La agroecología puede ser una alternativa para el cultivo de la tierra

Aunque la lucha por la tierra ya no impulsa al movimiento campesino, “éste aún es importante, y podría generarse una forma de vida donde la gente cultive no sólo para su sobrevivencia, sino para vender ahora bajo estas nuevas características de la agroecología que se prevé como alternativa para este territorio”, afirmó Dolores Camacho Velázquez, especialista del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur de la UNAM.

Al participar en el Seminario Universitario Interdisciplinario de Estudios Rurales consideró que por el momento no se puede pensar que vayamos a salir de la situación en la que estamos; no obstante, recordemos que en México los movimientos sociales, el campesino en específico, no surgieron de un día para otro, sino que son producto de una historia y ésta no se olvida.

Refirió que programas sociales destinados al campo por el gobierno actual, como Sembrando Vida y Producción para el Bienestar han sido cuestionados con relación hacia dónde van y su posible afectación a los movimientos campesinos, es decir, si pudieran generar un resurgimiento de la vida campesina y, con ello, de los movimientos rurales; sin embargo en estados como Chiapas no se puede hacer con facilidad una evaluación de éstos.

Ello se debe a la violencia que se vive en la entidad, pues muchos de estos proyectos ya no funcionan porque la gente ha tenido que salir de sus tierras, prosiguió.

El diseño de dichos programas sociales es bueno, y están retomando algunos subsidios que se tuvieron con anterioridad para el campo y que están dirigidos a impulsar que la gente continúe trabajando la tierra, reconoció.

“Difícilmente podremos hacer una evaluación de si en realidad funcionarían o no, lo que sí puedo aseverar es que no estoy de acuerdo con algunas afirmaciones que señalan que estos programas, al menos en Chiapas, están acabando con la vida comunitaria, puesto que ya estaba destruida desde el momento en que esas iniciativas se convirtieron en opciones para sobrevivir y no en aquello que requeriría una identidad campesina donde ella pudiera luchar”, sostuvo.

Por su parte, María Fernanda Paz Salinas, académica del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, expuso que las luchas de defensa del territorio reivindican políticamente formas indígenas de organización, significación, relación y territorialización, porque ellas dan forma al proyecto contrahegemónico que defienden. “No hay esencialismos, ni surgen de lo ‘étnico’, lo reformulan en el siglo XXI, lo construyen y se construyen desde esta relación dialéctica”.

Al participar en la sesión Movimientos rurales sociales, mencionó que las luchas de defensa del territorio son disputas políticas en las que se reclama y exige el derecho a la autodeterminación y a la autonomía de los pueblos.

Dijo que las luchas por el territorio no están unificadas, “podemos encontrarlas a lo largo del país, pero sólo a nivel regional, muy local, no las vemos unificadas, como tampoco son miles, ni están en todos los estados y municipios de la nación; tampoco representan, ni buscan hacerlo, al grueso de la población mexicana, ni a los pueblos indígenas o a las comunidades. Es decir, no son un movimiento social en sentido estricto”.

Por su parte María Fernanda Uribe, académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, comentó que en América Latina existe un problema histórico relacionado con el acceso, uso y tenencia de la tierra.

Se trata de una deuda que se tiene con las comunidades campesinas de la región, “por ello, creo que vale la pena poner atención a que sigan existiendo movimientos que luchen por la defensa de la tierra, el territorio, poniendo esto al centro de sus luchas, no con la idea de verlo sólo como un espacio geográfico vacío, sino como estas zonas donde, al luchar por la tierra, también se lucha por la vida, la dignidad y la justicia social”.

Hizo referencia al Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) en Brasil, con poco más de 40 años de existencia, y que surgió como una forma de articular a diferentes organizaciones campesinas, sindicatos, así como trabajadores rurales y activistas, y que concibe la tierra como un medio de producción y un elemento fundamental para la construcción de una sociedad justa y sostenible.

El MST ha enfrentado una fuerte represión por parte del Estado y élites que concentran la tierra en Brasil, lo que ha implicado asesinatos, encarcelamientos, criminalización de la protesta social y aun así ha demostrado su capacidad de resistencia y adaptación, o compromiso que tiene con la lucha por la tierra y la justicia social.

“Es importante no olvidar que eso es, en gran medida, lo que mueve a este tipo de movimientos, pero también debemos verlos como una posibilidad de creación y generación de dinámicas o lógicas distintas a las dominantes, que tanto nos hacen falta para esperanzarnos”, finalizó.

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