En junio de 1939, hace ocho décadas, arribó al Puerto de Veracruz, procedente de Francia, el Sinaia, el primero de varios buques que trasladaron a México a casi 25 mil refugiados españoles que huían de la Guerra Civil Española en busca de un mejor futuro, beneficiados por la política de asilo del presidente Lázaro Cárdenas.
La llegada aquí de un gran número de científicos españoles fue una inyección de personajes instruidos que, de inmediato, potenciaron disciplinas en ciernes y respaldaron la formación de nuevas generaciones de investigadores y académicos de la Universidad Nacional y de otras instituciones educativas del país.
“Entre ellos, arribaría lo mejor de la intelectualidad hispánica en todas las áreas de la ciencia y las artes, que se integraron tanto a la Universidad Nacional Autónoma de México como a la nación en su conjunto”, indicó Mari Carmen Serra Puche, representante de la UNAM ante la Cátedra del Exilio Español.
De esa manera, docentes, artistas, literatos, filósofos, economistas, juristas, científicos, arquitectos, ingenieros, médicos y químicos, por mencionar algunos, se establecieron en suelo mexicano. Entre ellos se recordarían figuras como Luis Buñuel, Enrique Díez-Canedo, Ramón Xirau, Félix Candela, Pedro Bosch Gimpera, José Giral, José Puche, Juan Comas, Ignacio y Cándido Bolívar, José Gaos y Luis Recaséns Siches, entre muchos más, quienes aportaron a México conocimiento y experiencia.
Además, rememoró la antropóloga universitaria, los intelectuales del exilio republicano contribuyeron al avance de las ciencias en todas sus ramas en instituciones de educación superior no sólo de la UNAM, sino también del Instituto Politécnico Nacional y de la Casa de España (hoy El Colegio de México).
“Fue ahí donde iniciaron una nueva vida porque, además, se trataba de un país posrevolucionario donde los mexicanos políticamente tenían mucho en coincidencia con los españoles refugiados aquí”, señaló.
Ellos impulsaron también el surgimiento de otras entidades académicas mexicanas como el Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Escuela Nacional de Antropología, además del Fondo de Cultura Económica.
Mari Carmen Serra resaltó que la contribución del exilio español a la Universidad Nacional es esencial, “su huella está aquí”, y en reconocimiento a sus aportaciones al conocimiento y al avance de la ciencia, auditorios, edificios, bibliotecas y laboratorios universitarios, entre otros recintos, llevan el nombre de algunos de ellos.
Por ejemplo, el anexo de la Facultad de Filosofía y Letras tiene el nombre del filósofo Adolfo Sánchez Vázquez; en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, la Sala Niceto Alcalá Zamora, en memoria de ese jurista; en Filosóficas hay una sala dedicada al filósofo José Gaos, mientras que en el Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), su biblioteca lleva el nombre del antropólogo físico Juan Comas, además de la imagen del prehistoriador Pedro Bosch Gimpera, colocada a la entrada de ese edificio.
Asimismo, el Jardín Botánico tiene el nombre de Faustino Miranda; la Biblioteca del Instituto de Física se llama Juan Oyárzabal; entre los numerosos laboratorios de la Facultad de Medicina está el de Fisiología, dedicado al doctor José Puche Álvarez, y una de las galerías de la Facultad de Arquitectura se denomina José Luis Benlliure.
Pero también llegaron técnicos, obreros y campesinos españoles quienes conformaron fábricas y empresas, apuntó Serra Puche.
La también académica del IIA, recordó que en 1939 México vivía momentos relevantes como la posrevolución. “Intelectualmente estaba creciendo un movimiento de mucha nacionalidad, el apogeo del muralismo, una ebullición cultural, además del contacto entre la Segunda República Española e intelectuales mexicanos como Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas, entre otros”.
Expuso que con la dictadura de Francisco Franco, muchos españoles tuvieron que huir de su territorio, llegaron a algunas partes de Europa, como Francia, desde donde iniciaron las negociaciones con México para su arribo al país; el diplomático mexicano Gilberto Bosques contribuyó en gran medida a su traslado a nuestra nación por instrucciones del general Lázaro Cárdenas.
La contribución de quienes llegaron a México a la Universidad Nacional es esencial, su huella está aquí
Puntualizó que los republicanos españoles llegaron con sus propios recursos para subvencionar sus primeros pasos por aquí y trajeron consigo instituciones como el Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles y la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles, entidades que les dieron apoyo para encontrar empleo y, además, fundaron escuelas como el Instituto Luis Vives, el Colegio Madrid y la Academia Hispano-Mexicana, donde el claustro y el alumnado fueron refugiados españoles, detalló la universitaria.
Muchos de esos docentes eran maestros de primaria en España, formados en la institución libre de enseñanza, “un sistema novedoso republicano, muy de izquierda en cierto sentido, y establecieron sistemas educativos mixtos (hombres y mujeres), modelo que entonces no existía en México.
“Fue ahí donde estudiaron los hijos de los refugiados en edad escolar, pero también los nietos, quienes nacieron en México y fueron educados bajo la filosofía de que vales por lo que sabes y no por lo que tienes. Ambas generaciones, hijos y nietos, son gente que cursaron la preparatoria en el Instituto Luis Vives, Colegio Madrid y la Academia Hispano-Mexicana, y luego se formaron en la UNAM”, añadió.
De hecho, dijo, después de la muerte de Francisco Franco (1975), les pidieron regresar a España, pero pocos fueron los que retornaron y entre ellos muchos volvieron pronto, pues se consideraban ya más mexicanos que españoles.
Cátedra del Exilio Español
Mari Carmen Serra Puche rememoró que en 2006, en el rectorado de Juan Ramón de la Fuente y con el patrocinio del Banco Santander, la Universidad firmó en Salamanca, España, el acuerdo de creación de la Cátedra del Exilio Español, cuyo eje principal es fomentar la investigación y recuperación de la memoria del exilio, circunscrito a lo ocurrido en México a partir de 1939.
De 2007 a 2016, abundó, la cátedra organizó una serie de actividades, entre ellas la gestión del intercambio documental de cuatro fondos del exilio español, tres de ellos en México y uno en Francia. “Organizó y participó como colaborador en 27 encuentros internacionales (congresos, jornadas, simposios, conferencias, seminarios y cursos) celebrados en España, Francia y México”.
Asimismo, durante ese periodo, cada año otorgó una beca de investigación a expertos en la materia, y editó un gran número de libros relacionados con la temática, como resultado del convenio de coedición firmado con el Fondo de Cultura Económica (2007), para la creación de la Colección Biblioteca de la Cátedra del Exilio.
Algunos de los títulos más recientes son 1945, entre la euforia y la esperanza: el México posrevolucionario y el exilio republicano español, y Los Diplomáticos mexicanos y la Segunda República Española (1931-1975).
Además de su participación como coeditor en ocho números de la colección Exilio Iberoamericano, del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, de la UNAM.
Asimismo, en 2010, las actividades de la cátedra coincidieron con las celebraciones del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana. Para ello, organizaron dos actividades académicas: Hijos y nietos del exilio español, celebrado el 17 de noviembre en el Ateneo Español de México, y las Jornadas de la Posrevolución Mexicana al Exilio Republicano Español, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Así como la publicación de libros y una serie de homenajes, concluyó.