Juan Rulfo: a 35 años de su muerte
Fue autor del libro de cuentos El Llano en llamas y de la novela Pedro Páramo, dos obras maestras de la literatura universal.
En octubre de 1985, a Juan Rulfo se le diagnosticó cáncer pulmonar, lo cual, hasta cierto punto, era de esperarse, dado su inveterado gusto por el tabaco.
A partir de entonces, el autor del libro de cuentos El Llano en llamas (1953) y de la novela Pedro Páramo (1955), dos obras maestras de la literatura universal, comenzó a desmoronarse poco a poco, “como si fuera un montón de piedras”.
Finalmente, hacia las 19 horas del martes 7 de enero de 1986, Rulfo falleció a los 67 años en su departamento de la calle Felipe Villanueva, en la colonia Guadalupe Inn de la Ciudad de México.
La noticia se esparció a gran velocidad por todo el mundo. En España, donde vivía exiliado, el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti redactó un breve texto en el que, entre cosas, se lee: “A Juan Rulfo debió habérsele otorgado el Premio Cervantes, y darle las gracias por aceptarlo. Es verdad que sólo publicó dos libros. Y también es verdad que durante treinta años se resignó al silencio. Sabía que su obligación literaria había concluido. Era un hombre honrado, y respetó su decadencia. Hermoso ejemplo para aquellos que, en el vasto mundo, siguen fatigando máquinas impresoras, fingiendo no enterarse.”
En Berlín Occidental, el escritor alemán Gunter Grass calificó al jalisciense de “padre de la literatura latinoamericana moderna” y resaltó la influencia que ejerció en Gabriel García Márquez, entre otros autores.
En Londres, el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante declaró: “A pesar de los treinta años de publicado, Pedro Páramo ha resonado cada vez con más fuerza. Hay pocos libros, en América o Europa, que conmuevan tanto después del silencio de su autor.”
Y en Montevideo, el escritor uruguayo Eduardo Galeano apuntó que Rulfo fue el autor del libro latinoamericano más importante de todos los tiempos: Pedro Páramo (un año antes, esta obra había aparecido en la Biblioteca Personal de Borges, en cuyo prólogo el autor de El Aleph escribió: “[…] es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de la literatura.”)
El velorio se llevó a cabo en una de las salas de la funeraria Gayosso Félix Cuevas, a donde acudieron su esposa, Clara, y sus cuatro hijos: Claudia Berenice, Juan Francisco, Juan Pablo y Juan Carlos, así como parientes, amigos, escritores (Juan José Arreola, Fernando Benítez, Carlos Monsiváis, Edmundo Valadés…), reporteros de prensa y televisión, y gente común y corriente que lo admiraba.
Al día siguiente, el féretro con los restos de Rulfo fue trasladado al vestíbulo del Palacio de Bellas Artes para rendirle un homenaje oficial. Allí se hizo presente el presidente del país, Miguel de la Madrid; el secretario de Educación Pública, Miguel González Avelar; el director del Instituto Nacional Indigenista, donde Rulfo trabajó a lo largo de 23 años, Miguel Limón Rojas; y el embajador estadounidense, John Gavin, quien en 1966 interpretó el papel de Pedro Páramo en la película del mismo título, dirigida por Carlos Velo.
Se cuenta que, en un momento dado, Fernando Benítez le pidió al presidente De la Madrid que los restos del escritor nacido en Sayula el 17 de mayo de 1917 reposaran en lo que entonces se llamaba la Rotonda de los Hombres Ilustres.
Sin embargo, debido a que, según una disposición gubernamental adoptada en 1981, nadie podía ser inhumado en ese sitio antes de que pasara por lo menos un año a partir de la fecha de su fallecimiento, Clara y sus hijos resolvieron conservar las cenizas de Rulfo en su casa de campo de Chimalhuacán, estado de México.
Rulfo obtuvo en 1955 el Premio Xavier Villaurrutia por Pedro Páramo; en 1970, el Premio Nacional de Literatura; y en 1983, el Premio Príncipe de Asturias. Meses antes de su muerte recibió la notificación de que se le concedía el Doctorado Honoris Causa de la UNAM, el cual se le entregó de manera póstuma en 1986.