Presentación de La vida que se escribe

Inventario del pasado que construye el futuro

En su décimo aniversario luctuoso CulturaUNAM le rinde homenaje en un conversatorio entre Juan Villoro y Rosa Beltrán

José Emilio Pacheco. Foto: Barry Domínguez.

José Emilio Pacheco siguió la estela rara pero no inexistente en nuestra literatura de la poligrafía. Sin bastarle su trabajo como cuentista, poeta, novelista, traductor, redactor y editor (de la Revista de la Universidad de México, por ejemplo), incurrió en una de las más grandes adicciones de las letras modernas: el periodismo. Su trabajo en esta rama de la escritura fue caudal. Hablamos de miles de páginas de la columna Inventario, que publicó entre 1973 y 2014, un volumen que, sencillamente, fue la contraparte material de una voluntad inmaterial, su deseo por conocerlo todo.

En entrevista, Juan Villoro nos revela que Pacheco era un experto en cruzar referencias. Antes de Google y otros motores de búsqueda, él ya reaccionaba con inmensa velocidad los temas del momento, recuerda. “Su voracidad lectora y su insaciable curiosidad lo llevaba a leer de asuntos muy diversos, sin saber en qué momento hallaría utilidad para esos datos El jueves de octubre en que se anunciaba el Premio Nobel lo encontraba siempre listo para escribir de la autora o el autor en turno, fuera quien fuera. Convirtió su biografía en una oportunidad para la lectura y la escritura; su crónica de los días estaba en los libros que frecuentaba. Por eso mi ensayo se llama La vida que se escribe”.

Para Villoro también es cierto que Pacheco ejercía un periodismo con muchos niveles de influencia y anclado en diversos tiempos. Al iniciar su columna Inventario, Pacheco se ocupó del golpe de Estado en Chile, asunto muy reciente, comenta Villoro.

“Con el mismo sentido de la actualidad, podía dedicar un texto a los surrealistas franceses o los liberales mexicanos del siglo XIX. Así, dio dimensión histórica al periodismo, demostrando que los datos relevantes surgen de distintas épocas. Uno de sus ejercicios más divertidos era la suposición contrafactual. Inventó una computadora que se llamaba If (si condicional, en inglés), capaz de analizar cómo hubieran sido los sucesos si todo hubiera ocurrido de otro modo. Por ejemplo, qué habría pasado si López Velarde no hubiera muerto a los 33 años. El poeta había sido maestro de Miguel Alemán y tal vez el presidente le habría dado chamba, posiblemente habría apoyado la guerra cristera porque era católico, en vez de ser el poeta mártir acaso se habría convertido en un funcionario de poca monta… Estas conjeturas revelan que a veces es mejor que la historia no ocurra”, agrega.

No sólo lo histórico preocupaba a Pacheco como noticia, sino el lado insospechado de las cosas. “No le interesaba decir lo que todo mundo sabía o lo que era previsible, sino buscar la excepción, lo no explorado, incluso en los autores muy conocidos”, señala Villoro.

“Sus textos evitaban la pedantería del erudito y la densidad de los académicos, pero brindaban sorpresas que pocos conocían, como el nombre de una novia secreta de López Velarde o la forma en que Santa Anna se convirtió en promotor del chicle ante un militar de apellido Adams, que se haría millonario con esa golosina. Sin embargo, tampoco buscaba el asombroso “dato suelto” por el sólo gusto de hallarlo; ubicaba sus revelaciones en el contexto amplio que las explicaba.”

Y, claro, como buen novelista fascinado con la historia, podríamos incluso aventurar que Pacheco fue uno de nuestros escritores más posmodernos. “Morirás lejos es una novela que cumple con muchos de los requisitos de la posmodernidad. Su manera crítica, y muchas veces irónica, de usar los temas históricos y de renovar el presente a partir del conocimiento del pasado, lo convierten en un comentarista moderno o posmoderno de la tradición. En uno de sus Inventarios dice que no se puede ser vanguardista sin conocer la convención que se quiere cambiar. En cierta forma, toda vanguardia es una restauración crítica del pasado, pues existe en función de él”.

En 2016, con motivo de la inauguración de la Cátedra José Emilio Pacheco en la Universidad de Maryland, Juan Villoro dictó una conferencia en la que hablaba del periodismo de Pacheco y de la proeza del Inventario, un “libro imposible” que valdría la pena ser editado. Y como si Villoro fuese profeta, en 2017 editorial ERA publicó por fin una antología de las columnas.

Aquella conferencia, La vida que se escribe, ahora reeditada por El Colegio Nacional y la UNAM, con la participación de CulturaUNAM, la Dirección de Literatura y la Cátedra José Emilio Pacheco, será uno de los motivos para conmemorar el décimo aniversario luctuoso de Pacheco. Además de presentar el libro, habrá un conversatorio entre Juan Villoro y Rosa Beltrán, coordinadora de Difusión Cultural, quien escribió un prólogo para el opúsculo. Luz Yarazai Santes Simbrón y Álvaro Vallarta Vélez, egresados de la Unidad de Investigaciones Periodísticas, leerán textos alusivos a Pacheco. La presentación se llevará a cabo el 26 de enero a las 18 horas en la Sala Carlos Chávez del Centro Cultural Universitario.

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