¿Qué le ocurre a una persona que duerme sola desde hace 20 años y, de repente, comparte cama con un extraño? ¿Cómo reacciona alguien que lleva dos lustros cohabitando con una pareja a la que ya no desea y que por minutos tiene en el mismo lecho a otro individuo que le transmite una singularidad novedosa? ¿Qué le mueve internamente a una señora, que enviudó hace poco tiempo, estar sobre una cama con alguien más, que le es un reverendo desconocido?
Éstas y otras interrogantes similares se activan cuando comienza a explorarse el lugar íntimo, una cama, en la pieza escénica Todo lo que está a mi lado, de Fernando Rubio, que se representa en el Museo Universitario del Chopo y en la Alameda de Santa María la Ribera.
Según su autor y director se trata de una reflexión sobre la intimidad y la relación con el otro, “la presencia en el tiempo y las sensaciones que produce la acción de compartir con desconocidos espacios que habitamos de forma afectiva”. Mediante el emplazamiento de siete camas en el traspatio del museo, que son ocupadas por igual número de actrices y espectadores, se establece un vínculo estrecho y el entorno se resignifica.
Las sensaciones varían con el contacto visual, y más notoriamente cuando escuchas la voz apacible de una mujer que relata cuatro breves historias en segunda persona. Primero te dice: “Hubo un momento en que te quedaste solo…”. Luego, a un tiempo se despliega el silencio. Enseguida, un relato breve más que inicia así: “Hubo un momento en que creciste…”. En breve el silencio reaparece entre las sábanas. Ella retoma la palabra y te habla a corta distancia: “Hubo un momento en que todo cambio…”. Distingues el peso del silencio que de nuevo se extiende, y previo a que te levantes de la cama ella sugiere: “Hay un momento para respirar aliviado…”. Algo muy íntimo te acoge y conmueve. Piensas muchas cosas a la vez.
Todo lo que está a mi lado pone, en este caso, sobre la cama y no en la mesa la posibilidad de cuestionarse desde dónde miramos; qué capacidad tenemos de acercarnos a algo o de mantenernos próximos, pero a cierta distancia o bien inquirirnos sin mediadores: ¿quién soy yo con mi pudor?
La pieza busca la reflexión sobre la experiencia en todas sus posibilidades: estéticas, conceptuales, urbanas y relacionales. Es el encuentro con lo inesperado, motivo para indagar la construcción de la memoria, y en el proceso de la representación detenerse a pensar que no puede haber obra sin analizarnos a nosotros mismos.
Voz colectiva
Siete mujeres, una voz colectiva. Todas ellas generando unicidad. La multiplicidad de camas con sábanas y fundas blancas crea una imagen en el marco de un montaje, que su creador define como “diálogo entre teatro, artes visuales y la relación con el urbanismo”.
¿Y qué pasa con el público mirón que no se acuesta? Fernando Rubio responde: “Los mensajes sutiles, las relaciones subterráneas son tan importantes como las más directas. Un público que está a la distancia siente interés por entender más y por pensarse. Le gana la curiosidad y se plantea si entraría o no a esa cama, si tiene el deseo y puede atravesar el lugar para participar de la íntima experiencia”.
Galardonada en 2017 como la obra más original e innovadora del Festival Internacional de Teatro Artes y Calle en Valladolid, España, el elenco de esta pieza escénica en México es el número 27 de su periplo. Obra móvil alrededor del mundo cuyas próximas activaciones serán el 6 y 7 de abril en el Museo Universitario del Chopo. La producción es de la Universidad Desconocida, espacio independiente de formación, investigación y producción de las artes escénicas, dirigido por Tae Solana. Si deseas participar, reserva en: universidadesconocida@gmail.com.