Se originó entre los universitarios, en España
La tuna, tradición con ocho siglos en Iberoamérica
Grupos vigentes a pesar de otras propuestas musicales; hay más de 10 activos en la Universidad Nacional
Sus cantos son alegres, audaces, románticos, divertidos; sus trajes negros: jubón, pantaloncillo a la rodilla y capa negra llena de listones y parches. Para muchos es una estudiantina, pero en realidad es la tuna, una tradición universitaria con ocho siglos de antigüedad en Iberoamérica, y un elemento que da sentido de pertenencia e identidad a sus integrantes.
Éstas iniciaron hace 800 años en las ciudades de Salamanca, Lérida y Valladolid, en España, entre los estudiantes de bajos recursos.
Actualmente, en la UNAM hay poco más de 10 tunas activas: en las facultades de Ingeniería, Economía, Derecho, Química, Contaduría y Administración, Medicina Veterinaria y Zootecnia, y de Estudios Superiores Acatlán. También hay tunas femeniles en Psicología, Ciencias Políticas y Sociales y en la Escuela Nacional de Trabajo Social; además de la Tuna de Distrito de la UNAM y su contraparte femenil, La Tuna Azul y Oro.
Gonzalo Camacho, investigador y académico de la Facultad de Música, indicó que estas agrupaciones siguen vigentes, a pesar de los embates de otras propuestas musicales.
“Es posible que a los muchachos de ahora les parezca rara la vestimenta de los integrantes, “pero en estos conjuntos musicales es muy seductora la vida bohemia, el gusto por cantar y cortejar a las chicas con canciones: disfrutar ser joven”, dijo.
En cuanto a sus repertorios, señaló que los conjuntos actuales se van renovando al incorporar canciones y ritmos, ejecutados con instrumentos clásicos: guitarras, mandolinas, mandurrias, maracas, castañuelas, contrabajos, violines y panderos.
“Se integran canciones que se ponen de moda y eso hace que no se anquilosen; combinan el pasado con el presente. Las piezas que se transmiten por medio de la oralidad también danzan ahora con las canciones de moda”, explicó el académico.
Con el surgimiento de las universidades en la península ibérica, entre los siglos XII y XIII, cientos de jóvenes acudían a las aulas, muchos con pocos recursos. Eran habilidosos con los instrumentos musicales, así que iban a hostales, fondas y mesones para ganarse unas monedas y una sopa con sobras de los guisos; por ello, eran conocidos como ‘sopistas’.
Además de costear sus estudios, se les vinculó con la diversión por su carácter pícaro y festivo. Una de sus actividades favoritas era “hacer la ronda”, escabullirse en la oscuridad para llevar serenata al balcón de una dama.
Por tradición, dentro de estas agrupaciones pocos integrantes dan su nombre real; prefieren ser nombrados por sus alias, con el que comienza su sentido de unidad.
Christian Castillo, miembro fundador de la tuna de la Facultad de Economía comentó que pertenecer a ella “brinda un estilo de vida”.
Joshua, de la tuna de Ingeniería, que tiene 52 años de haberse fundado, compartió que su interés por pertenecer a ella se debió a su gusto por la música, pero también “a que es como una hermandad, en donde todos se apoyan”.
Una familia que crece aunque venga de otra facultad, como es el caso de Camaleón, de la Facultad de Ciencias, quien busca continuar con esta tradición. En tanto, Ornitorrinco aprendió a tocar el pandero, uno de los instrumentos principales. “Se trata de contagiar de alegría, de energía; es un instrumento que resalta en las presentaciones”.
Ingeniería
La agrupación de Ingeniería es una de las más antiguas. Está integrada por ocho tunos y alrededor de 10 pardillos y aspirantes, además de sus ramificaciones, concluyó Manatí, uno de sus dirigentes.