias y positivas, en las que se sitúa la campaña de salud masculina; las paternidades afectivas involucradas; así como la corresponsabilidad y el buen trato.
En el acto organizado por el Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), explicó que en los grupos de crecimiento personal se revisa la construcción de la masculinidad en la vida cotidiana, y casi siempre sale el tema de la violencia. “Para ‘readaptar’ hombres con este tipo de conductas se tienen talleres de manejo del enojo y se abrieron grupos en la cárcel para aquellos que fueron remitidos por este tipo de conducta. En este momento atendemos a 600 varones por semana, distribuidos en 22 grupos, en todo el país”.
El 10 por ciento de esos hombres que llegan a WEM son referidos por el Poder Judicial u otras instancias; 10 por ciento por instituciones públicas a manera de recomendación; 50 por ciento por sugerencia de otros individuos a partir de su experiencia; un porcentaje igual porque se enteraron en redes sociales o por televisión; mientas que otros son enviados por sus parejas bajo amenaza: “vas o vas”.
“Nos interesa el análisis crítico de la praxis cotidiana de los hombres, qué hacen en su vida ante temas como violencia, machismo, poder y control, así como afectividad, paternidades y sexualidades. Nos importa la estructura cognitiva, las emociones y la forma de interacción, cómo se reproduce la dominación masculina y cómo podemos ver formas de emancipación de esto. No es terapia de grupo, sino de crecimiento personal”, especificó.
A WEM llegan individuos que han ejercido violencia. “Somos hombres en construcción y el reto es incorporar a más en este proceso. El peligro no es sólo revisarme en el nivel terapéutico y creer que con ello se logra superar problemas personales. Eso es posible, pero si no se toca la masculinidad por ningún lado, ni se aborda el poder patriarcal, es un riesgo”, advirtió.
“El nuestro es un trabajo de acción transformadora dirigido a los varones, de educación que debe continuar porque es difícil erradicar el machismo. Por ello, es importante el diálogo y la interacción con los movimientos feministas y de la diversidad sexual; no podemos aislarnos, tenemos que estar en la autocrítica para no anquilosarnos”, finalizó.