LA MUJER COMO UN GRAN CALEIDOSCOPIO

Nadie puede hacerte sentir
inferior sin tu consentimiento.

Eleonor Roosvelt

Hablar de la mujer, cosa tan difícil, ¿qué decir de ésta? La mujer es como un gran caleidoscopio, llena de luz y múltiples colores y facetas tan diversas como complejas e interesantes.

A través de diferentes momentos históricos la revolución del conocimiento en los últimos tres milenios se acompaña e incrementa gracias a la integración de la mujer en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Existen pocos datos históricos relativos a la educación de la mujer durante la época prehispánica. Puede establecerse que, en las comunidades de trabajadores, es justamente en el calpulli donde la mujer ocupa un lugar dentro de la asamblea. La educación de las mujeres, en la comunidad, se recibía básicamente en el hogar, donde era instruida en los deberes domésticos, aunque también, algunas de ellas, podían ingresar a una educación de carácter formal en el ichpochcalli. Las mujeres pertenecientes a la nobleza eran educadas en el calmécac.

A través de la historia puede decirse que, aunque las mujeres también eran partícipes en la vida pública, ya fuese como sacerdotisas, o bien como cacicas, nunca estuvieron por encima de la autoridad de un hombre, ya que esto es un rasgo característico de las culturas indígenas en todo el mundo, en mayor o menor medida.

En el caso de las mujeres, la educación era vista como una actividad auxiliar, que permitiría realizar sus labores con eficacia e integrarse cabalmente a “su mundo”, además de servir mejor a su familia, a sus padres o maridos.

En la sociedad antigua la preparación para el amor era considerada como parte esencial de la educación de la joven, pues todo individuo –hombre o mujer– nacía señalado para la misión específica que aquella le imponía: el hombre para la guerra y la mujer para el matrimonio.

El siglo XIX fue significativo en los procesos de fortalecimiento del desarrollo educativo de las mujeres.

La historia de las mujeres mexicanas se encuentra estrechamente relacionada con su incorporación a la educación, ya que era precisamente en el seno de las familias y escuelas donde se daban, de forma principal, los acercamientos iniciales a la misma.

El crecimiento intelectual, social, personal y afectivo de las mujeres ha sido tocado de manera especial por los procesos educativos en los que se ha visto inmersa. La educación es un factor fundamental en el crecimiento de la mujer en esta sociedad. Debemos reconocer que en todos los ámbitos de la vida en los que una mujer se encuentra, en el familiar, en el laboral, en lo social, uno de los elementos que le proporciona mayores posibilidades de reconocimiento es mientras más preparada se encuentre, porque deberá enfrentarse a la desigualdad con la que es mirada y evaluada, y todavía en algunas familias desde niña le dan menos reconocimiento a sus logros y sus deseos de superación. Afortunadamente esto ha venido cambiando y ahora desde casa muchos padres y madres impulsan a las mujeres a realizar actividades científicas, deportivas y sociales de manera igualitaria.

La familia, en cualquiera de sus formas, sigue siendo un elemento fundamental en el apoyo, fuerza, seguridad, motivación y empuje que esta mujer pueda tener para incorporarse a tareas que impliquen mayor complejidad académica social o laboral.

Hemos ganado mucho y en el ámbito educativo e intelectual destacamos como formadoras de generaciones, gracias a las autoridades universitarias que nos han unido, dándonos la oportunidad de acercarnos con proyectos educativos conjuntos, nos hemos conocido y reconocido con intercambios y trabajo colaborativo con escuelas, facultades e institutos.

Quiero destacar que hemos logrado demostrar en el ámbito académico y directivo que somos muy eficientes. Nos hemos esforzado para hacer patente nuestra capacidad. Es importante mencionar que el nivel preparatoria no es nada fácil y lo hemos dominado. Nos enfrentamos a jóvenes que en esa etapa de la vida están en plena formación e integración de su personalidad, y es entonces cuando llegamos estas mujeres a guiar y reforzar vocaciones, para darles entereza y seguridad de un futuro prometedor. Ésa es una de nuestras fortalezas.

En recientes estudios (SECTEI) sobre el embarazo adolescente se ha observado que las mujeres que cursan o tienen el nivel de bachillerato disminuyen las posibilidades de embarazo adolescente, lo que nos hace una vez más considerar la importancia de la educación. La escuela vuelve a ser un factor de protección social en la mujer.

Sabemos que seguimos dependiendo en muchos ámbitos de criterios masculinos para ser evaluadas, aceptadas y reconocidas en el trabajo y en la vida cotidiana.

Hemos logrado mucho, pero es imperante continuar colaborando para hacer valer nuestros derechos y disminuir la injusticia en todas sus manifestaciones.

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Los niños tienen que ser enseñados
sobre cómo pensar, no qué pensar.

Margaret Mead

Las mujeres en su papel de madres tienen una gran tarea: hacer que las niñas y los niños rompan esquemas prejuiciados y hagan de las nuevas generaciones sociedades equitativas e incluyentes, que se acompañen, reconociendo la capacidad intelectual física y moral de cada persona para poder desarrollarse en cualquier ámbito de la vida de manera igualitaria con aceptación y reconocimiento.

¡¡Mujer!! ¿qué nos falta? Que además de seguir luchando por el reconocimiento y hacer valer todos nuestros derechos, lo más importante es que CREAS EN TI con toda la convicción y fuerza, que sigas creciendo y demostrando la fortaleza de tus capacidades de manera directa y honesta, sin violencia, buscando en nuestras vidas el equilibrio entre lo femenino y lo masculino, teniendo siempre presente que no somos opuestos sino complementarios de un universo que busca la equidad sin exclusión.

Concluyo con esta frase de Sor Juana Inés de la Cruz:

“No estudio por saber más, sino por ignorar menos”.

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