Más de 10 mil personas asistieron a su charla
La ciencia, impulsora de la economía de un país: José Hernández
No hay que darse por vencido, porque yo estoy aquí para decirles que la NASA me rechazó durante diecisiete años no una vez, no dos, ni tres, sino 11 veces; fue hasta la decimosegunda que me aceptaron, afirmó el hijo de migrantes
El astronauta José Hernández recuerda siempre que en el vuelo de regreso de su viaje al espacio en la misión STS-128, lanzada en 2009 a la Estación Espacial Internacional, la nave aterrizó en el sur de California por las condiciones climáticas. “Fue justicia poética, estábamos a cien kilómetros “de donde yo pizcaba fresa”.
El hijo de migrantes mexicanos, campesino, cumplía su sueño de viajar al espacio. Habían pasado 37 años desde que se lo había contado a su padre y 11 negativas de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) de Estados Unidos para ser admitido como astronauta.
José Hernández, ingeniero eléctrico por la Universidad del Pacífico y maestro en Ciencias en Ingeniería Eléctrica por la Universidad de California, fue seleccionado por la NASA en el Grupo 19 de 2004 para actividades espaciales.
Batalla actual
¿La ciencia está perdiendo la batalla ante sus detractores? ¿Recibirá el impulso necesario de los gobiernos? Ante estos cuestionamientos el astronauta José Hernández responde: “No sé cómo explicarlo, porque obviamente la ciencia es la que impulsa la economía de un país, y es como el proverbio bíblico: ‘puedes darle de comer a la gente’, pero en seis horas tendrá hambre otra vez; o puedes enseñarles cómo crecer la comida para que ellos mismos se den de comer. Así es como creo que los gobiernos lo ven a corto plazo y quieren darle de comer a la gente diariamente en vez de enseñarles cómo crecer la comida”.
A lo largo de la conferencia que dictó en Las Islas de la UNAM el público lo llenó de aplausos. José Hernández afirma en entrevista que sintió “muy bonito; me están diciendo que más de 10 mil personas estuvieron aquí en esta conferencia. Y uno ve a los niños cómo se les iluminan los ojitos cuando ven los videos de mi viaje espacial. Y entonces es bonito empoderarlos para que ellos crean que también lo pueden lograr, siempre y cuando se preparen y estudien”.
Agrega que es muy importante “plantar la semillita en los jóvenes que están aquí para que puedan ser científicos y venir a esta institución que es la UNAM a estudiar una carrera de las ciencias. Yo creo que es muy significativo tener eventos como estos, porque cuando sean más grandes van a decir: ‘yo vi esto y me gustó, creo que voy a estudiar ingeniería o astronomía’”.
Quien fuera ingeniero de vuelo de la NASA no sabe si los jóvenes están viviendo “un mundo más difícil que el que viví. Yo viví uno bastante complicado. Sólo quiero ser un ejemplo a seguir, a pesar de las circunstancias socioeconómicas todo es posible en la vida, la educación es lo que te iguala. Y luego, las ganas que tiene uno, el hambre que tiene uno, es lo que te hace superarte. Juntas esos dos ingredientes y creo que puedes lograr cualquier sueño que tengas enfrente”.
Y añade: “Se vale soñar en grande siempre, pero debes estar dispuesto a trabajar duro y prepararte para convertir ese sueño en realidad”. Lo dice alguien que esperó 37 años para ver cumplido su sueño.
En su conferencia contó al público el momento en que soñó con ser astronauta. ¿Por qué quieres ser astronauta?, le preguntó su padre. “Le conté todo lo que vi esa noche, que miré la última misión Apolo (en la televisión), que la Luna está a 400 mil kilómetros y que la NASA va a construir una nueva nave y yo quería ser parte de ese nuevo programa”.
Su padre, comenta Hernández, “hizo dos cosas increíbles: un campesino con sólo tercer grado de educación tuvo la sabiduría de darme una receta de cinco ingredientes y validó mi sueño”. La receta era: define tu meta, ¿cuál es tu propósito en la vida? Para el segundo punto la respuesta de José Hernández era contundente.
Segundo: reconoce qué tan lejos estás de tu meta. “Vivíamos en una casa de renta, chiquita, dos recámaras, casi cayéndose y le dije: “Papi, no te enojes, pero más lejos no podríamos estar. Ahí esperaba otro coscorrón, pero no me lo dio. Se rió y me dijo: qué bueno que lo reconoces hijo, porque lo tercero que tienes que hacer es crear una ruta, un mapa, ¿dónde estás y a dónde quieres llegar? Hay que saber el camino a tu destino”.
El cuarto era prepararse de acuerdo con el reto escogido. “Y luego me dijo: quinto y final, apuntando a la ventana de la cocina, ¿sabes el esfuerzo que pones sábados y domingos, siete días a la semana en el verano, trabajando en el campo en la recolección de frutas y verduras, con tus hermanos y tu mamá?, ¿sabes ese esfuerzo?” José Hernández le contestó: “Claro que sí, papi. Y apuntando hacia mis libros en la mesa de la cocina afirmó: pon ese esfuerzo aquí y cuando te recibas pon ese esfuerzo en tu trabajo. Mezcla todo eso hijo y esa es la receta para triunfar en la vida”.
Lo último que pidió es: siempre entrega más de lo que la gente espera de ti y se fue. “Me acosté tan a gusto, porque pensé: mi papá valida mi sueño, me dio una receta, yo voy a ser astronauta. Y hay otro ingrediente, ese es el mío, la perseverancia. No hay que darse por vencido, porque yo estoy aquí para decirles que la NASA me rechazó en un periodo de diecisiete años, no una vez, no dos, ni tres, sino 11 veces. Fue hasta la decimosegunda vez que me aceptaron como parte de la generación número 19 de astronautas”.
El astronauta
Fue al espacio como ingeniero de vuelo, en el transbordador Discovery, en la misión STS-128. Cuenta: “Tardamos ocho minutos y medio para llegar al espacio, porque va de 0 a 27 mil kilómetros por hora en ocho minutos y medio. Ya estando arriba se apagan las turbinas y como no hay aire o fricción, a la velocidad que la apagues sigues girando alrededor del mundo. Le estás dando la vuelta una vez cada 90 minutos, es algo increíble. Y a la vez flotando dentro de la cabina, porque ya no tienes la gravedad que tenemos aquí en la Tierra”.
Y como en aquel aterrizaje, también hubo justicia poética en esta noche de las estrellas. Minutos antes de que iniciara la conferencia con el astronauta José Hernández, alguien del público se levanta y dice: “Miren, la Estación Espacial Internacional”. Todos voltean y festejan al observar ese punto luminoso que surca el cielo a casi 28 mil kilómetros por hora.