En la gestación por sustitución uno de los principales requisitos para que las mujeres sean candidatas a un proceso de este tipo es que estén en condiciones de salud favorables, con el objetivo de que puedan llevar el embarazo de manera óptima.
Pese a ello, muchas veces no se contemplan los riesgos médicos a los que las gestantes se pueden enfrentar, dado que involucrarse en esta práctica conlleva una serie de situaciones que es posible que resulten perjudiciales para su salud. Entre ellas está la medicación previa a la transferencia del embrión; la falta de una atención médica adecuada; los peligros que se podrían presentar durante el embarazo; los abortos espontáneos; así como la falta de información, asesoramiento y acompañamiento en los tratamientos.
Sin embargo, Zarela Lizbeth Chinolla Arellano, profesora de pregrado de la especialidad en ginecología y obstétrica en la Facultad de Medicina, recalca que “el embarazo es el principal riesgo para la mujer, porque hay cambios anatómicos, aumenta el peligro de accidentes cardiovasculares y renales, y eleva la función cardiaca, también incrementa la probabilidad de muerte por el hecho de que pueden presentar preeclampsia, abortos o sangrados”.
La especialista añade que el embarazo puede resultar más complicado en mujeres con enfermedades preexistentes.
¿Candidata a la gestación?
Abigail, de 33 años, realizó el proceso de gestación por sustitución en dos ocasiones. En entrevista relata que durante su primer embarazo no presentó complicaciones; en ese entonces tuvo gemelos para un estadunidense que deseaba ser padre soltero. Pero en su segundo intento sufrió vulneraciones médicas.
Decidió iniciar su segundo proceso luego de comunicarse con la agencia para programar una de sus citas de atención tras el posparto de los gemelos, ahí la convencieron de gestar para una pareja mexicana-inglesa.
“La agencia de Europa (cuyo nombre se mantiene en reserva) primero me ofreció donar óvulos, pero al hacerme los estudios para realizar el procedimiento insistieron en que nuevamente fuera gestante, argumentando que con los gemelos todo salió bien. Sin embargo, yo no quería, pues sólo había pasado año y medio de ese parto, y sentí que era muy pronto; pero después de tanta insistencia acepté, porque ellos eran los expertos. Entonces me hicieron los estudios médicos y sí resulté candidata.”
Aunque finalmente decidió llevar a cabo el procedimiento, no recibir la información médica adecuada y el vacío legal que existe sobre el tema la dejó desprotegida ante los abusos por parte de la agencia.
Medicación previa
Antes de iniciar este tipo de procedimientos, la ginecóloga hace hincapié en que “se debe tener una preparación, principalmente verificar que la paciente que va a aportar el útero esté sana, contar con una historia clínica de ella y que no padezca alguna enfermedad que contraindique el tratamiento”. Una vez que se constate que la gestante cumpla con lo anterior, se puede proceder con la medicación.
En ambas ocasiones cuando Abigail fue gestante estuvo bajo medicación tres meses previos al procedimiento, con la finalidad de preparar su útero para que estuviera en condiciones de recibir las transferencias de los embriones, pero ¿en qué consiste esta preparación?
Para comenzar, se debe tomar en cuenta que hay casos en los que la mamá contratante puede donar el óvulo para el procedimiento, y otros en los que éste tiene que ser donado por una tercera mujer.
En situaciones cuando las madres contratantes sí pueden donar óvulos, éstos se extraen al mismo tiempo que se prepara con medicación el útero de la mujer que se someterá al proceso como gestante, subraya Chinolla Arellano.
Agrega que “quien llevará el embarazo debe tener una premedicación con ácido fólico, así como con hormonas combinadas o de inhibición para que, a través de estos medicamentos, se ‘empate’ su ciclo menstrual con la mujer que donará el óvulo y se pueda hacer la transferencia del embrión”.
Mientras que en las parejas homoparentales o mujeres que no tienen la posibilidad de generar óvulos, éstos son aportados por una tercera persona. En estas situaciones únicamente la mujer que llevará todo el embarazo será quien tenga la medicación antes mencionada. El tiempo de tratamiento será dependiendo de cada mujer.
La doctora recalca que las hormonas administradas previamente en las mujeres que gestarán pueden provocar algunos efectos durante el embarazo, porque es cuando éstas “se disparan”. Enfatiza que “en mujeres con antecedentes de trombosis, hipertensión u obesidad, no es conveniente aplicarles este tipo de tratamientos”.
Además, refiere que los protocolos pueden ser diferentes dependiendo de cada clínica, ya que “no existe un lineamiento único internacional que nos diga cómo se tiene que hacer el procedimiento”.
Un proceso sin claridad
Abigail asegura indignada que “jamás te mencionan claramente que debes llevar un proceso previo de tres meses de medicamento. Esto no se lo dicen a ninguna chica, porque de lo contrario nadie lo haría”.
“Tienes que aplicarte 60 inyecciones (una diaria) y tomar unas cinco pastillas al día, porque con una dosis que te saltes rompes con todo el esquema. Previamente te administran anticonceptivos durante el primer mes, pero no se sabe si con ellos vas a subir de peso, te van a doler los pechos o tendrás náuseas. Cuando tomé estos medicamentos por primera vez fue horrible; tuve cambios de ánimo, náuseas y dolores”, recuerda Abigail con molestia.
Ante esto, Samantha Flores Rodríguez, coordinadora del Programa Institucional de Ética e Igualdad de Género de la Facultad de Medicina, expresa que “nadie puede o debe obligarte a pasar por procesos bioquímicos, físicos, exploratorios o auscultatorios sin tu consentimiento pleno y cierto de lo que implica; esto va en contra de todos los derechos de las mujeres, entre ellos el de acceso a la información, así como negarse o aceptar cualquier tratamiento. Lo conveniente sería explicarles todo el proceso”.
La especialista también precisa que no es que les den una pastilla para el dolor de cabeza, es un proceso hormonal que va a tener repercusiones físicas, psicológicas, emocionales y sociales en las mujeres.
Luego de la premedicación a la que Abigail fue sometida y a la transferencia embrionaria, el embarazo se desarrolló bien durante las primeras semanas, pero al llegar a la novena, cuando acudió a una de sus revisiones médicas de rutina, le indicaron que el feto ya no tenía latidos.
“La primera vez que me dieron la noticia de la muerte del feto el doctor fue muy brusco al decirme: ‘¿Desde cuándo no tiene síntomas?’. ‘No, pues casi nunca tuve síntomas, no tuve ascos, ni nada de eso’. ‘Ah, es que está muerto’. Así de crudo, así de duro”, narra con impotencia.
En ese momento se encontraba incrédula, pues además de que ella estaba cumpliendo con los cuidados necesarios y una semana antes le comentaron que el producto estaba bien, asegura no haber presentado algún síntoma como dolores o sangrados que le indicaran que algo estaba mal con el embarazo, por lo que exigió una segunda opinión.
Hay indicios con los que es posible saber que el feto ya no tiene vida como los cólicos, sangrados y la expulsión de éste de manera automática; pero si no se presentaran, y transcurren cuatro semanas, existe un mayor peligro, ya que es el tiempo en el que puede aumentar el riesgo de tener hemorragias, infecciones o alteraciones en la coagulación, puntualiza la especialista en ginecología.
“El embarazo es diferente en cada mujer, pero en los que son por fertilización in vitro aumenta el riesgo de amenaza de aborto. El hecho de no tener ningún síntoma no garantiza que las cosas van a ir bien, por eso es importante la revisión haya o no estos indicios.”
Ante el estrés de no saber qué había ocurrido, “le pregunté al médico ¿qué hice mal? Respondió que la muerte se había suscitado por un problema genético. Eso me causó incertidumbre, porque se supone que es una clínica de reproducción en donde hay un análisis previo del esperma y el óvulo que formarán el embrión. Incluso recordé que otras chicas que estuvieron en la misma agencia hacían comentarios sobre que ponían embriones de mala calidad”, relata Abigail.
Chinolla Arellano aclara que “en la fertilización in vitro los embriones son manipulados, lo que es posible que aumente el riesgo de que tengan algún defecto. Entonces pueden ser de mala calidad; éste es el primer factor predisponente para perder un embarazo de este tipo”.
Agrega que hay estudios genéticos que se les pueden realizar a los embriones, pero a veces no se hacen porque son muy caros. Sin embargo, “evidentemente se busca usar los mejores para este proceso, por lo que son los biólogos que trabajan directamente con las células quienes determinan cuáles son de mala calidad y no es recomendable transferir. Pese a ello, se lleva a cabo la transferencia esperando que éste se recupere en su medio natural”.
Confirmación de la muerte
La tristeza resaltaba en la voz y el rostro de Abigail al contar que cuando acudió al segundo diagnóstico, “a través de un ultrasonido me confirmaron la muerte del bebé, y para hacer la extracción del producto me programaron una Aspiración Manual Endouterina (AMEU) al día siguiente”.
La gestante recuerda que antes de que le realizaran el procedimiento para la extracción del feto, Fernanda, la coordinadora de la agencia, quien supuestamente debió estar al pendiente de la gestante y de su proceso, pero no lo hizo, le indicó que los papás querían llevar a cabo otro intento y que deseaban que esta vez fueran gemelos. Exaltada dice: “todavía no me extraían al primer feto y ya estaban planeando el segundo”.
Ante esta situación, la académica Zarela Chinolla, de la Facultad de Medicina, advierte que en los casos en los que no se lleva a cabo la implantación es importante esperar de uno a dos meses para que el endometrio se recupere y se pueda volver a intentar, pero cuando ya existió un embarazo, así llegue a buen término, sea parto prematuro o aborto, lo ideal es que pasen dos años entre cada procedimiento.
Sólo una vez más Fernanda se contactó con Abigail para saber cómo se encontraba, pero después de esa llamada no volvió a recibir apoyo médico. Por lo que, exaltada, recalca: “no me dieron dinero para un taxi, ni me brindaron atención médica; es más, no recibí ni un analgésico”.
Con pesadumbre agrega: “la pérdida del bebé fue muy dolorosa para mí, pero quise verlo de una forma más espiritual que lógica, y pensaba que por algo había sucedido de esa forma, que tal vez me salvé de algo que pudiera pasarme”.
Durante su procedimiento, la gestante careció de una atención médica adecuada y acompañamiento, también tenía que trasladarse constantemente, pues sus consultas eran en distintas clínicas. Incluso se percató de que en algunas no contaban con su expediente y pudieron haber puesto en riesgo su vida al no considerar que padece hipoglucemia.
La ginecóloga apunta que todo el procedimiento se debe llevar a cabo en la misma clínica, la cual tiene que dar un consentimiento informado a las gestantes, decirles qué medicamentos les van a administrar, a dónde tienen que acudir en caso de que exista alguna urgencia y en qué lugar estarán cuando el bebé nazca.
Añade como recomendación que lo primero es verificar en qué condiciones se encuentra la clínica, quién o quiénes serán los médicos o médicas que las van a atender, además de la persona que las acompañará en sus procesos, porque tiene que haber algún responsable.
“El útero subrogado se ha hecho en muchas clínicas de México, y aunque hagan el procedimiento de diferentes maneras, todas deben asegurar que la paciente esté bien y darle la información correcta, pues muchas de ellas podrían saltarse los protocolos y las medidas de seguridad. Y aunque algunas mujeres lo hagan con el propósito de ayudar a alguien más, no hay manera de garantizar su salud”, sostiene.
¿Hay edades para gestar?
La profesora Zarela Chinolla asegura que es importante tomar en cuenta la edad para esta práctica, ya que lo ideal para las mujeres que llevarán el embarazo es que hayan pasado su etapa de adolescencia —que termina a los 21 años—, porque ya tienen un desarrollo hormonal, psicológico, neurológico y físico completo. Un embarazo antes de esa edad implica riesgos para su salud.
En este sentido, Nelly Lara Chávez, académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), refiere que uno de los debates que se ha dado en torno a este tema es que las mujeres tienen un límite biológico, pues el que tengan un hijo está relacionado con su periodo menstrual. “Sabemos que este proceso inicia en algún momento, pero que también se termina, y esto advierte que hay cierta edad en la que las mujeres ya no podrán concebir”.
El debate continúa
A pesar de los riesgos médicos que esta práctica implica, las mujeres que se someten al proceso lo hacen por diversas razones.
Lara Chávez asegura que “generalmente son mujeres que cuentan con pocos recursos económicos y con escasas posibilidades de acceso a un desarrollo personal. Por esa razón, en lugar de ser una decisión libre sobre su cuerpo, se convierte en una salida para ellas, como parte de las opresiones del contexto económico, pero también social en el que se encuentran”.
Por su parte, Amneris Chaparro Martínez, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), de la UNAM, añade que aparte de los factores económicos también hay razones afectivo-emocionales y altruistas por las que las mujeres deciden gestar.
Además, refiere que parte del debate sobre este tema se relaciona con ver el cuerpo de las mujeres que gestan como una forma de explotación.
La posición abolicionista argumenta que hay una explotación de los cuerpos de las mujeres a partir de un uso indiscriminado de su capacidad reproductiva; pero la contraparte, que es la posición regulacionista, dice que todas las formas de labor que involucren el uso del cuerpo para tener un ingreso son formas de explotación.
“Tenemos que pensar de qué manera hay una explotación. Cuando alguien elige de forma consciente, animada y con voluntad hacer esta práctica, ¿existe una autoexplotación o es mi ejercicio de autonomía el que la elimina?”
Por todo lo anterior y tomando en cuenta las vulneraciones médicas, psicológicas, económicas y legales que viven quienes son gestantes por sustitución, la especialista remarca que “no hay que polarizar esta discusión, es válido tener posturas al respecto, pero lo principal es seguir escuchando a las mujeres que están involucradas en esta práctica”, finaliza.