Día Internacional de nuestro satélite

La Luna, primera parada al cosmos

Es un elemento fundamental del proceso civilizatorio de la humanidad, José Franco, del Instituto de Astronomía

La Luna, satélite natural de la Tierra, ha sido importante para la humanidad en todos los sentidos; se trata de un elemento básico, fundamental, de nuestro proceso civilizatorio, afirma el investigador y exdirector del Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM, José Franco.

Hasta ahora cinco países han realizado el sueño de volar y alcanzar con sus misiones espaciales al objeto celeste más brillante de la noche, el cual ha sido motivo de inspiración en todas las artes. “La Luna está con nosotros, es parte de nuestra herencia y cultura”, añade el astrónomo.

Por las condiciones tan inhóspitas del ambiente lunar, aún hay una serie de problemas por resolver antes de que sea posible tener a un grupo de seres humanos “pasando una temporada larga por allá”: invernaderos para cultivo de alimentos o la disponibilidad de agua, por ejemplo, aclara el científico al referirse al Día Internacional de la Luna, declarado por la ONU en 2021, y que se celebró el 20 de julio.

En cambio, las próximas misiones espaciales no tripuladas podrían tener por objetivo la minería robotizada en asteroides y dicho satélite, ya que en nuestro planeta algunos minerales son escasos y necesarios en la fabricación de computadoras, teléfonos inteligentes y otros aparatos electrónicos; es decir, a su relevancia científica y cultural se suma la económica, subraya el doctor en Física por la Universidad de Wisconsin- Madison.

El viaje del Apolo 11 fue un momento único de la historia; la caminata, el 20 de julio de 1969, y el retorno seguro de la misión “nos hizo darnos cuenta de que nosotros, como miembros de la raza humana, podemos lograr lo que sea, con recursos y tecnología, si estamos preparados para combinar nuestros esfuerzos y trabajar juntos por el beneficio de la humanidad”, dijo U Thant, entonces secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

De Apolo a Chang’e

La Luna carece de atmósfera y campo magnético, razón por la cual la radiación y el viento solar caen sobre su superficie “sin filtros”, de forma directa, al igual que los rayos cósmicos o los meteoritos. Su periodo de traslación alrededor de la Tierra es igual a su lapso de rotación alrededor de su propio eje: un día lunar es equivalente a 28 días terrestres.

En el lugar, la temperatura en la superficie puede subir a más de 100 grados centígrados durante el día y pasar a menos 150, en la noche. “La variación es tan grande, que para cualquier organismo es imposible sobrevivir sin protección adecuada”.

Su superficie está llena de un polvo que es resultado de los impactos de meteoritos que chocan a altas velocidades, los cuales derriten un pedazo de corteza que se levanta y al enfriarse se cristaliza. Ese material, llamado regolito, es demasiado abrasivo, como vidrio molido, y puede generar muchos problemas si llega a los pulmones.

Los astronautas del Apolo 11, Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin, estuvieron unas horas en la superficie lunar en 1969. Lo mismo ocurrió en las cinco travesías posteriores; o sea, de las misiones Apolo 11 a la 17 hubo en total seis viajes tripulados con dos personas bajando en cada ocasión. El Apolo 13 no logró la meta porque tuvo un accidente cuando uno de los tanques de oxígeno registró una fuga y los tripulantes abortaron el alunizaje y la caminata lunar; sólo estuvieron en órbita y regresaron. Entonces, únicamente 12 seres humanos la han pisado, destaca.

Un dato interesante, menciona Franco, es que en el viaje de la misión Apolo 8, que orbitó la Luna pero no alunizó, se practicaron pruebas biométricas de los astronautas y los primeros electrocardiogramas en órbita. Mandaron los resultados a la Tierra y un cardiólogo mexicano, Ramiro Iglesias, de visita en la NASA, fue invitado a efectuar la lectura y diagnóstico de los estudios. “Tenemos a un mexicano pionero en la cardiología espacial”.

El trabajo para mandar personas a 384,400 kilómetros de distancia del planeta es arduo y cuesta demasiado dinero. Esta fue la razón por la cual se decidió no seguir hasta el Apolo 20, como era el plan inicial.

Pero en los seis alunizajes se obtuvieron grandes logros, como traer muestras y dejar instrumentos científicos; por ejemplo, sismógrafos y espejos para que al enviar un haz de láser desde la Tierra, éste pueda rebotar y regresar. “Se conoce la velocidad de la luz, que es una constante en el universo, entonces se mide el tiempo de ida y vuelta y así se sabe con gran precisión la distancia entre el planeta y su satélite. Gracias a esto sabemos que se está alejando de nosotros lentamente, unos centímetros al año”.

El desarrollo actual de la ciencia y la tecnología ha permitido que, incluso, sondas se posen en el lado oscuro lunar: los chinos lograron poner sus robots autónomos como resultado de las misiones Chang’e, el nombre de su diosa de la Luna.

Literatura, música…

Desde la prehistoria ha sido el reloj de la humanidad; “fue la primera en ubicarnos en el tiempo, el primer calendario”, enfatiza José Franco.

Para el autor de Alunizaje, el cielo es una ventana de los confines del universo y de nosotros mismos, de nuestros miedos, deseos, emociones y pensamientos. El satélite natural de la Tierra ha sido una deidad importante que, incluso, parecía regir la fertilidad de las mujeres.

Tiene demasiadas connotaciones en mitos y tradiciones de todas las culturas, desde las primeras civilizaciones en Mesopotamia hasta las del Nuevo Mundo, en toltecas, olmecas, mayas, incas o vikingos.

También ha sido un elemento de inspiración para las artes, como la música y la literatura. “El primer viaje lunar en la literatura fue descrito por el sirio Luciano de Samosata, quien vivió en el siglo II de nuestra era”.

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